El espectro de Borges y la cámara digital
El espectro de Borges
Aquel viejo caserón ciertamente predispone a lo sobrenatural. A las cuatro de la madrugada me desperté con la boca seca y una jaqueca firmemente asentada en mi ojo derecho. ¿Era absolutamente necesario bajar las escaleras de piedra para alcanzar la cocina y tomarme un paracetamol? El glacial frío de una noche de noviembre junto al Pirineo estuvo a punto de hacerme desistir. Pero me puse la pesada chaqueta encima del pijama y bajé.
Al cruzar el salón, sin ningún temor y apenas ninguna sorpresa, pude ver al espectro de Jorge Luís Borges calentándose junto al rescoldo del fuego. Muy pálido, pero sin llegar a ser translúcido, y tan solo levemente amarillento, allí estaba sentado en la butaca con su bastón. Exactamente como yo le había imaginado, pero en silencio.
"Borges", le dije, "yo se que si usted no puede hablar es por que realmente no es Borges si no un producto de mi mente. Esto es, sin dudarlo, un sueño. Yo, por más que haya leído el Borges, de Bioy, no se como hablaba realmente Borges, ni como es la muerte, ni menos todavía puedo recrear sus palabras. Ni tan solo creo en la vida de ultratumba. Por lo tanto, en esta aparición debe usted permanecer en silencio. Este grave defecto en mi narración se debe a mi ignorancia. Pero no puede usted reprochármelo. En 'La busca de Averroes' a usted se le desvaneció, genialmente, el propio Averroes y toda la Córdoba medieval por la misma causa, mientras que yo espero que mi mediocridad me permita mantener por lo menos su presencia y esta butaca junto al fuego. Si de algo puede acusarme no es de ignorante, si no de temerario, por haber tratado de componer esta escena."
Borges asintió, incluso me pareció que esbozaba una leve sonrisa (irónica pero sin maldad). Con el bastón señaló mi cámara digital, que se había quedado encima de la mesa después de la cena. Y contra todo pronóstico, habló con una voz que yo jamás había oído, demostrando por tanto que la aparición era auténtica:
-Hablame de eso. Y de la Biblioteca.
La cámara digital y la bilioteca de Babel
La parte esencial de una cámara digital es su sensor. Para captar una imagen, este instrumento la descompone en un cierto número entes luminosos que denominamos pixels. Supongamos una cámara de seis millones de pixels. El estado de cada uno de ellos se puede describir con un número de 8 bits, de cero a 255. El cero corresponde a la ausencia total de luz y el 255 a la luz plena. Consideremos ahora el conjunto de todos los valores de todos los pixels, es decir: 6 millones por 8, 48 millones de bits, que equivalen en cierto modo a un libro, si bien con un alfabeto binario.
¿Cual es el número de posibles imágenes que puede registrar el sensor? O, dicho de otro modo ¿cuantas fotos diferentes pueden tomarse? Esta cifra enorme, pero finita, es igual a 2 elevado al número total de bits, 48 millones. El resultado, si no me equivoco, es un monstruoso número con 14 millones de ceros.
Yo quisiera por un momento convocar todas las posibles imágenes que puede captar la cámara, que es tanto como decir todas las posibles imágenes que pueden concebirse. Pensemos que un demiurgo ya las ha impreso, en láminas de 20x30 centímetros y que están minuciosamente colocadas en una desmesurada biblioteca, que podría ser análoga a la que imaginó Borges.
Allí estarían fotografiados todos los insectos individuales que viven en el planeta, los presentes, los pasados y los futuros, todos los granos de arena de todas las playas, cada uno desde diferentes ángulos, todas las páginas de todos los libros, todas las estrellas del universo, todos los planetas de cada estrella y todas las motas de polvo de cada planeta. También, todos los lugares que no existen, el País de Nunca Jamás, los nueve círculos del infierno de Dante y las Ruinas Circulares de Borges. Cada uno de los fotogramas de todas las películas que se han hecho, con todas las versiones que no han sido... Y estaría usted, mi querido lector, fotografiado todos y cada uno de los segundos de su vida, día y noche. Además, para cada foto, habría millones de variantes, con algunos pixels alterados, reencuadradas, reprocesadas.
