¿A quien podemos odiar a la hora de la siesta?
Dice Borges que No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Esto me parece un consejo acertadísimo, pero cada uno tiene sus limitaciones y cuando el otro día a la hora de la siesta sonó el teléfono, debo reconocer que mi segundo pensamiento fue odiar a la teleoperadora (el primero fue lamentar el estúpido error de no haberlo desconectado, por que me llaman sobre las 2 y pico cada día ).
En esta ocasión se trataba de venderme un nosequé de banda ancha. Mi respuesta, desde hace unos meses es siempre la misma (a ver si a alguien le sirve):
Señorita/o, debo notificarle que el artículo 15.1 de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal reconoce el derecho de aquel que ha sido incluido en bases de datos mecanizadas, a solicitar y obtener gratuitamente información de sus datos de carácter personal sometidos a tratamiento, el origen de dichos datos así como las comunicaciones realizadas o que se prevén hacer de los mismos. Es por ello que le solicito me informe de todos los datos que pudiera tener sobre mi, incluyendo el origen de la información, y acto seguido, la borren de inmediato (también al amparo de dicha ley).
Anteriormente, imitando la voz gangosa de un borracho, preguntaba por Cesarito (Don Cesar Alierta, presidente de Telefónica), alegando que de niños ambos habíamos estudiado en el Sagrado Corazón para que él mismo en persona me hiciera la oferta. O, si preguntaban por la señora de la casa, les decía que era yo con mi voz más varonil.
También probé a decir simplemente un me interesa mucho, un momento, ahora la atiendo, esperar tres minutos y decir de nuevo, disculpeme un segundo, y así sucesivamente.
Todavía antes les suplicaba que me dejaran en paz, pensando que los pobres podían hacer semejante cosa.
Y los días que me sentía bueno de verdad les decía simplemente Yo se que usted no tiene la culpa, no pierda el tiempo conmigo, no me interesa. Y los malos: No me interesa NADA de lo que usted pueda decirme.
La respuesta era siempre confusión, breve silencio, y un muchas gracias por su atención. Y a por el siguiente. Pero un día me dijeron: Usted debe enfadarse con su compañía de comunicaciones, que nos vendió sus datos. Y no conmigo.
En resumen, que no se a quien puedo odiar. Existe la mencionada ley y al parecer nadie hace ni caso, los pobres teleoperadores no son más que carne de cañón. La empresa que los explota en realidad obtuvo mis datos de Telefónica. La propia Telefónica (que en Europa ya empieza a ser comparada a Hernán Cortés) está en manos de muuuchos accionistas, a lo mejor alguno de ustedes queridos lectores tiene acciones de esa gran corporación y al llegar aquí ya está molesto por que piensa que le estoy ocasionando pérdidas. Entonces, ¿de quien es la culpa de las interrupciones de mi siesta?
Hace tiempo que pienso que este sistema que hay montado hace que los pequeños egoísmos y mezquindades de cada uno se apliquen, mediante una especie de ley de la palanca, al mismo punto. Con lo que se suman, alcanzan una fuerza brutal y son capaces de las mayores barbaridades. Y al mismo tiempo, se diluyen las responsabilidades.
Por ejemplo. Cuando se supo que Union Carbide había pactado una indemnización irrisoria para cada uno de los cientos de miles de afectados por el horrible accidente de Bhopal, las acciones de la compañía subieron de inmediato. Y me imagino que muchos señores que estaban cortando el cesped con la radio puesta, en la tranquilidad de sus hogares, respiraron aliviados al saber que los otros pobres habían sido no solamente aniquilados, si no también ultrajados al fijar un precio de risa por sus vidas.
Si hubiera posibilidad de arreglar el mundo, tal vez habría que ir pensando en cambiar estas cosas. Digo yo.
En esta ocasión se trataba de venderme un nosequé de banda ancha. Mi respuesta, desde hace unos meses es siempre la misma (a ver si a alguien le sirve):
Señorita/o, debo notificarle que el artículo 15.1 de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal reconoce el derecho de aquel que ha sido incluido en bases de datos mecanizadas, a solicitar y obtener gratuitamente información de sus datos de carácter personal sometidos a tratamiento, el origen de dichos datos así como las comunicaciones realizadas o que se prevén hacer de los mismos. Es por ello que le solicito me informe de todos los datos que pudiera tener sobre mi, incluyendo el origen de la información, y acto seguido, la borren de inmediato (también al amparo de dicha ley).
