La chica de la cinta de al lado
Son tiempos convulsos. Mi instintiva tendencia a buscar alivio contando mis problemas me haría escribir entradas sobre cosas demasiado personales que ocurrieron hace muchos años. Personas amigas y sensatas me aconsejan, creo que acertadamente, que lo piense dos veces antes de pulsar el botón naranja de "Publicar entrada".
Sin embargo, no puedo resistirme a contarles el caso de la chica de la cinta de al lado. Yo siempre he tenido problemas de dolores musculares de todas clases, y para tratar de mantenerme en un estado más o menos regular, desde hace algo más de un año voy a un gimnasio. Cuando no tengo tiempo o no puedo salir al monte, andar en una cinta inclinada, nadar, o mover la elíptica puede ser algo así como un sucedáneo aceptable. Allí, en la elíptica, fue donde por primera vez me fijé en la chica de la cinta de al lado (una elíptica es un cruce entre una cinta de correr y una bicicleta estática).
Sin más que entrar en la gran sala llena de aparatos y música atronadora, ya se oye un "pam-pam-pam-pam-pam..." rapidísimo, que puede incluso vencer a la horrible música. Es casi sísmico: es ella. Tendrá unos 30 años, más o menos, lleva el cabello largo, rubio, y hace retumbar toda la sala con sus pasos. Nada de esto es excepcional. La señal de alarma se me disparó un día que la vi al entrar a las 9 de la mañana, llegando a la piscina, y volví a verla, exactamente igual, a las 2 del mediodía cuando regresé a buscar el bañador olvidado. "pam-pam-pam-pam-pam..".
A la mañana siguiente me puse detrás de ella y miré lo que marcaba la pantalla de su máquina (se que es de mala educación mirar la pantalla de otra persona). Marcaba: 185 pulsaciones, unas 1500kcal/hora. Mantiene este ritmo durante cuatro o cinco horas al día. Esto es una barbaridad absoluta. En el bar del gimnasio pude averiguar algo más. Antes practicó algún deporte de competición, ahora está en el paro y se pasa el día allí. Pero no disfruta. Su cara es de intenso sufrimiento, como si fuera una santa sufriendo martirio. Me gustaría fotografiarla para que pudieran verla. Seguramente su cuerpo debe segregar endorfinas o que se yo.. alguna especie de droga que ella misma sintetiza y que le permite olvidarse de otros males.
No se si fue San Agustín en el Civitas Dei o (más probablemente) René Safont en sus Reflexiones quien dijo que solamente hay un sendero que conduce al cielo, pero que son diversos los infiernos y que se puede llegar a ellos por caminos muy variados. Alguien habrá tenido que diagnosticar esta conducta, a los sabios les gusta poder etiquetar las cosas con precisión. Esto, por fuerza, debe de ser un desorden mental. Busco un poco en la red y lo descubro: Vigorexia, se llama, al parecer, a este exceso desenfrenado de ejercicio físico, que en último extremo conduce a la muerte.
¿Es de mala educación decirle a alguien que se está matando? No para los responsables del gimnasio, a quienes probablemente les desagradaría verla caer de la elíptica como un pajarito. Yo no me he atrevido. Me gustaría ser capaz de acercarme un día y decirle que en el mundo, aunque sea un lugar terrible, hay un rincón donde todos puede encontrar paz. O eso creo, eso debo creer. Pero no me atreveré a hacerlo, me da un miedo atroz que me malinterprete.
Sin embargo, no puedo resistirme a contarles el caso de la chica de la cinta de al lado. Yo siempre he tenido problemas de dolores musculares de todas clases, y para tratar de mantenerme en un estado más o menos regular, desde hace algo más de un año voy a un gimnasio. Cuando no tengo tiempo o no puedo salir al monte, andar en una cinta inclinada, nadar, o mover la elíptica puede ser algo así como un sucedáneo aceptable. Allí, en la elíptica, fue donde por primera vez me fijé en la chica de la cinta de al lado (una elíptica es un cruce entre una cinta de correr y una bicicleta estática).
