Tres historias de serpientes (III)
(viene de aquí)
El día después de haber rescatado a la culebra de escalera, me fui de nuevo al río, como siempre con la ilusión de sorprender a la mítica culebra de agua, pero esta vez fuera del agua. Y debo decir que ese día mejor me hubiera quedado en casa.
Ya nos advirtió Heráclito de que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, pero esta vez el cambio fue demasiado grande. Cuando ya estaba dentro del agua con la cámara al cuello, me dí cuenta: el agua casi estancada estaba llena de una especie de uvas negras hinchadas que flotaban perezosamente. No eran uvas, si no excrementos de cordero. Alguien había llevado un rebaño a abrevar (cosa que seguramente tiene todo el derecho a hacer). Siempre he temido a las multitudes, incluso las de corderos.
Asqueado por tanta porquería flotando a mi alrededor, dí media vuelta para salir de allí cuanto antes. Por donde han pasado los rebaños siempre hay parásitos, por lo menos pulgas y garrapatas e incluso una vez vi a la muy asquerosa sanguijuela en un río frecuentado por vacas.
Me esperaba una sorpresa algo macabra: Allí, en mitad del río, estaba la culebra de agua, flotando panza arriba entre las bolas hinchadas de caca de cordero. Muerta, sin posibilidad de resucitar. La saqué del agua con un palito para poderla ver y rendirle justo homenaje. Era un ejemplar pequeño que apenas debía de estar empezando a descubrir como ser una serpiente. Después de haberla buscado tanto, me dio verdadera pena verla alli tumbada con la mirada vidriosa, el cuerpo deforme y la sonrisa helada por el rigor mortis. Imagino (quiero imaginar) que los corderos la pisaron al entrar en masa al río para beber.
Yo había pedido poder fotografiar la culebra de agua fuera del agua. Hay que tener mucho cuidado con los deseos, por que a veces se cumplen. Ya me marchaba cuando una mosca acudió a darle un beso en los labios a la serpiente muerta.
Y con este beso hubieran terminado mis vacaciones por lo que a reptiles se refiere, de no ser por la providencial aparición de uno de mis animales míticos: el lagarto ocelado. Pero de eso hablaremos otro día.
El día después de haber rescatado a la culebra de escalera, me fui de nuevo al río, como siempre con la ilusión de sorprender a la mítica culebra de agua, pero esta vez fuera del agua. Y debo decir que ese día mejor me hubiera quedado en casa.
Ya nos advirtió Heráclito de que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, pero esta vez el cambio fue demasiado grande. Cuando ya estaba dentro del agua con la cámara al cuello, me dí cuenta: el agua casi estancada estaba llena de una especie de uvas negras hinchadas que flotaban perezosamente. No eran uvas, si no excrementos de cordero. Alguien había llevado un rebaño a abrevar (cosa que seguramente tiene todo el derecho a hacer). Siempre he temido a las multitudes, incluso las de corderos.
Asqueado por tanta porquería flotando a mi alrededor, dí media vuelta para salir de allí cuanto antes. Por donde han pasado los rebaños siempre hay parásitos, por lo menos pulgas y garrapatas e incluso una vez vi a la muy asquerosa sanguijuela en un río frecuentado por vacas.
Me esperaba una sorpresa algo macabra: Allí, en mitad del río, estaba la culebra de agua, flotando panza arriba entre las bolas hinchadas de caca de cordero. Muerta, sin posibilidad de resucitar. La saqué del agua con un palito para poderla ver y rendirle justo homenaje. Era un ejemplar pequeño que apenas debía de estar empezando a descubrir como ser una serpiente. Después de haberla buscado tanto, me dio verdadera pena verla alli tumbada con la mirada vidriosa, el cuerpo deforme y la sonrisa helada por el rigor mortis. Imagino (quiero imaginar) que los corderos la pisaron al entrar en masa al río para beber.
Yo había pedido poder fotografiar la culebra de agua fuera del agua. Hay que tener mucho cuidado con los deseos, por que a veces se cumplen. Ya me marchaba cuando una mosca acudió a darle un beso en los labios a la serpiente muerta.
Y con este beso hubieran terminado mis vacaciones por lo que a reptiles se refiere, de no ser por la providencial aparición de uno de mis animales míticos: el lagarto ocelado. Pero de eso hablaremos otro día.
Comentarios
Leyendo muchos de tus brillantes párrafos, a veces da la impresión de que no fuiste al colegio.
Qué bueno.
:)
Muchas gracias, me encanta que te guste pero por favor no me sobreestimes. Ayer entre solo de reojo en tu espacio, prometo mirarlo cuando tenga tiempo.
Mosquito,
No te preocupes que ya te entendia (pero he corregido el error). Algo de eso hay, nunca me gusto el colegio.
Hoy ya ha caido la primera nevada del otoño en las cimas y la foto desde Monrepós era maja.
Salut
Pako
Jordi D.