Anteriormente, imitando la voz gangosa de un borracho, preguntaba por Cesarito (Don Cesar Alierta, presidente de Telefónica), alegando que de niños ambos habíamos estudiado en el Sagrado Corazón para que él mismo en persona me hiciera la oferta. O, si preguntaban por la señora de la casa, les decía que era yo con mi voz más varonil.
También probé a decir simplemente un me interesa mucho, un momento, ahora la atiendo, esperar tres minutos y decir de nuevo, disculpeme un segundo, y así sucesivamente.
Todavía antes les suplicaba que me dejaran en paz, pensando que los pobres podían hacer semejante cosa.
Y los días que me sentía bueno de verdad les decía simplemente Yo se que usted no tiene la culpa, no pierda el tiempo conmigo, no me interesa. Y los malos: No me interesa NADA de lo que usted pueda decirme.
La respuesta era siempre confusión, breve silencio, y un muchas gracias por su atención. Y a por el siguiente. Pero un día me dijeron: Usted debe enfadarse con su compañía de comunicaciones, que nos vendió sus datos. Y no conmigo.
En resumen, que no se a quien puedo odiar. Existe la mencionada ley y al parecer nadie hace ni caso, los pobres teleoperadores no son más que carne de cañón. La empresa que los explota en realidad obtuvo mis datos de Telefónica. La propia Telefónica (que en Europa ya empieza a ser comparada a Hernán Cortés) está en manos de muuuchos accionistas, a lo mejor alguno de ustedes queridos lectores tiene acciones de esa gran corporación y al llegar aquí ya está molesto por que piensa que le estoy ocasionando pérdidas. Entonces, ¿de quien es la culpa de las interrupciones de mi siesta?
Hace tiempo que pienso que este sistema que hay montado hace que los pequeños egoísmos y mezquindades de cada uno se apliquen, mediante una especie de ley de la palanca, al mismo punto. Con lo que se suman, alcanzan una fuerza brutal y son capaces de las mayores barbaridades. Y al mismo tiempo, se diluyen las responsabilidades.
Por ejemplo. Cuando se supo que Union Carbide había pactado una indemnización irrisoria para cada uno de los cientos de miles de afectados por el horrible accidente de Bhopal, las acciones de la compañía subieron de inmediato. Y me imagino que muchos señores que estaban cortando el cesped con la radio puesta, en la tranquilidad de sus hogares, respiraron aliviados al saber que los otros pobres habían sido no solamente aniquilados, si no también ultrajados al fijar un precio de risa por sus vidas.
Si hubiera posibilidad de arreglar el mundo, tal vez habría que ir pensando en cambiar estas cosas. Digo yo.
Comentarios
En casa se sabe que de tres a cuatro no hay teléfono. Está siempre descolgado. La siesta es sagrada. Nadie nos llama, porque siempre saben que está descolgado.
Eso sí, los días en que como tú, cometo el error de olvidar descolgar, los atentos vendedores de ADSL, Tarjetas VISA sin cambiar de banco, prestadoras de servicios web, Ofertas de créditos-puente cash y similares, que parece que escudriñan mi ventana a ver si hoy descuelgo o no, interrumpen la siesta y es algo tremendo.
Me ha gustado el método del espere un momento y así cada 3 minutos repitiendo la espera.
Claro que siempre lo pagará el pobre mileurista encuestador y no el causante del problema...
Suerte esta tarde.
Donde mas dinero ganan es en los móviles, y ahí si que no van a putear a la gente (de momento).
-th
O en la ofertas para aprender idiomas, decirles que sí, que me interesaría mucho aprender checheno o ingusetio.
los buenos modales que me impongo con los operadores, a veces se desmoronan ante su insistencia, pobres.
otro asunto es cuando llamas tu como cliente a desatención al cliente, y tambien terminas como los telefoneadores del guión.
Resultado garantizado, nunca pasan de la opción número cinco.
Pero si tenemos tiempo (y paciencia) el método de th es el que más les duele, porque les obligan a hacer una media de llamadas mínima por hora.
Contra las grandes corporaciones, SIN PIEDAD. Ojo por ojo.....
Tu amigo anonimous.
Ya no tengo teléfono fijo, pero mientras lo tuve, dejaron de molestarme pasado un tiempo. Supongo que cuando cuelgas repetidamente, la acción queda reflejada en la base de datos.
Realacionar a estas empresas y sus intereses con la MUERTE de terceros me parece muy justo y acertado, y un punto de partida para reflexionar acerca de qué responsabilidades reales tenemos desde el momento en que nos hacemos sus súbditos de pago.
Terrible.
:(