Los pescadores y las perlas
Este es el triste cuento de un pescador pobre y sin amigos poderosos que una mañana de Marzo salió a la mar después de haberse despedido alegremente de su mujer. Después de unas horas, estando a la vista de la costa, al izar su pequeña red notó una tensión inusual en el cabo que resultó deberse a una descomunal perla, brillante como el sol y tan espléndida que su descripción yo no puedo ni tan siquiera intentar. En manos de un hábil mercader, aquella perla hubiera permitido obtener fabulosas ganancias, suficientes para que nada les faltase a los hijos de sus hijos. Y en manos de un príncipe, hubiera servido de aval para pedir créditos, conquistar un vasto imperio y ser coronado Emperador.
El pescador, que era pobre pero sabio, ya sabía que esta clase de cuento solamente podía terminar mal puesto que él no era ni príncipe ni mercader y la perla solamente le traería desgracias: ser víctima de estafas o robo, o incluso asesinato, o en el mejor de los casos ver como otros se aprovechaban de su perla. Después de haber reflexionado largamente, maldijo la mala suerte de haber encontrado una perla tan sumamente grande y no una perlita pequeña a la medida de un pobre pescador y de su mujer. Y la volvió a tirar al mar, cerrando los ojos para no deslumbrarse con su brillo.
Puso proa a la playa esperando encontrar preparado el humilde y delicioso arròs a banda de cada viernes. Pero cuando hubo desembarcado y descargado los escasos peces que traía, se encontró la casa vacía y una nota firmada por su mujer que decía: Vi el cegador brillo de la perla. Yo no merezco a un mediocre que no se atrevió a tratar de aprovechar su buena suerte.
Yo me pregunto: ¿Era el pescador sabio o en realidad cobarde? ¿Hizo bien su mujer? ¿Han muerto muchos pescadores valientes con su perla entre las manos? ¿Qué debemos hacer con esas enormes perlas? ¿Es cierto que hay una de esas esperando en la vida de cada uno de nosotros, que muchos las volvemos a tirar por cobardía y que solamente los grandes se han atrevido a jugarlas? ¿Cuales son las perlas que les están esperando a ustedes? ¿Han probado el arròs a banda como el que hacía mi abuela?
El pescador, que era pobre pero sabio, ya sabía que esta clase de cuento solamente podía terminar mal puesto que él no era ni príncipe ni mercader y la perla solamente le traería desgracias: ser víctima de estafas o robo, o incluso asesinato, o en el mejor de los casos ver como otros se aprovechaban de su perla. Después de haber reflexionado largamente, maldijo la mala suerte de haber encontrado una perla tan sumamente grande y no una perlita pequeña a la medida de un pobre pescador y de su mujer. Y la volvió a tirar al mar, cerrando los ojos para no deslumbrarse con su brillo.
Puso proa a la playa esperando encontrar preparado el humilde y delicioso arròs a banda de cada viernes. Pero cuando hubo desembarcado y descargado los escasos peces que traía, se encontró la casa vacía y una nota firmada por su mujer que decía: Vi el cegador brillo de la perla. Yo no merezco a un mediocre que no se atrevió a tratar de aprovechar su buena suerte.
Yo me pregunto: ¿Era el pescador sabio o en realidad cobarde? ¿Hizo bien su mujer? ¿Han muerto muchos pescadores valientes con su perla entre las manos? ¿Qué debemos hacer con esas enormes perlas? ¿Es cierto que hay una de esas esperando en la vida de cada uno de nosotros, que muchos las volvemos a tirar por cobardía y que solamente los grandes se han atrevido a jugarlas? ¿Cuales son las perlas que les están esperando a ustedes? ¿Han probado el arròs a banda como el que hacía mi abuela?
Comentarios
Aquí solemos decir, que paellas como las de casa, no se comen en ningún lado (La casa de cada uno, por supuesto)…jajaja…
Petons
¿Si un día se encuentra un 24mm f/1.4 lo tirará al mar?
La culpa no la tiene él, si no los hombres que lo rodean.
Yo no la ubriera arrojado al mar, la ubriera guardado bien escondida para contemplarla en secreto todos los días (en realidad posiblemente ubriera tratado de venderla, pero me gusta pensar en haría lo primero :P)
En cuanto a mi perla, para cuando llegue, algún homo sapiens ya habrá encontrado la manera de explotarla y quitarle todo su valor exponiendolá al mundo comercial y materialista. Mi perla es viajar por el mundo a lugares inospitos y tengo que esperar unos cuantos añospara poder lograrlo.
...de perlas y familias de pescadores.
...de caminos con viajes,...o con viaje en singular.
