Mi vida en los bares
La hostelería de la crisis. Desde hace años suelo tomarme un café a media mañana en alguno de los bares del barrio. Hay muchos donde elegir. Después de la crisis industrial de los 70, la ciudad-dormitorio se pobló de establecimientos regentados por obreros en paro, hasta el punto de que la ciudad -según se dice- ostenta el record de ser la población con más bares por habitante de todo el país. La caída del sector inmobiliario probablemente haga brotar una nueva generación de locales donde antiguos albañiles ejercerán al mismo tiempo de propietarios y de camareros. No parece haber otra salida ni ninguna clase de negocio alternativo más que esta hostelería de tres al cuarto. Son lugares desangelados, miserables y normalmente desérticos, donde solamente se puede oír Radio Tele Taxi, no se prepara comida, y no hay prensa excepto "El Mundo Deportivo" o el deprimente folletín local. Una pena, se mire por donde se mire.
El bar del mercado. Dicho lo anterior, para ser justo con mi ciudad debo mencionar la existencia del excelente bar del mercado, ...click para seguir leyendo... donde siempre tienen una estupenda tortilla de patatas acompañada de rebanaditas de pan con tomate y aceite, boquerones en vinagre con ajitos cortados, y mil cosas más para comer, además de tres periódicos donde elegir. O todavía mejor: hojear los tres consecutivamente.
El don de la felicidad. Pero el que me queda más cerca es la cafetería del hospital, que está regida por una gran empresa. Hace tres años había un camarero excepcional, un chico joven con el don de la felicidad. Esa fue una época muy mala para mi, y algunos días llegaba realmente desanimado, con unos pensamientos tan negros que no me atrevo ni a ponerlos por escrito.
Aquel joven tenía la extraña capacidad de alegrarme durante unos minutos. Con una sonrisa escuchaba mi discurso apocalíptico y después siempre añadía algo más, por ejemplo si yo decía "pronto va a caer toda esta entelequia de la construcción y vendrá una crísis durísima", él decía "y al final, incluso los notarios van a salir de dos en dos a pedir caridad". Esto me tranquilizaba mucho. Me parece que en momentos de desánimo yo tiendo a buscar algún terapeuta espontáneo, y ese camarero sabía como hacerme sonreír. Cuando iba a pagarle el café, daba un vistazo alrededor y si no había nadie, no me lo cobraba. Finalmente le destinaron a otro establecimiento y yo le regalé una ampliación firmada de mi foto del quebrantahuesos. Para sustituirle pusieron a una mujer con carácter de perro de presa, que también sintoniza Radio Tele Taxi y consigue que el café y el zumo de naranja le salgan malísimos, a pesar de usar las mismas naranjas y la misma cafetera que el camarero feliz. He tenido que cambiar de bar.
El Famoso Juan. Esta mujer tan malcarada me recuerda a un camarero amargado que había en el bar de la facultad, el Famoso Juan. Cuando nos veía llegar siempre impostaba la voz para parecer afeminado y decía :"Que va a ser... lo de siempre, cafetitos y cortados, ¡vaya mariconadas!". Entonces adoptaba un tono grave, como de John Wayne para rematar: "Cuba libres, eso es lo que tendríais que tomar, como los hombres, en lugar de tanta mariconada". Llegó a ser realmente molesto, y me gustaría saber que diría ahora que pido descafeinado. Solamente se tranquilizaba un poco cuando se marchaba de viaje... justamente a Cuba. Allí, en el anonimato de los burdeles caribeños debía olvidar sus traumas y represiones. No me sorprende que a los europeos nos miren mal en medio mundo. Después de dar rienda suelta a todos sus instintos copuladores, regresaba manso como un corderito. Pero a las dos semanas estaba igual.
