Breve informe sobre el comportamiento sexual de las mantis religiosas, ameles y empusas (I)
La revista "El Pollo Urbano" tuvo el atrevimiento de publicarme esta obscenidad el pasado Enero. Reproduzco el texto casi textualmente, en dos partes para no hacerlo tan indecente, y añadiendo algunos detalles más que he podido aprender desde entonces. Debo hacer notar que este artículo cuenta con dos fotos del sinpar Jesús Acín, pero esto no le hace culpable de las cochinadas que he escrito yo.
Espero no ofender a nadie al desvelar la historia íntima de ciertos insectos. Nadie debe darse por aludido, cualquier parecido con situaciones protagonizadas por personas es pura coincidencia. Además, es totalmente erróneo atribuir a los animales los defectos humanos, como gula, cobardía o pureza. Y más erróneo todavía en el caso de las virtudes. Pero como resulta divertido, por una vez (si os parece) nos tomaremos esta licencia.
Una mantis macho, de color marrón, y una hembra de color verde. El sexo no tiene nada que ver con el color, hay machos y hembras verdes y marrones indistintamente. Son (o parecen) muy expresivas, observad como la hembra mira a la cámara mientras que el macho parece algo asustado.
1-La vida sexual de las mantis religiosas
Los mántidos son insectos depredadores lejanamente emparentados con las cucarachas. Su mandíbula es fuerte y sus brazos están dotados de terribles espinas. Permanecen largo tiempo inmóviles al acecho, manteniendo los brazos plegados cerca de la cabeza como si estuvieran rezando. Es por ello que la especie más abundante en España, la mantis común, se conoce también con el nombre popular de Mantis religiosa o Insecto de Santa Teresa. Quien las haya estudiado de cerca sabrá que su cuello es articulado y que, a diferencia de otros insectos, suelen mirar con descaro a la cámara o al observador mientras levantan sus brazos en actitud de amenaza.
Pero lo más notable en la mantis religiosa son sus intensos y dramáticos hábitos sexuales, que sobrepasan ampliamente las últimas escenas de la mítica película "El imperio de los sentidos". La hembra supera al macho en tamaño, y aunque ambos son capaces de volar, es ella la que lo atrae valiéndose de su irresistible perfume. El macho puede olerla a gran distancia y acude al encuentro cegado de pasión, como Ulises hubiera acudido fatalmente a los cantos de las sirenas.
Cópula (interracial) de mantis religiosas, fotografiada magistralmente por mi amigo Jesús Acín. La segunda toma es un enigmático primer plano de los genitales.
La cópula dura horas, durante las cuales ambos individuos permanecen casi inmóviles. Pero hacia el final, la hembra levanta inesperadamente uno de los brazos con espinas y, sin mediar palabra, decapita al macho. Es en este momento y no antes cuando el macho, ya herido de muerte, puede fecundarla. En sus últimos estertores eyacula desesperadamente tratando de no morir sin descendencia. Después, la hembra lo devora como si fuera una más entre sus presas.
Los hijos de la pareja heredarán el apetito de la madre y el entusiasmo del padre, prorrogando año tras año este espectáculo que a algunos de nosotros nos parece atroz (pero hay que hacer notar que nuestra especie ha inventado la bomba atómica y la recalificación urbanística).
Podemos preguntarnos si ante este panorama, el macho podría optar por el celibato. Tal vez algunos mantis por pura cobardía prefieran morir vírgenes. Pero esta opción no es heredada por sus inexistentes hijos, de modo que no se puede propagar a la siguiente generación. De modo que la castidad cobarde no deja de ser una elección minoritaria en esta especie.
La única estrategia que podría usar el macho para salir de este laberinto que le obliga a morir para procrear sería algún tipo de eyaculación precoz. Así podría embarazar a la hembra y huir antes de su ataque. Pero, en realidad, la cópula es como una partida de ajedrez. Y podemos estar seguros de que si el macho no utiliza esta defensa, que le permitiría ser padre y salir con vida para conquistar otras hembras, es por que ella de algún modo debe impedírselo. No solamente quiere sus genes, también exige su cuerpo.
En este punto es preciso hacer dos importantes reflexiones. La primera atempera la atrocidad del acto mientras que la segunda la aumenta.
