Instantes en la vida del viejo dragón

Alquilamos una casita en las Alpujarras para pasar una semana hace un par de veranos. Era un lugar realmente remoto, desde la ventana no se veía ninguna otra construcción y la verdad es que a pesar del terrible calor lo pasamos muy bien.

Después de haber pasado todo el día en el, persiguiendo libélulas, que enorme placer sentarme al fresquito del anochecer en la terraza y leer los cuentos de la Alhambra de Washington Irwing con el ojo derecho y mientras tanto con el izquierdo observar la actividad cazadora de los pequeños dragones. Fíjense como este mira al pequeño insecto con ojos de gula:

Te pillé, una suculenta polilla, nada menos:

Yo se que algunos me van a criticar que utilice la palabra dragón para referirme a la Tarentola mauritanica, pero es así como se llamaban en mi ciudad-dormitorio y -con el debido el respeto a los habitantes de Salamanca- la palabra dragón me parece mucho más adecuada que "salamanquesa" para estos reptiles.

Había un gran dragón (ver la foto anterior) que lucía claras cicatrices de haber perdido la cola en un combate. Parecía ser el dueño de toda la pared, a la que acudían los insectos más variados atraídos por la luz de una bombilla, y me recordó a un animal parecido que Gerald Durrell describe en "Mi familia y otros animales". Una de las noches, otro dragón entró en la zona y yo tuve que aparcar mi lectura, temiendo que lucharían por el dominio del territorio. Pero no fue así, el intruso no fue mal recibido e incluso por un momento se hicieron algunas carantoñas (ver foto) que me hicieron abrigar esperanzas de poder presenciar la cópula. A lo mejor eran simplemente viejos amigos.

Todas estas fotos están hechas a la luz de flashes, pero una mañana pude fotografiar a mi amigo el viejo dragón con luz de día. Como el baño estaba fuera de la casa, para poder utilizarlo había que pasar por la terraza y una mañana le sorprendí al lado de unos cables eléctricos. Con la luz suave de esa sombra, todavía fresca a primera hora de la mañana, me pareció incluso más bonito.

Ahora todo eso ya no son más que recuerdos. En la ciudad dormitorio las salamanquesas son casi tan escasas como los sabios dragones, ya extinguidos, que se alimentaban de suculentas princesas. Además, aquí una terraza cuesta un potosí, de modo que yo ahora estoy encerrado en mi guarida, que solamente da al cielo raso.

PS. Yo se que la calidad de las fotos en miniatura, tal como las deja blogspot, no es buena. Pero es que me da una pereza terrible todo lo que sean ordenadores. Si alguno de ustedes es capaz de encontrar una solución fácil que yo pueda entender, se lo agradeceré. Entretanto, pinchen para ampliárlas.