¿Sería técnicamente posible almacenar todas esas fotografías de algún modo en un ordenador? No. Su número es enormemente superior al de los átomos del universo (y también, entre las imágenes, habría una foto de carnet, inconcebible, de cada uno de esos átomos). Pero si que es posible, perfectamente posible, generarlas aleatoriamente una tras otra, proyectarlas en la pantalla del ordenador y después olvidarlas, a un ritmo de diez o veinte por segundo. ¿Tendría esto alguna utilidad? Ni la más mínima. La probabilidad de que alguna de estas imágenes aleatorias tuviera algún sentido es, a todos los efectos, igual a cero. Por cada una de las anteriores fotos, y de otras que yo quisiera ver, hay miles de millones de sucesiones de puntos de diferentes colores, sin ningún sentido.
-Debo pues desechar esa visión de todas las fotografías, Borges, y quedarme con su Aleph.
Pero entonces Borges ya se había desvanecido y, como ustedes habrán imaginado, me desperté en la cama soportando la jaqueca por miedo al frío y a los espíritus.
Aquel viejo caserón ciertamente predispone a lo sobrenatural. A las cuatro de la madrugada me desperté con la boca seca y una jaqueca firmemente asentada en mi ojo derecho. ¿Era absolutamente necesario bajar las escaleras de piedra para alcanzar la cocina y tomarme un paracetamol? El glacial frío de una noche de noviembre junto al Pirineo estuvo a punto de hacerme desistir. Pero me puse la pesada chaqueta encima del pijama y bajé.
Al cruzar el salón, sin ningún temor y apenas ninguna sorpresa, pude ver al espectro de Jorge Luís Borges calentándose junto al rescoldo del fuego. Muy pálido, pero sin llegar a ser translúcido, y tan solo levemente amarillento, allí estaba sentado en la butaca con su bastón. Exactamente como yo le había imaginado, pero en silencio.
"Borges", le dije, "yo se que si usted no puede hablar es por que realmente no es Borges si no un producto de mi mente. Esto es, sin dudarlo, un sueño. Yo, por más que haya leído el Borges, de Bioy, no se como hablaba realmente Borges, ni como es la muerte, ni menos todavía puedo recrear sus palabras. Ni tan solo creo en la vida de ultratumba. Por lo tanto, en esta aparición debe usted permanecer en silencio. Este grave defecto en mi narración se debe a mi ignorancia. Pero no puede usted reprochármelo. En 'La busca de Averroes' a usted se le desvaneció, genialmente, el propio Averroes y toda la Córdoba medieval por la misma causa, mientras que yo espero que mi mediocridad me permita mantener por lo menos su presencia y esta butaca junto al fuego. Si de algo puede acusarme no es de ignorante, si no de temerario, por haber tratado de componer esta escena."
Borges asintió, incluso me pareció que esbozaba una leve sonrisa (irónica pero sin maldad). Con el bastón señaló mi cámara digital, que se había quedado encima de la mesa después de la cena. Y contra todo pronóstico, habló con una voz que yo jamás había oído, demostrando por tanto que la aparición era auténtica:
-Hablame de eso. Y de la Biblioteca.
La cámara digital y la bilioteca de Babel
La parte esencial de una cámara digital es su sensor. Para captar una imagen, este instrumento la descompone en un cierto número entes luminosos que denominamos pixels. Supongamos una cámara de seis millones de pixels. El estado de cada uno de ellos se puede describir con un número de 8 bits, de cero a 255. El cero corresponde a la ausencia total de luz y el 255 a la luz plena. Consideremos ahora el conjunto de todos los valores de todos los pixels, es decir: 6 millones por 8, 48 millones de bits, que equivalen en cierto modo a un libro, si bien con un alfabeto binario.