Sin más que entrar en la gran sala llena de aparatos y música atronadora, ya se oye un "pam-pam-pam-pam-pam..." rapidísimo, que puede incluso vencer a la horrible música. Es casi sísmico: es ella. Tendrá unos 30 años, más o menos, lleva el cabello largo, rubio, y hace retumbar toda la sala con sus pasos. Nada de esto es excepcional. La señal de alarma se me disparó un día que la vi al entrar a las 9 de la mañana, llegando a la piscina, y volví a verla, exactamente igual, a las 2 del mediodía cuando regresé a buscar el bañador olvidado. "pam-pam-pam-pam-pam..".
A la mañana siguiente me puse detrás de ella y miré lo que marcaba la pantalla de su máquina (se que es de mala educación mirar la pantalla de otra persona). Marcaba: 185 pulsaciones, unas 1500kcal/hora. Mantiene este ritmo durante cuatro o cinco horas al día. Esto es una barbaridad absoluta. En el bar del gimnasio pude averiguar algo más. Antes practicó algún deporte de competición, ahora está en el paro y se pasa el día allí. Pero no disfruta. Su cara es de intenso sufrimiento, como si fuera una santa sufriendo martirio. Me gustaría fotografiarla para que pudieran verla. Seguramente su cuerpo debe segregar endorfinas o que se yo.. alguna especie de droga que ella misma sintetiza y que le permite olvidarse de otros males.
No se si fue San Agustín en el Civitas Dei o (más probablemente) René Safont en sus Reflexiones quien dijo que solamente hay un sendero que conduce al cielo, pero que son diversos los infiernos y que se puede llegar a ellos por caminos muy variados. Alguien habrá tenido que diagnosticar esta conducta, a los sabios les gusta poder etiquetar las cosas con precisión. Esto, por fuerza, debe de ser un desorden mental. Busco un poco en la red y lo descubro: Vigorexia, se llama, al parecer, a este exceso desenfrenado de ejercicio físico, que en último extremo conduce a la muerte.
¿Es de mala educación decirle a alguien que se está matando? No para los responsables del gimnasio, a quienes probablemente les desagradaría verla caer de la elíptica como un pajarito. Yo no me he atrevido. Me gustaría ser capaz de acercarme un día y decirle que en el mundo, aunque sea un lugar terrible, hay un rincón donde todos puede encontrar paz. O eso creo, eso debo creer. Pero no me atreveré a hacerlo, me da un miedo atroz que me malinterprete.
Comentarios
Hazlo.
Bunos días Frikosal.
Por lo poco que sé de ti, creo que tienes todas las habilidades para acercarte y hablar con ella, pues emanas mucha sensibilidad y tendresa.
Es bueno hacer algo, como recordarle el número de pulsaciones de su corazón. Seguro que sabrás encontrar la manera. Todos sabemos que las interpretaciones de los actos son lo que son, pero todo acercamiento con centro no daña a nadie, porque no juzga ni hiere; sólo manifiesta.
Un abrazo.
De todas formas me atrevería a asegurar que esta chica seguro que cuenta con apoyos, que ya le han intentado ayudar, pero la fase de negación del problema y de no querer enfrentar la realidad también está ahi.
Es posible que haya personas cercanas, personas que la quieren y que están sufriendo, esperando a que ella dé alguna pequeña muestra de necesitar ayuda. Y, esperan, estando al lado.
Pero nunca está de más, que en el gimnasio haya alguien que también se acerque a ella, con cualquier otra escusa o conversación.
Ahora, me sumo a las palabras de Joselu, ¿estamos dispuestos a ser parte de una Relación de Ayuda?
A ver, si alguien se va a matar, posiblemente, seas tú.
No sé quien te habrá recomendado la cinta a tu edad y con problemas musculares. El gimnasio, después de los 30, o se practica casi a diario, suavemente, o mejor no hacerlo: hipertrofiarás tu corazón peligrosamente, y esos picos de tensión arterial esporádicos entre sedentarismo y sedentarismo solo te pueden ayudar a causar un disgusto, además es un deporte de impacto, altamente dañino para las articulaciones, y vas a orientar fatalmente tus neuroreceptores: en cuanto salgas al monte te darás cuenta de la diferencia entre caminar, trotar, o salir a la montaña (el mejor deporte entre los 40 y 70 años), y caminar por una cinta: pierdes la propioceptividad, monocultivarás determinados ejes de movimiento, por seguir el símil, estás matando la variedad natural del movimiento de tu cuerpo, y eso solo te va a causar artrosis, a la larga, y a la corta más desequilibrios musculares.