--Las mantis solamente viven un año. Después de cópula, la hembra agotará su energía poniendo los huevos y finalmente ella también morirá. Devorar al macho es lo más lógico, se trata de aprovechar toda la energía que ambos han acumulado, transfiriéndola a la siguiente generación. Si la hembra no devorase al macho, al cabo de unos días también moriría y sería comido pero por un pájaro o por las hormigas. El sacrificio durante el coito no es pues una monstruosidad sino una muestra de ahorro de energía y pragmatismo.
--Pero resulta que la hembra no se entrega solamente a un macho sino a todos los que puede. Se sabe de casos (Fabre lo describe) en que la hembra ha copulado hasta con seis machos, devorándolos a todos. En esta especie, la ninfomanía y la bulimia se presentan juntas. Supongo que cinco de ellos se han sacrificado en vano, mientras que solo uno la ha fecundado. ¿Tal vez el primero? ¿El de eyaculación más copiosa? ¿El de mejor sabor? Sin un conocimiento profundo de la vida uterina de las mantis, esto no son más que especulaciones.
En otras especies animales, los machos aprendieron a calmar la voracidad de las hembras ofreciéndoles un regalo. En ciertas arañas, el macho acude a la cita con una mosca adormecida y envuelta en telarañas, con la esperanza de poder escapar mientras la hembra ya fecundada se come a la mosca. Es más, Richard Dawkins afirma que la evolución inventó la tela de araña con este propósito, y luego se vio su aplicación a la caza ordinaria. También comenta que algunos machos aprendieron a escaparse con la mosca para ofrecerla a otra hembra y multiplicar de este modo sus posibilidades de paternidad sin necesidad de más moscas.
Entre los pájaros de numerosas especies este tipo de regalos rituales son la parte inicial del apareamiento. El caso del homo sapiens también es interesante pero queda fuera del alcance de este humilde y breve informe.
También podríamos pensar que tal vez alguna mantis hembra con tendencias románticas podría optar por no devorar a su marido. Y sin duda esto puede ocurrir, pero este acto compasivo la priva de una importante fuente de alimento, y la coloca en situación de desventaja respecto a las demás hembras que no renuncian a esta especie de pensión alimenticia. Tal vez no podría poner tantos huevos o tal vez serían más pequeños, con lo que esta conducta reduciría las posibilidades de que sus descendientes llegaran a reproducirse y tampoco perduraría para las generaciones futuras.
Continuará...
Espero no ofender a nadie al desvelar la historia íntima de ciertos insectos. Nadie debe darse por aludido, cualquier parecido con situaciones protagonizadas por personas es pura coincidencia. Además, es totalmente erróneo atribuir a los animales los defectos humanos, como gula, cobardía o pureza. Y más erróneo todavía en el caso de las virtudes. Pero como resulta divertido, por una vez (si os parece) nos tomaremos esta licencia.
Una mantis macho, de color marrón, y una hembra de color verde. El sexo no tiene nada que ver con el color, hay machos y hembras verdes y marrones indistintamente. Son (o parecen) muy expresivas, observad como la hembra mira a la cámara mientras que el macho parece algo asustado.
1-La vida sexual de las mantis religiosas
Los mántidos son insectos depredadores lejanamente emparentados con las cucarachas. Su mandíbula es fuerte y sus brazos están dotados de terribles espinas. Permanecen largo tiempo inmóviles al acecho, manteniendo los brazos plegados cerca de la cabeza como si estuvieran rezando. Es por ello que la especie más abundante en España, la mantis común, se conoce también con el nombre popular de Mantis religiosa o Insecto de Santa Teresa. Quien las haya estudiado de cerca sabrá que su cuello es articulado y que, a diferencia de otros insectos, suelen mirar con descaro a la cámara o al observador mientras levantan sus brazos en actitud de amenaza.
Pero lo más notable en la mantis religiosa son sus intensos y dramáticos hábitos sexuales, que sobrepasan ampliamente las últimas escenas de la mítica película "El imperio de los sentidos". La hembra supera al macho en tamaño, y aunque ambos son capaces de volar, es ella la que lo atrae valiéndose de su irresistible perfume. El macho puede olerla a gran distancia y acude al encuentro cegado de pasión, como Ulises hubiera acudido fatalmente a los cantos de las sirenas.
Cópula (interracial) de mantis religiosas, fotografiada magistralmente por mi amigo Jesús Acín. La segunda toma es un enigmático primer plano de los genitales.
