A través del tronco de la sequoia
Solamente tuvimos un día de primavera para poder visitar el parque del Yosemite (lo habré contado alguna vez), que es un lugar en el que uno gustosamente pasaría una vida entera. Fuimos a media tarde a conocer las sequoias, pero antes de llegar a las sequoias hay unas coníferas que ya son enormes, absolutamente magníficas, y más cuando los rayos de sol cruzan el bosque en diagonal, iluminando el aire cargado de polen embriagador que reluce como la luz zodiacal.
De pronto, una gran piña se desprendió de su rama en lo más alto del bosque y tardó unos segundos en llegar al suelo, rebotando de rama en rama hasta llegar a los pies de mi amigo el matemático R., que ahora vive en Ecuador. Entre risas dijo que ver aquella piña cayendo ya había merecido todo el viaje, pero yo entoces no supe entenderle.
Cuando finalmente aparecieron las sequoias, los dos insistimos en entrar en un gran tronco caído, que ya estaba allí en los tiempos de John Muir. Siguiendo a unos (otros) turistas nos agachamos para entrar a conocer el interior de la sequoia, como Alicia detrás del conejo. Fuimos pasando y pasando por pasos cada vez más estrechos, yo haciendo fotos y él esperando pacientemente. Por fin, después de haber tenido que reptar los últimos metros, llegamos al otro lado, y salimos de nuevo al mundo de Alicia, que es tan vulgar (o tal vez tan maravilloso) como este desde donde ustedes ahora me están leyendo.
Comentarios
Debe ser impresionante.
Tendría gracia pasar un día entero viendo lo que pasa en un punto concreto de uno de esos bosques tan magníficos.
Sábio el comentario del matemático. Digno de Vd.
Muchas entradas del blog me recuerdan al concepto de "sentimiento oceánico" que menciona André Comte-Sponville y usaba Freud para describir ciertas experiencias místicas. Ya sabe, esa misteriosa sensación de naturalidad, de plenitud, de unidad, eternidad o serenidad (¿No era esto lo de las lagartijas?).
La sensación de ser uno con el todo en la naturaleza. Romain Rolland lo denominó "sentimiento oceánico" porque lo ilustraba con la ola o la gota de agua que son uno con el océano.
Un saludo
Conocí a la mujer que me ha llevado a vivir a Ecuador y formar una familia, un día de Febrero de 2007 en una playa de su país. Recuerdo que estábamos charlando y cayó un coco de la palmera que nos hacia sombra para ir rodando hasta nuestros pies. Yo le dije que era una señal...
Tengo grandes recuerdos de nuestra visita a Yosumite. Allí uno se siente una hormiga, impera la magia de la naturaleza.
También recuerdo muy bien al escalador andaluz que conocimos justo antes de que iniciara la ascensión al Gran Capitán (uno de los desafíos más grandes para un escalador). Muchas veces he pensado en él. Todos los retos en la vida deberían empezarse con la serenidad que él trasmitía.
Saludos desde la tierra del fuego.
Yo sigo en la ciudad-dormitorio y ahora practico sobretodo el viaje interior :)
Me hace mucha ilusión recibir tu mensaje apreciado R. !
Un abraçada frikosal ;)
Ricard
Un abrazo
Saludos!
Es tremendo lo de las 60 horas. Aprovecha los momentos libres, si puedes, para salir de la ciudad. A veces ver aunque solamente sea un saltamontes o una lagartija ya puede ser una gran ayuda, si se sabe mirar.
Un abrazo.