El bar del Sirio. Buscando, buscando, he encontrado un local curioso. También es de un empleado en paro, pero este es un hombre con recursos, cuenta con su familia y creo que va a salir adelante. La cocina corre a cargo de su madre, que al mediodía prepara un menú con bastante criterio. Tiene red inalámbrica gratuita y un buen montón de periódicos. Pero ya desde el primer día me dijo él no se cree ninguno. "Es que he vivido muchos años en Siria, y lo que dicen allí es completamente diferente". Esto me pareció muy lógico. Un día que tenía mucho sueño pero el estómago bastante protestón, le pregunté si era posible preparar un café mitad normal, mitad descafeinado. Pensó un momento y haciendo un gesto con la mano me dijo "Si, se pone la carga hasta la mitad de descafeinado y después se cambia al normal. El cargador es como el Kalashnikof, que tiene dos posiciones: clack, clack". Esta referencia al famoso fusil de asalto soviético me pareció muy interesante. Indagando, resulta ser que el propietario "del Sirio", que es como le llamamos, hizo el servicio militar en Siria. Allí, al parecer, es normal tener este tipo de armas de guerra en casa.
El bar de los biquinis. Pero "el Sirio", a pesar de su interesante conversación y de los periódicos, flojea un poco en el tema de los bocadillos. El día que además de tomarme un café quiero desayunar, me voy doscientos metros más allá donde hay un pequeño bar donde por dos sesenta dan medio bocadillo y un café. En lugar de medio bocadillo, se puede optar por pedir lo que aquí se llama "un biquini" y en Madrid un "mixto", es decir, dos rebanadas de pan de molde con jamón york y queso, que se calienta en una plancha. Este nombre de "biquini" a mi me parece muy divertido. Una vez en Madrid se me escapó y me miraron francamente mal. Atienden dos chicas: una es un sol, rápida, eficaz y generosa en su interpretación de lo que es "medio bocadillo". La otra es una sombra, tiene mal carácter, y siempre se le quema todo. A la camarera sol le he pedido por favor que me traiga cuchillo y tenedor para no tener que tocar el biquini con los dedos. De esta forma puedo comer con la elegancia de un Lord... mientras leo La Contra y la columna de Monzó en La Vanguardia, donde suele criticarnos a los que leemos la prensa en el bar. Y las viñetas de Horacio Altuna en el Periódico y alguna cosa más, como el suplemento de cultura de La Vanguardia, donde a veces hay artículos de Isabel Nuñez.
A Q.R., compañero de bares y amigo
El bar del mercado. Dicho lo anterior, para ser justo con mi ciudad debo mencionar la existencia del excelente bar del mercado, ...click para seguir leyendo... donde siempre tienen una estupenda tortilla de patatas acompañada de rebanaditas de pan con tomate y aceite, boquerones en vinagre con ajitos cortados, y mil cosas más para comer, además de tres periódicos donde elegir. O todavía mejor: hojear los tres consecutivamente.
El don de la felicidad. Pero el que me queda más cerca es la cafetería del hospital, que está regida por una gran empresa. Hace tres años había un camarero excepcional, un chico joven con el don de la felicidad. Esa fue una época muy mala para mi, y algunos días llegaba realmente desanimado, con unos pensamientos tan negros que no me atrevo ni a ponerlos por escrito.
Aquel joven tenía la extraña capacidad de alegrarme durante unos minutos. Con una sonrisa escuchaba mi discurso apocalíptico y después siempre añadía algo más, por ejemplo si yo decía "pronto va a caer toda esta entelequia de la construcción y vendrá una crísis durísima", él decía "y al final, incluso los notarios van a salir de dos en dos a pedir caridad". Esto me tranquilizaba mucho. Me parece que en momentos de desánimo yo tiendo a buscar algún terapeuta espontáneo, y ese camarero sabía como hacerme sonreír. Cuando iba a pagarle el café, daba un vistazo alrededor y si no había nadie, no me lo cobraba. Finalmente le destinaron a otro establecimiento y yo le regalé una ampliación firmada de mi foto del quebrantahuesos. Para sustituirle pusieron a una mujer con carácter de perro de presa, que también sintoniza Radio Tele Taxi y consigue que el café y el zumo de naranja le salgan malísimos, a pesar de usar las mismas naranjas y la misma cafetera que el camarero feliz. He tenido que cambiar de bar.
