La partida
Hoy (cuando escribí esto) nuestro hijo ha tenido partida de ajedrez. No se que sucede con las extraescolares, siempre tienen que complicarlas con competiciones que a mi no terminan de gustarme. Las verdaderas luchas, pienso yo, son contra uno mismo. De dos partidas ha ganado una y ha perdido otra. Era la última jornada del campeonato y había una entrega de premios. Ha quedado sobre la mitad, pero les daban un pequeño obsequio a todos y nos hemos esperado a que terminasen de jugar los demás.
Una de las partidas era muy especial. Ha sido muy larga, algo insólito en partidas infantiles, que se juegan sin reloj y que no suelen durar más de 15 o 20 minutos. Jugaban un niño y una niña. Reconozco que me he impacientado y me he acercado a ver que sucedía. Hay que hacerlo con cuidado para no distraerles. Se ha formado un corrillo con todos los niños y algunos padres. La escena era impactante.
El niño va en silla de ruedas. Tiene parálisis cerebral y no puede mover las piezas. A duras penas puede hablar. Susurra con dificultad las jugadas, por ejemplo "b6 jaque" y otro niño mueve la pieza por él. La niña va perdiendo pero no se da por vencida. Les han dicho que no abandonen nunca, que esperen al error del contrario, y su resistencia hasta el jaque mate es casi como la de un insecto atrapado contra un cristal. El niño acaba de coronar un peón y además tiene una torre. Ella le hace frente con un caballo negro y un par de peones: no tiene ninguna posibilidad.
Pero los caballos son peligrosos en los finales de partida. Un salto mal calculado puede suponer un jaque que al mismo tiempo amenaza a la dama. Siempre puede suceder algo imprevisto y el miedo les hace jugar a ambos con exasperante lentitud, asegurándose de todos los movimientos. El niño se agita convulso en la silla mientras ella piensa y piensa. Los dos cometen errores. Es fácil ver los errores de los demás. Como cuando vemos a un ratón tratando de salir de un laberinto. Desde fuera, todo nos parece fácil en cada partida.
Ya deben llevar más de una hora jugando, son bastante más de las ocho, los padres tienen que marcharse y la situación se hace tensa. Pero al mismo tiempo la escena es digna de ser vista. Los esfuerzos de ambos son conmovedores y por un momento pienso que tal vez todas las contradicciones del mundo estén en este momento girando en torno a este tablero de ajedrez.
Los entrenadores deciden ponerles un reloj, darles solamente cinco minutos más. Como siempre, sin que nadie me haya pedido mi opinión, yo la he dado. Sugiero dejarles: no cambiar las normas de tiempo ilimitado, no ponerles más presión, hacer de esto un acto simbólico, fuera del tiempo... pero inmediatamente yo me alejo, me ponen nervioso... y vuelvo a regresar una y otra vez.
El final llega de improvisto, después de muchas ocasiones perdidas. El niño ha ido devorando, sin necesidad de hacerlo, todos los peones de la niña. Ella ha perdido una ocasión de comerse la torre. Finalmente el niño susurra "e7... jaque.. mate". La dama blanca se come al caballo negro y al mismo tiempo, protegida por la torre, da mate al rey. Toda la sala aplaude. Los amigos del niño se acercan a saludarle con afecto, se nota que le aprecian.
El árbitro les felicita a los dos. Su frase tópica "ha sido una buena partida", esta vez suena más verdadera que nunca. Debe ayudar al niño para que pueda tenderle la mano a la niña. Ella no puede contener las lágrimas, la presión de toda la sala ha sido enorme. Su padre la espera en el otro lado con una sonrisa. No quería ponerla nerviosa, por eso no se ha acercado a ver la agónica partida. "No pasa nada, ¿por qué lloras?" le dice. Cuando sale, aprovecho para felicitarla. Ninguno de los dos ha ganado uno de los premios. ¿Habrán entendido que no era ese el verdadero torneo?.