Pero, como ya se ha dicho,...por favor,...me puedo quedar con la pregunta final?
(...en mi espacio,...soy conocedora en bastantes Km^2, de nidos donde se establecen y nos saludan cigüeñas...)
Beso.
B.N.C.M.
Supongo que estos pensamientos me condenan de por vida a ser un pobre pequeño burgues...
- el pescador era sabio
- no hizo bien su mujer, la perla más grande era su humilde pescador
- No se si han muerto muchos pescadores valientes con su perla entre las manos, pero, muchos por no decir todos se ciegan con su resplendor
- si se encuentra una de esas perlas se debería observar su belleza y resplandor y dejarla
- es posible que nos espere una de esas perlas en nuestra vida pero uno no debe esperarla y cuando se tenga no cegarse en ella.
- Mi gran perla es la gente que me rodea
- No he tenido el placer de probar el arròs a banda como el que hacía su abuela, si uds se acuerda de la receta y quiere invitarme la aceptaré con mucho gusto.
Un americano le pregunta a un pescador sobre el número de peces que captura por día. A lo que el pescador responde: sólo los que necesito para comer.
Rápidamente el americano trata entonces de convencer a nuestro pescador a que se transforme en un emprendedor y que empiece a pescar más, para así tener dinero para comprar redes y barcos; para iniciar después su empresa de pesca y poder contratar gente y actuar como agente de cambio; para tener posteriormente más dinero para comprar más barcos y poner plantas procesadoras en diferentes partes del país; y para invertir en otras empresas relacionadas: camiones, tiendas de conveniencia, hasta comercio electrónico. El americano iba a continuar con sus recomendaciones de emprendedor cuando el pescador lo interrumpe y le pregunta:
¿Y todo eso para qué; señor?
¿Cómo que para qué? – respondió muy sorprendido el americano
– Pues para tener éxito y para ganar dinero desde luego.
Y ¿eso para qué?, le vuelve a preguntar el pescador.
responde el americano - Para hacer las cosas que estoy haciendo ahora, yo he trabajado mucho durante toda mi vida,he ganado mucho dinero, ahora tengo muy buenos ahorros que me han permitido retirarme a vivir aquí; y puedo disfrutar la vida y salir a pasear y pescar todos los días.
Y ¿qué cree usted que he estado haciendo todos estos años?
precisamente eso, concluye nuestro pescador.
Esta es otra experiencia, extraída de casa de mi amigo Arturo:
...
En un puerto de la costa oeste de Europa hay un hombre pobremente vestido que dormita tumbado en una
barca. En ese momento, un turista ataviado con clase ajusta una película de color a su cámara para
fotografiar la estampa idílica: cielo azul, mar verde de olas apacibles con crestas blancas como la nieve, barco negro, gorra roja de marinero. Clic. Otra vez: clic, y como a la tercera siempre siempre va la vencida, otra vez más: clic. El ruido áspero y casi hostil despierta al pescador, que se levanta somnoliento y busca a ciegas su cajetilla de tabaco sin sacudirse la modorra; pero, antes de encontrarla, el turista se la pone con diligencia delante de las narices y, aunque no se lo ha metido en la boca, le coloca un cigarrillo en la mano; con un cuarto clic, el del mechero, finaliza su rápido gesto de cortesía. Este exceso de amabilidad (difícil medirlo e imposible probarlo) propicia la situación embarazosa que el turista, conocedor de la lengua del país, intenta salvar iniciando una conversación.
- Hoy tendrá buena pesca.
El pescador niega con la cabeza.
- Pero si me han dicho que el tiempo es perfecto para eso.
El pescador niega con la cabeza.
- ¿No va a faenar?
El pescador niega con la cabeza. Crece el nerviosismo del turista, a quien sin duda le preocupa de corazón el bienestar del hombre pobremente vestido. Le hiere que pierda tan buena oportunidad.
...
El arroz a banda de su abuela no lo he probado, por aquí no se hace. Sí el caldero.
- Vaya, ¿se encuentra mal?
Por fin el pescador pasa del lenguaje de signos al lenguaje hablado. “Estoy estupendamete”, dice.
“Estoy mejor que nunca”. Se levanta, se despereza como si quisiera presumir de su consitución formidable y atlética. “Estoy la mar de bien”.
El rostro del turista se entristece, no puede reprimir más la pregunta que amenaza con hacerle explotar el corazón: “Entonces, ¿por qué no sale a faenar?”
La respuesta es inmediata y breve:
- Porque ya he faenado de madrugada.
- ¿Buena pesca?
- Tan buena que no necesito salir otra vez. Tengo cuatro cigalas en los cestos y he pescado casi dos docenas de jurelos.