Esta chica probablemente tenga problemas, pero, pese a lo que nos cuentan, no conozco a nadie que haga 5 horas de deporte al día y la palme, los que palmamos en la cinta somos los que hacemos 1 hora cada 3 días.
Con tu creatividad, cualquier paseo, por mucho que sea una ciudad dormitorio, te dará mejor salud que las dichosas cintas, siempre y cuando sea a buen ritmo, variado en cuestas, giros, tipos de terreno, etc...y no hay que descuidar el placer estético de descubrir rincones, ponte buena música al oído, evita el chunda-chunda, y verás como todo fluye.
Un gimnasio puede ser un santuario formidable, no rompas esa sensación porque los depresivos sufren un 50% más de infartos, pero los deprimidos (que es muy diferente) son actualmente los principales candidatos a morir precozmente.
Al menos piénsatelo, su gimnasio y el tuyo.
O vete a un fisioterapeuta con experiencia en entrenamiento deportivo, sabrá convertir tu rutina en un goce cardiosaludable.
Igual la moza disfruta ese sufrimiento agónico. Los caminos del placer son inescrutables.
Por otra parte, casi te puedo asegurar que 185 pulsaciones no puede mantenerlas durante cuatro o cinco horas. Sería una superdeportista de élite, probablemente negra.
En nuestra vida diaria nos cruzamos con decenas de personas que llevan a las espaldas tremendos pesares y sufrimientos. Por eso hay que intentar ser, ante todo, buena persona.
Un saludo.
El tema es complicado. Hay gente que habla con ella, no está abandonada. Kikiricabra, al parecer fue deportista de élite, siempre que la miro marca 180 o 185. Cuesta creerlo, es una burrada, ¿no?. Pero es lo que he visto, igual en parte es casualidad. Me siento como un voyeur mirando su pulsometro.
Ya sabes, ahora decide tú.
Algun dia me gustaría ver una entrada made in Frikosal que comparase el entreno y esfuerzo de un ciclista y el de un futbolista. Ciertamente, 35h a la semana son las horas de entreno normales para un profesional de ciclismo asi que si echamos cuentas no parece que esté sobreentrenando la chica.
La enfermedad que comentas parece más dirigida a los que se toman papilla, hacen 4 pesas y se les infla el músculo a tamaños antinaturales no? :-)
PD: creo que no se nota en mi comentario que yo tambien abuso de vez en cuando de las dos ruedas no? eso sí, siempre en el campo. Hoy Collserola respiraba humedad por fin! :-)
La función hedonista del deporte no se consigue durante la práctica, sino en el reposo posterior. Unos cuerpos aguantan más que otros, y disfrutan más que otros, pero el deporte de élite no es sano, ninguno.
La vigorexia es una enfermedad, y como tal precisa un diagnóstico "médico". Me temo que en el bar del gimnasio no se va conseguir eso. Pero si de verdad lo piensas a lo mejor puedes hablar con ella después de la ducha, cuando el cuerpo comienza a sentir ese placer...
Uno de los mayores placeres para mi es correr un maratón y del 30 en adelante suele ser sufrir, la lucha entre las piernas que te piden parar y la cabeza que manda seguir, vencer esa batalla es algo magnifico.
Conozco mucha gente que entrena mucho y para nada son vigorexicos, la cuestión es que el deporte no te absorba del resto de tu vida y que no sea una obsesión compulsiva.
Yo por ejemplo entreno mucho, pero tengo mi vida social, mis comilonas , salgo de juerga...
No digo que ella no lo sea pero si esta parada y no tiene otra cosa que hacer lógico que eche su tiempo en algo que le guste, como otro se puede dedicar a leer libros, ver películas,...
Piense si no, que puede pensar mucha gente de alguien que se va de madrugada al monte a hacer fotos, mucha gente dirá que esta mal de la cabeza.
Entonces, muchas veces, ya no es necesario decir nada.
No le dices nada directamente, ella puede analizarlo tranquilamente desde su casa.Y ver que te has preocupado por su salud,sin ninguna otra intención.
Solo es una idea.
Salut!