Toda la escena ha sucedido en la que fue mi escuela. No lo pasé bien. Para mi, cada rincón está asociado a un recuerdo amargo. Antes de marcharnos, quiero volver a ver la pared donde jugábamos a frontón en las largas tardes de finales de primavera. Es tal vez lo único que salvaría de mis doce años de enseñanza primaria y secundaria. Pero sopla un viento helado, hace horas que es de noche y tenemos que marcharnos. El padre del niño que ha ganado la partida está cargando la silla de ruedas en el coche, mientras le habla del peligro del caballo negro en los finales de partida.
Una de las partidas era muy especial. Ha sido muy larga, algo insólito en partidas infantiles, que se juegan sin reloj y que no suelen durar más de 15 o 20 minutos. Jugaban un niño y una niña. Reconozco que me he impacientado y me he acercado a ver que sucedía. Hay que hacerlo con cuidado para no distraerles. Se ha formado un corrillo con todos los niños y algunos padres. La escena era impactante.
El niño va en silla de ruedas. Tiene parálisis cerebral y no puede mover las piezas. A duras penas puede hablar. Susurra con dificultad las jugadas, por ejemplo "b6 jaque" y otro niño mueve la pieza por él. La niña va perdiendo pero no se da por vencida. Les han dicho que no abandonen nunca, que esperen al error del contrario, y su resistencia hasta el jaque mate es casi como la de un insecto atrapado contra un cristal. El niño acaba de coronar un peón y además tiene una torre. Ella le hace frente con un caballo negro y un par de peones: no tiene ninguna posibilidad.
Pero los caballos son peligrosos en los finales de partida. Un salto mal calculado puede suponer un jaque que al mismo tiempo amenaza a la dama. Siempre puede suceder algo imprevisto y el miedo les hace jugar a ambos con exasperante lentitud, asegurándose de todos los movimientos. El niño se agita convulso en la silla mientras ella piensa y piensa. Los dos cometen errores. Es fácil ver los errores de los demás. Como cuando vemos a un ratón tratando de salir de un laberinto. Desde fuera, todo nos parece fácil en cada partida.
Ya deben llevar más de una hora jugando, son bastante más de las ocho, los padres tienen que marcharse y la situación se hace tensa. Pero al mismo tiempo la escena es digna de ser vista. Los esfuerzos de ambos son conmovedores y por un momento pienso que tal vez todas las contradicciones del mundo estén en este momento girando en torno a este tablero de ajedrez.
Los entrenadores deciden ponerles un reloj, darles solamente cinco minutos más. Como siempre, sin que nadie me haya pedido mi opinión, yo la he dado. Sugiero dejarles: no cambiar las normas de tiempo ilimitado, no ponerles más presión, hacer de esto un acto simbólico, fuera del tiempo... pero inmediatamente yo me alejo, me ponen nervioso... y vuelvo a regresar una y otra vez.
El final llega de improvisto, después de muchas ocasiones perdidas. El niño ha ido devorando, sin necesidad de hacerlo, todos los peones de la niña. Ella ha perdido una ocasión de comerse la torre. Finalmente el niño susurra "e7... jaque.. mate". La dama blanca se come al caballo negro y al mismo tiempo, protegida por la torre, da mate al rey. Toda la sala aplaude. Los amigos del niño se acercan a saludarle con afecto, se nota que le aprecian.
El árbitro les felicita a los dos. Su frase tópica "ha sido una buena partida", esta vez suena más verdadera que nunca. Debe ayudar al niño para que pueda tenderle la mano a la niña. Ella no puede contener las lágrimas, la presión de toda la sala ha sido enorme. Su padre la espera en el otro lado con una sonrisa. No quería ponerla nerviosa, por eso no se ha acercado a ver la agónica partida. "No pasa nada, ¿por qué lloras?" le dice. Cuando sale, aprovecho para felicitarla. Ninguno de los dos ha ganado uno de los premios. ¿Habrán entendido que no era ese el verdadero torneo?.
Toda la escena ha sucedido en la que fue mi escuela. No lo pasé bien. Para mi, cada rincón está asociado a un recuerdo amargo. Antes de marcharnos, quiero volver a ver la pared donde jugábamos a frontón en las largas tardes de finales de primavera. Es tal vez lo único que salvaría de mis doce años de enseñanza primaria y secundaria. Pero sopla un viento helado, hace horas que es de noche y tenemos que marcharnos. El padre del niño que ha ganado la partida está cargando la silla de ruedas en el coche, mientras le habla del peligro del caballo negro en los finales de partida.