La cópula dura horas, durante las cuales ambos individuos permanecen casi inmóviles. Pero hacia el final, la hembra levanta inesperadamente uno de los brazos con espinas y, sin mediar palabra, decapita al macho. Es en este momento y no antes cuando el macho, ya herido de muerte, puede fecundarla. En sus últimos estertores eyacula desesperadamente tratando de no morir sin descendencia. Después, la hembra lo devora como si fuera una más entre sus presas.
Los hijos de la pareja heredarán el apetito de la madre y el entusiasmo del padre, prorrogando año tras año este espectáculo que a algunos de nosotros nos parece atroz (pero hay que hacer notar que nuestra especie ha inventado la bomba atómica y la recalificación urbanística).
Podemos preguntarnos si ante este panorama, el macho podría optar por el celibato. Tal vez algunos mantis por pura cobardía prefieran morir vírgenes. Pero esta opción no es heredada por sus inexistentes hijos, de modo que no se puede propagar a la siguiente generación. De modo que la castidad cobarde no deja de ser una elección minoritaria en esta especie.
La única estrategia que podría usar el macho para salir de este laberinto que le obliga a morir para procrear sería algún tipo de eyaculación precoz. Así podría embarazar a la hembra y huir antes de su ataque. Pero, en realidad, la cópula es como una partida de ajedrez. Y podemos estar seguros de que si el macho no utiliza esta defensa, que le permitiría ser padre y salir con vida para conquistar otras hembras, es por que ella de algún modo debe impedírselo. No solamente quiere sus genes, también exige su cuerpo.
En este punto es preciso hacer dos importantes reflexiones. La primera atempera la atrocidad del acto mientras que la segunda la aumenta.
--Las mantis solamente viven un año. Después de cópula, la hembra agotará su energía poniendo los huevos y finalmente ella también morirá. Devorar al macho es lo más lógico, se trata de aprovechar toda la energía que ambos han acumulado, transfiriéndola a la siguiente generación. Si la hembra no devorase al macho, al cabo de unos días también moriría y sería comido pero por un pájaro o por las hormigas. El sacrificio durante el coito no es pues una monstruosidad sino una muestra de ahorro de energía y pragmatismo.
--Pero resulta que la hembra no se entrega solamente a un macho sino a todos los que puede. Se sabe de casos (Fabre lo describe) en que la hembra ha copulado hasta con seis machos, devorándolos a todos. En esta especie, la ninfomanía y la bulimia se presentan juntas. Supongo que cinco de ellos se han sacrificado en vano, mientras que solo uno la ha fecundado. ¿Tal vez el primero? ¿El de eyaculación más copiosa? ¿El de mejor sabor? Sin un conocimiento profundo de la vida uterina de las mantis, esto no son más que especulaciones.
En otras especies animales, los machos aprendieron a calmar la voracidad de las hembras ofreciéndoles un regalo. En ciertas arañas, el macho acude a la cita con una mosca adormecida y envuelta en telarañas, con la esperanza de poder escapar mientras la hembra ya fecundada se come a la mosca. Es más, Richard Dawkins afirma que la evolución inventó la tela de araña con este propósito, y luego se vio su aplicación a la caza ordinaria. También comenta que algunos machos aprendieron a escaparse con la mosca para ofrecerla a otra hembra y multiplicar de este modo sus posibilidades de paternidad sin necesidad de más moscas.
Entre los pájaros de numerosas especies este tipo de regalos rituales son la parte inicial del apareamiento. El caso del homo sapiens también es interesante pero queda fuera del alcance de este humilde y breve informe.
También podríamos pensar que tal vez alguna mantis hembra con tendencias románticas podría optar por no devorar a su marido. Y sin duda esto puede ocurrir, pero este acto compasivo la priva de una importante fuente de alimento, y la coloca en situación de desventaja respecto a las demás hembras que no renuncian a esta especie de pensión alimenticia. Tal vez no podría poner tantos huevos o tal vez serían más pequeños, con lo que esta conducta reduciría las posibilidades de que sus descendientes llegaran a reproducirse y tampoco perduraría para las generaciones futuras.
Continuará...
Comentarios
Saludos.
Lo cierto es que la comida y el sexo suelen estar bastante relacionadas en casi todas las especies.
Sexo multiétnico explícito !!!
Interesante documento.
Un abrazo.
(Queremos más)
òsties que bo!
Es un articulazo ¿para que queremos a Fabre?
No has cumplido tu pacto, mi venganza será terrible!!! :)