El Famoso Juan. Esta mujer tan malcarada me recuerda a un camarero amargado que había en el bar de la facultad, el Famoso Juan. Cuando nos veía llegar siempre impostaba la voz para parecer afeminado y decía :"Que va a ser... lo de siempre, cafetitos y cortados, ¡vaya mariconadas!". Entonces adoptaba un tono grave, como de John Wayne para rematar: "Cuba libres, eso es lo que tendríais que tomar, como los hombres, en lugar de tanta mariconada". Llegó a ser realmente molesto, y me gustaría saber que diría ahora que pido descafeinado. Solamente se tranquilizaba un poco cuando se marchaba de viaje... justamente a Cuba. Allí, en el anonimato de los burdeles caribeños debía olvidar sus traumas y represiones. No me sorprende que a los europeos nos miren mal en medio mundo. Después de dar rienda suelta a todos sus instintos copuladores, regresaba manso como un corderito. Pero a las dos semanas estaba igual.
El bar del Sirio. Buscando, buscando, he encontrado un local curioso. También es de un empleado en paro, pero este es un hombre con recursos, cuenta con su familia y creo que va a salir adelante. La cocina corre a cargo de su madre, que al mediodía prepara un menú con bastante criterio. Tiene red inalámbrica gratuita y un buen montón de periódicos. Pero ya desde el primer día me dijo él no se cree ninguno. "Es que he vivido muchos años en Siria, y lo que dicen allí es completamente diferente". Esto me pareció muy lógico. Un día que tenía mucho sueño pero el estómago bastante protestón, le pregunté si era posible preparar un café mitad normal, mitad descafeinado. Pensó un momento y haciendo un gesto con la mano me dijo "Si, se pone la carga hasta la mitad de descafeinado y después se cambia al normal. El cargador es como el Kalashnikof, que tiene dos posiciones: clack, clack". Esta referencia al famoso fusil de asalto soviético me pareció muy interesante. Indagando, resulta ser que el propietario "del Sirio", que es como le llamamos, hizo el servicio militar en Siria. Allí, al parecer, es normal tener este tipo de armas de guerra en casa.
El bar de los biquinis. Pero "el Sirio", a pesar de su interesante conversación y de los periódicos, flojea un poco en el tema de los bocadillos. El día que además de tomarme un café quiero desayunar, me voy doscientos metros más allá donde hay un pequeño bar donde por dos sesenta dan medio bocadillo y un café. En lugar de medio bocadillo, se puede optar por pedir lo que aquí se llama "un biquini" y en Madrid un "mixto", es decir, dos rebanadas de pan de molde con jamón york y queso, que se calienta en una plancha. Este nombre de "biquini" a mi me parece muy divertido. Una vez en Madrid se me escapó y me miraron francamente mal. Atienden dos chicas: una es un sol, rápida, eficaz y generosa en su interpretación de lo que es "medio bocadillo". La otra es una sombra, tiene mal carácter, y siempre se le quema todo. A la camarera sol le he pedido por favor que me traiga cuchillo y tenedor para no tener que tocar el biquini con los dedos. De esta forma puedo comer con la elegancia de un Lord... mientras leo La Contra y la columna de Monzó en La Vanguardia, donde suele criticarnos a los que leemos la prensa en el bar. Y las viñetas de Horacio Altuna en el Periódico y alguna cosa más, como el suplemento de cultura de La Vanguardia, donde a veces hay artículos de Isabel Nuñez.
A Q.R., compañero de bares y amigo
Comentarios
Bonito y entrañable post.
Un beso
Con respecto a los bares, son un mundo. Sin ellos mi existencia apenas tendría sentido. Tengo una ruta matutina (sin Pacharán, sólo a base de cafés y sin tapas, que engordan). Del más cutre al más chic (dentro de lo chic que es esta comarca).