El pescador, finalmente despierto, rompe el hielo palmeándole tranquilizadoramente la espalda al turista, cuyo rostro preocupado le parece algo improcedente, pero conmovedor.
- Tengo suficiente, incluso para mañana y pasado mañana - dice para consolar el alma del extranjero. -
¿Quiere un cigarrillo?
- Sí, gracias.
Cada uno se lleva su cigarrillo a la boca. Quinto clic. Ahora el extranjero, moviendo la cabeza de un lado a otro, se apoya a un lado de la barca y suelta la cámara. En este momento necesita ambas manos para enfatizar su discurso.
- No es que quiera inmiscuirme en sus asuntos – dice -, pero imagínese que hoy sale por segunda, tercera, incluso quizás cuarta vez a faenar. Pescaría tres, cuatro, cinco, quizas diez docenas de jurelos. Imagíneselo.
El pescador asiente.
- En un año como mínimo podría comprarse un motor; en dos años, otra barca; en tres o cuatro, quizás un pequeño balandro. Lógicamente, con dos barcas o un balandro pescaría mucho más… En un futuro tendría dos balandros, podría…- el entusiasmo le ahoga la voz por un instante. -Se haría construir una pequeña cámara frigorífica, quizás una nave para ahumar pescado, después una fábrica de conservas, volaría con su propio helicóptero para descubrir bancos de peces e informar por radio a sus balandros.
Podría adquirir licencias, abrir un restarurante de pescado, exportar los bogavantes directamente a París sin intermediarios…Y después…- de nuevo el entusiasmo le deja sin habla. Negando con la cabeza, con el corazón profundamente conmovido, con su alegría vacacional ya casi perdida, el turista contempla cómo fluye el auga en la que los peces brincan en libertad.
“Y después”, dice, pero otra vez la excitación le toma el habla. El pescador le palmea la espalda como a un niño que se ha atragantado.”¿Después qué?”, le pregunta en voz baja.
“Después”, dice el extranjero con relajado entusiasmo, "después podría sentarse aquí en el puerto
tranquilamente, bostezar al sol… Y contemplar este magnífico mar”.
“Pero si eso ya lo hago ahora”, dice el pescador, “estoy sentado en el puerto, durmiendo. Su clic es lo único que me ha molestado”.
Aleccionado, el turista se va de allí pensativo, pues hace mucho tiempo él pensaba trabajar para no
tener que hacerlo más algun día; y no le queda ni rastro de compasión por el pescador pobremente vestido, sino un poco de envidia.
...
Heinrich Böll
(Arturo, es grande, como todos los que pescan perlas cerca del Mar)
B.
Th, gracias por pensar en un aspirante a burgués para compartir su suerte. Me conformo con que siga compartiendo su amistad.
Un abrazo.
Me voy a comprar ese cupón de la 11. Adiós.
En una maravillosa película que recomiendo, llamada Harold y Maude, hay una escena romántica en la que ellos están sentados, mirando al mar en un embarcadero y Harold le regala una pequeña joya a Maude, para mostrar su amor. Ella, mira la joya, le mira a él, y la arroja al mar.
Harold le mira sorprendido y Maude dice, "Así sabré siempre donde está. "
Se pone uno tierno.
Ese Arros lo quiero yo probar
La señora seguro que le abandonó por algo más que por su mediocridad. Vaya usted a saber. Igual no se lavaba los dientes por la noche.
¿Por qué se tuvo que creer que ese perlón sólo tenía dos vías posibles?
Una vez más, un ejemplo del mal de las etiquetas.
¿Por qué se le olvido que ese perlón siempre podría dárselo a Icíar en vez de tirarlo al mar? eso es algo que nunca entenderé.
Yo creo que el pescador hizo bien pero estos cuentos tienen que terminar mal, por eso su mujer le abandonó.
El arròs a banda.. la receta murió con mi abuela.
Oiga, ¿se decidira algun dia a vender copias?
...o venderla.
Feliz día a los que tienen perlas,...o disfrutan sabiendo que existe el que las tiene.
Un beso Manel.
Otro para tu casa.
B.T.C.M.
Mira que es usted pervertido, doctor Friko, siempre removiendo las conciencias y sembrando el blog de "minas" filosóficas. Debo reconocer que sus provocaciones son la guinda de este blog tan especial. En un acto de compresión neuronal se me han escurrido dos cosas:
El pescador debería haber regalado la perla a su mujer.
Cuántas perlas nos encontramos a lo largo de la vida y las dejamos de lado, no por una renuncia reflexiva, sino por no saber reconocer su verdadero valor?
Imagínate no desearla (a la perla!),,, eso si que es un sueño.