El buen mundo extrasolar
He podido saber de un planeta extrasolar donde viven unas criaturas cultas, tolerantes y felices.
La tecnología, usada con respeto, les deja muchas horas libres. Por la mañana toman el sol rojizo de su estrella, y al atardecer se reúnen entre risas para comer con los amigos. Prefieren escribir versos que construir casas, y su principal afición es observar las grandes libélulas tornasoladas que, en ese mundo lejano, suelen volar junto a las playas.
Yo creo que se parecen un poco a esos sabios chinos que, hastiados de la corte y cansados de codicia y ambiciones vanas, se retiraban a meditar en las montañas. Pero allí hace un millón de años que murió el último Emperador, y las enredaderas ya devoraron completamente la sede del Partido. Todo regresó a la normalidad, ahora los hipopótamos retozan en los antiguos edificios de cristal donde algún día se hicieron negocios y se orquestaron guerras. Solamente los historiadores recuerdan lo que fueron los ejércitos, los gobiernos y la autoridad. ...seguir leyendo...
Me dirán ustedes que yo soy un poco simple y que todo eso no es más que una utopía libertaria. No lo negaré. Solamente les digo que sería muy bueno que todos creyeran que ese mundo sabio, libre y razonablemente feliz realmente existe. Y por lo tanto, que es posible irlo construyendo sin prisas.
Y cuando el alcalde autorice un campo de golf, cuando al banquero le brillen los ojos de codicia o cuando el militar aconseje guerras preventivas y el científico diseñe armas refinadas, se les podría mirar fijamente y decirles: tu no podrías vivir en el buen mundo extrasolar, los que son como tu ya se habrán extinguido mucho antes de alcanzar el estado de civilización necesario. No eres más que un lastre de cuando fuimos monos codiciosos.
La tecnología, usada con respeto, les deja muchas horas libres. Por la mañana toman el sol rojizo de su estrella, y al atardecer se reúnen entre risas para comer con los amigos. Prefieren escribir versos que construir casas, y su principal afición es observar las grandes libélulas tornasoladas que, en ese mundo lejano, suelen volar junto a las playas.
Yo creo que se parecen un poco a esos sabios chinos que, hastiados de la corte y cansados de codicia y ambiciones vanas, se retiraban a meditar en las montañas. Pero allí hace un millón de años que murió el último Emperador, y las enredaderas ya devoraron completamente la sede del Partido. Todo regresó a la normalidad, ahora los hipopótamos retozan en los antiguos edificios de cristal donde algún día se hicieron negocios y se orquestaron guerras. Solamente los historiadores recuerdan lo que fueron los ejércitos, los gobiernos y la autoridad. ...seguir leyendo...
Me dirán ustedes que yo soy un poco simple y que todo eso no es más que una utopía libertaria. No lo negaré. Solamente les digo que sería muy bueno que todos creyeran que ese mundo sabio, libre y razonablemente feliz realmente existe. Y por lo tanto, que es posible irlo construyendo sin prisas.
Y cuando el alcalde autorice un campo de golf, cuando al banquero le brillen los ojos de codicia o cuando el militar aconseje guerras preventivas y el científico diseñe armas refinadas, se les podría mirar fijamente y decirles: tu no podrías vivir en el buen mundo extrasolar, los que son como tu ya se habrán extinguido mucho antes de alcanzar el estado de civilización necesario. No eres más que un lastre de cuando fuimos monos codiciosos.
Comentarios
Besos
Osti que bonic. Tot.
Antaño no había tecnología pero había esclavos. Coronas ha habido siempre, y hoy manda el dinero. Tal vez mañana mande la OPEP, pero siempre, como denominador común, el binomio lujo-miseria, como si uno no pudiera existir sin el otro.
En el mundo futurista de Isaac Asimov había muchos robots, y también había muchos problemas.