Me mezclo con paletas, ejecutivos, taxistas y boquerones, no importa, me adapto a cualquier ambiente y si puedo leer el periódico -no deportivo- y mantener alguna conversación con alguien, miel sobre hojuelas.
Me gustan los bares y de ellos saco un montón de historias que algún día recopilaré.
Ah, que conste que sólo entro a los que estás permitido fumar.
Pues nada, me voy a uno de ellos, que ya toca.
Besos!
Argumentarán que si no nos gusta, no la compremos. Pero es su simple existencia la que nos entristece. Habrá un pleito.
Citaremos el precedente del nudismo, que se prohíbe aunque no cause daño más que a la vista de algunos -pues no miren.
Habrá una batalla legal, será larga pero al fin perderemos. Arruinados por los abogados, seremos embargados y terminaremos durmiendo en la calle, entre fuertes olores de orina, tapados con Marca.
Pasarán unos adolescentes aburridos y nos prenderán fuego.
Me temo que yo también he trabajado para esa gran empresa que regente cafeterías de hospital, comedores escolares y similares. Es ya una multinacional presente en cuatro o cinco países europeos. Editan una bonita revista en la que todo es bello, mientras con la otra mano estrangulan al currante hasta la asfixia. Es un milagro que su camarero favorito conservara las ganas de ser amable.
Aunque mi relación con los bares ha menguado bastante, soy más de la cuerda de Inga Luv: bares de todo tipo y condición, limpios y no tan limpios,grandes y pequeños, con tapa y sin tapa, preferiblemente con humo.
Deje usted la prensa deportiva, hombre, para algunos es su única lectura; si se la quita sólo les quedará la televisión. Incluso yo he leído el Marca alguna vez (pocas, eh)
Si que es un milagro que ese chico fuera tan amable, ganando una miseria y puteado, a saber que habrá sido de él. De verdad que le echo de menos.
Lo del humo yo lo siento pero no, me molesta bastante.
Voy a hacer un post sobre la persecución sin tregua a los fumadores compulsivos... si es que así no se puede vivir. Leñe.
Y me encanta mi camarero preferido. El de La Chata. La camisa no le llega para tapar adecuadamente el ancho de su cintura. No sé si las harán tan anchas. Es rubio, guapo, enorme y con el peor humor del planeta. Pero sabe elegirme un vino, solamente me sonríe alguna vez de pasada y sirve la enorme copa con generosidad...
Aquí donde yo vivo, muchos de los grandes periodistas han empezado en "información deportiva". Y luego, con todo el bagaje acumulado ya pueden ir a la política.
El peor de todos es el asqueroso Juan.
Monzó critica a la gente que le interrumpe cuando lee la prensa en el bar.
Yo estoy buscando una barbería en mi nuevo barrio (iba a decir peluquería pero mejor no, que el personal luego se chotea), hoy he ido a una donde el tipo miraba tele 5 mientras me rasuraba. Tenía los aperos metidos en un cofre "para esterilizar" sucio y lleno de pelillos y bolígrafos. No sabía que los bolis se esterilizaran.
Uf, esto no lo sabía y me gustaría leerlo.
Cualquier día me bajo a la capital, nos comemos unas albóndigas y me sientan mal.
En el Club del Desempleo no tomamos café. No nos dejan. No.
(Llevas unos cuantos días obsesionado con arder, sea cual sea el mecanismo de ignición o encendido -que no sé si escribir ignición en este contexto es correcto, y luego se me reprende- Ay, cuídate, no vaya a ser una premonición...)
;)
Es que me impresionó mucho el caso de aquellos chavalines que -por pasar un rato- le pegaron fuego a la indigente. Indigente que por cierto había sido periodista, que viene a ser como agrimensor. Mi miedo es a la pobreza, a dormir en la calle, a las pandas de skins, etc, no al fuego propiamente dicho. Crucemos los dedos.
Hoy, tomando un café, me lo han diagnosticado: Es que tu te alimentas del pesimismo.
Y es eso justamente, lo uso como un estímulo positivo para disfrutar el presente. Y asi vamos tirando.