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Mostrando entradas de agosto, 2007

La luz de la luciérnaga (I)

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De los libros perdidos de Fabre: En nuestros climas, pocos insectos rivalizan en fama popular con la luciérnaga, curioso bicho que para celebrar sus pequeñas alegrías de la vida, se enciende un faro al final del vientre. ¿Quién no lo conoce por lo menos de nombre? ¿Por las calientes tardes del verano, quién no la vió errar entre los herbajes, igual a una chispa caída de la luna llena? La antigüedad griega la denominaba Lampyre, significando portador de farol sobre la rabadilla. La ciencia oficial hace uso del mismo vocablo; llama al portador de farol Lampyris noctiluca. Los tiempos están cambiando, y este insecto que Fabre describe como común, es más bien escaso. Yo creo que por lo menos el 90% de los menores de 18 años nacidos en esta península de asfalto no han visto jamás una luciérnaga encendida. ¿Por que este maravilloso coleóptero es tan escaso cuando parece ser que antes era abundante? No lo se, supongo que la destrucción masiva del medio ambiente tiene algo que ver, también el

Sobre la dilatación del tiempo y la inmortalidad psicológica

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Cuando yo era un niño, el verano era larguísimo. Se extendía desde principios de Julio hasta mediados de Septiembre. Pero esta no era la principal razón de su aparente eternidad, en realidad un solo mes ya hubiera bastado para hacerlo prácticamente infinito. Cuando tenía seis años, cada una de las tardes de Septiembre que yo pasaba en una playa solitaria (sin ninguna huella excepto las del escarabajo pelotero) duraba exactamente lo mismo que uno de mis años actuales. Yo me pregunto si mediante alguna gimnasia mental, o tal vez con la ayuda de algún fármaco precioso, podríamos dilatar el tiempo psicológico en nuestros momentos mejores y acortarlo en los peores. Todavía más. Borges imaginó a un poeta condenado a muerte que pidió a Dios poder terminar su última obra. El tiempo que transcurrió desde el fogonazo de los fusiles hasta la llegada de las balas fue (en su mente) de un año, suficiente para su propósito. Tal vez en el instante de la muerte, nuestro último suspiro de lucidez podría