Comentarios
Un abrazo Joselu, se agradecen tus comentarios.
No así el entreno y el juego de club entre iguales. Es una opinió por supuesto y dependerá de cada niño. No suele ser aconsejable en los extremos: los niños excesivamente competitivos y los niños con tendencia al complejo de inferioridad.
En el caso infrecuente de niño de carácter equilibrado y tranquilo, con una fuerte autoimagen, mi opinión no sería válida.
Con respecto a:
"Toda la escena ha sucedido en la que fue mi escuela. No lo pasé bien. Para mi, cada rincón está asociado a un recuerdo amargo"
Te diré que somos dos, aunque no sé si por la misma razón.
En mi caso concreto, fui catalogado como superdotado (perdón por la inmodestaia pero el dato es necesario), fui promocionado de curso en octubre y a partir de entonces todo fue un desastre, sobre todo si tenemos en cuenta que estaba afectado por un grave problema en las escuelas españolas: jugaba muy mal al futbol.
Por desgracia, lo peor que le puede pasar a un niño en una escuela española., todavía hoy en 2012, es no jugar bien al fútbol, si además eres un Pitagorín que corriges a los profesores, pues ya eres un apestado total.
Ese es mi recuerdo de Primaria. En Secundaria añadir a todo ello la adolescencia en uncolegio religioso franquista convirtió la escuela en algo insufrible.
Pero todo se supera. ¿Verdad Frikosal?
Gracias por compartirlo.
Abrazos
A veces pienso que jugar al ajedrez es tan peligroso como jugar con la Ouija. Veo muchos comentarios de gente que ha dejado de ajedrez y que parece que se hubieran asomado a precipicios de la mente a los que parece que no les apeteciera volver a acercarse. El ajedrez enriquece la mente infantil, la ordena, templa el carácter, refrena el orgullo, te hace responsabilizarte de las consecuencias de tus actos, pero, a cierto nivel, puede ser dañino sobre todo para tu vida social (la de recreos que sacrifiqué). Con todo y eso si la asignatura de Religión se cambiara por una hora de Ajedrez mejor nos iría a todos. Y mus en las escuelas YA.
...se fue del cole, y mi hijo no quiso continuar con otros profesores,...y estamos hablando de una edad que va de cinco a nueve años. (todavía no se hizo viejo,... :)
Ahora tan sólo juega con su padre y con mi hermano,...y es maravilloso verle jugar (palabra de madre!)
A nivel motriz siempre le costó mucho desarrollarse, pero cada día que pasa,...menos.
De cinco a seis años estaba en el Pabellón Municipal de Deportes de la ciudad o provincia,...todavía no sé como encuadrarlo,...:).
Tenían una monitora tan pésima que los niños destacaban por su propio talento.
...en una ocasión le gritó a mi hijo: Defiende la portería!
...al momento mi hijo se giró de espaldas al campo y en actitud de acecho, vigiló su propia portería.
Todos los padres en las gradas se echaron una carcajada.
Me levanté con todo mi arte y le grité: así se hace,...así es como se defiende una portería,...mirando para ella!!!
Se sonrieron y pensaron que ya tenía mucho con sobrellevar 'la herencia'. Pero también es cierto, que se relajaron y se acordaron que realmente lo que veíamos era el 'movimiento' y la respuesta de unos niños.
Ahora está en un equipo más humilde a nivel de escuela,...y lo sigue pasando muy bien,... :)
Qué bien cuentas las cosas Manel!!!
Un besazo enorme.
B.N.C.M.
Cuando estudiaba en la facultad, empezamos a jugar tres o cuatro en la cafetería a a jugar partidas rápidas. Al final se fue juntando mas y mas gente y tu historia me recordó a alguna partida en la que se llegó a formar un corrillo de mas de 20 personas alrededor de la mesa, algunos incluso subidos a las sillas.
Gracias por recordármelo. Coño, que bien lo pasaba con aquellas partidas.