¿Cual es el número de posibles imágenes que puede registrar el sensor? O, dicho de otro modo ¿cuantas fotos diferentes pueden tomarse? Esta cifra enorme, pero finita, es igual a 2 elevado al número total de bits, 48 millones. El resultado, si no me equivoco, es un monstruoso número con 14 millones de ceros.
Yo quisiera por un momento convocar todas las posibles imágenes que puede captar la cámara, que es tanto como decir todas las posibles imágenes que pueden concebirse. Pensemos que un demiurgo ya las ha impreso, en láminas de 20x30 centímetros y que están minuciosamente colocadas en una desmesurada biblioteca, que podría ser análoga a la que imaginó Borges.
Allí estarían fotografiados todos los insectos individuales que viven en el planeta, los presentes, los pasados y los futuros, todos los granos de arena de todas las playas, cada uno desde diferentes ángulos, todas las páginas de todos los libros, todas las estrellas del universo, todos los planetas de cada estrella y todas las motas de polvo de cada planeta. También, todos los lugares que no existen, el País de Nunca Jamás, los nueve círculos del infierno de Dante y las Ruinas Circulares de Borges. Cada uno de los fotogramas de todas las películas que se han hecho, con todas las versiones que no han sido... Y estaría usted, mi querido lector, fotografiado todos y cada uno de los segundos de su vida, día y noche. Además, para cada foto, habría millones de variantes, con algunos pixels alterados, reencuadradas, reprocesadas.
¿Sería técnicamente posible almacenar todas esas fotografías de algún modo en un ordenador? No. Su número es enormemente superior al de los átomos del universo (y también, entre las imágenes, habría una foto de carnet, inconcebible, de cada uno de esos átomos). Pero si que es posible, perfectamente posible, generarlas aleatoriamente una tras otra, proyectarlas en la pantalla del ordenador y después olvidarlas, a un ritmo de diez o veinte por segundo. ¿Tendría esto alguna utilidad? Ni la más mínima. La probabilidad de que alguna de estas imágenes aleatorias tuviera algún sentido es, a todos los efectos, igual a cero. Por cada una de las anteriores fotos, y de otras que yo quisiera ver, hay miles de millones de sucesiones de puntos de diferentes colores, sin ningún sentido.
-Debo pues desechar esa visión de todas las fotografías, Borges, y quedarme con su Aleph.
Pero entonces Borges ya se había desvanecido y, como ustedes habrán imaginado, me desperté en la cama soportando la jaqueca por miedo al frío y a los espíritus.
Comentarios
Leo la vida y obra de Forster (que gran cosa es la red) me quedo "Una habitación con vistas", (me encantó la película) y esa Lucy que quiere librarse de la autoridad paterna, la escena del beso en la pradera mediterránea y la del baño en la charca.
El deseo y las renuncias, en efecto, que bueno sería volver a estar vivo, si es que lo he estado.
Realmente tienes una imaginación admirable!!!!!
Besitos y que tengas más felices sueños como este!!!!!!!!
Gracias por lo de los grandes :)
sunday se conoce todas las bibliotecas municipales y es muy bueno rastreando.
Por tu texto:
¡Cómo se nota que eres biólogo o la biología te interesa lo que más!, ¿o me equivoco?.
Aciertas a medias, me interesa la biología pero no soy biólogo, ya me gustaría
:)
Feliz descanso!
Un abrazo
De qué serviria?
La próxima vez que se te aparezca Borges, saludalo de mi parte.
O igual esperaba que le ofrecieras un whisky, y al no hacerlo se molestó... Por cierto, el whisky de la alacena nos lo acabamos nosotros..
Mírate este blog que está repleto de bichillos :
elcerrodelhierro.blogspot.com/
Saludos ;))