La luciérnaga resuelta
Otra luciérnaga resuelta, andando.
Voy a contárselo tal como lo he recordado. Yo estaba sentado en el suelo mirando el agua de un riachuelo. A unos dos metros vi a una luciérnaga que andaba hacia mi con la más absoluta de las determinaciones.
La primavera estaba apenas empezando. El aire era frío, pero el calor del sol en la piel era maravilloso. La luciérnaga se fue acercando y acercando a mi pierna, sin haberme visto o sin haberme dado ninguna importancia. Dos metros es una distancia enorme para un animalito de catorce milímetros que solamente come caracoles.
Cuando yo hacía segundo de BUP, mi tutor me dijo que para ser feliz me fijase en las cosas pequeñas, pero él padecía de asma y era objeto de burlas crueles cuando tenía que utilizar el inhalador para no ahogarse en clase de latín. Dos años después de que me diera ese consejo, su propio hijo se apuntó a una banda de skin heads y se arruinó la vida casi por completo. No mucho más tarde, el profesor murió.
Me había distraído un momento recordando ese consejo y allí seguía la luciérnaga avanzando como si tuviera la necesidad de pasar precisamente por donde yo estaba.
Sentí mucho la desgracia del profesor de latín, era una buena persona. Era de Málaga y creo que nunca se adaptó a la vida en la ciudad-dormitorio. Aunque no se realmente que quiso decir con ese consejo, el tiempo ha terminado por darle la razón. A veces parece que el mundo se recree en ser cruel con algunas personas.
Cuando la luciérnaga ya estaba a punto de tocarme, vaciló un momento, como si hubiera notado un olor extraño pero después continúo acercándose. Con cuidado de no hacerle daño, me levanté y la dejé pasar para que no tuviera que variar su camino. No traté de hacerle una foto, esa que ilustra la entrada es otra luciérnaga. Volví a sentarme, esta vez de espaldas al río para poder seguir observándola. Seguía tan resuelta como antes y a los pocos minutos ya se había perdido de vista.
Todo esto no tiene ninguna importancia.
Voy a contárselo tal como lo he recordado. Yo estaba sentado en el suelo mirando el agua de un riachuelo. A unos dos metros vi a una luciérnaga que andaba hacia mi con la más absoluta de las determinaciones.
La primavera estaba apenas empezando. El aire era frío, pero el calor del sol en la piel era maravilloso. La luciérnaga se fue acercando y acercando a mi pierna, sin haberme visto o sin haberme dado ninguna importancia. Dos metros es una distancia enorme para un animalito de catorce milímetros que solamente come caracoles.
Cuando yo hacía segundo de BUP, mi tutor me dijo que para ser feliz me fijase en las cosas pequeñas, pero él padecía de asma y era objeto de burlas crueles cuando tenía que utilizar el inhalador para no ahogarse en clase de latín. Dos años después de que me diera ese consejo, su propio hijo se apuntó a una banda de skin heads y se arruinó la vida casi por completo. No mucho más tarde, el profesor murió.
Me había distraído un momento recordando ese consejo y allí seguía la luciérnaga avanzando como si tuviera la necesidad de pasar precisamente por donde yo estaba.
Sentí mucho la desgracia del profesor de latín, era una buena persona. Era de Málaga y creo que nunca se adaptó a la vida en la ciudad-dormitorio. Aunque no se realmente que quiso decir con ese consejo, el tiempo ha terminado por darle la razón. A veces parece que el mundo se recree en ser cruel con algunas personas.
Cuando la luciérnaga ya estaba a punto de tocarme, vaciló un momento, como si hubiera notado un olor extraño pero después continúo acercándose. Con cuidado de no hacerle daño, me levanté y la dejé pasar para que no tuviera que variar su camino. No traté de hacerle una foto, esa que ilustra la entrada es otra luciérnaga. Volví a sentarme, esta vez de espaldas al río para poder seguir observándola. Seguía tan resuelta como antes y a los pocos minutos ya se había perdido de vista.
Todo esto no tiene ninguna importancia.
Comentarios
El día de antes de ir a Marruecos estuve en unas charcas (¿muy cerca de su richuelo?) donde, bajo el hielo superficial, unos bichos que no supe identificar me dieron recuerdos para Vd. -Pronto llegará la primavera, avise al Dr. me dijeron.
A veces nos dan consejos que no entendemos muy bien, pero con el tiempo van teniendo sentido.
Recuerdo que hace más de 3 años alguien que de vez en cuando ojeaba mis fotos y mis historias en internet me dijo que por qué no me animaba a hacer un blog propio donde contar mis historias.
Le hice caso, y desde entonces el blog me ha dado muchas satisfacciones, es todo un éxito, tiene muchas visitas (relativamente hablando), un par de premios, y sobre todo, el autor ha conocido a mucha gente gracias a él.
Seguramente no lo recuerdes pero ese alguien eres tú, así que gracias por el consejo.
A estas alturas estaras pensando "¿y quien es este?" Soy el de la foto y la historia del zorro pillado por el rabo en fotonatura, que tienes en enlazada en este blog.
Un saludo
Usted tiene que estar muy atento y no olvidarse de pasar por la ducha antes de contemplar a los seres diminutos; ya sabe que son muy sensibles.
La vida es tremenda y la existencia humana, de la mejor ciencia-ficción.
Le deseo una conferencia iluminada de luciérnagas.
Inuits
Cualquier cosa que nos devuelva nuestros recuerdos la tiene y, si son enseñanzas tan certeras como aquella, más aún.
¿Cuántos "profesores de latín" pasaron inadvertidos por nuestras vidas y, cuántas "luciernagas obstinadas" nos recordaron su presencia?
Perdón por mis ausencias, pero he tenido que frenar un tanto mi ritmo.
;)
Un abrazo
no me lleve la contraria que eso no tiene ninguna importancia :)
Juan Manuel,
si que recuerdo esa historia del zorro, y alguna vez he mirado tu blog pero creo que no os relacionaba. Gracias por tu comentario.
Inuit,
Buenos días. Para los bichos, el olor químico a gel de ducha y en general cualquier clase de perfume, resulta mucho más amenazador y extraño que el olor corporal. Gracias por sus deseos para la conferencia.
Enigmática MartinAngelair,
Buenos días y muchas gracias por sus amables comentarios que a veces no puedo responder pero que siempre aprecio mucho; ayer mismo llegué agotado del trabajo y me acosté muy pronto con una jaqueca.
Abrazos luminosos.
Una jaqueca es una habitante de Jaca, no?
Una entrada para descubrirse; me quito el sombrero. Un buen guiso de foto, insectos, vivencias, literatura y condiciones humanas.
Da gusta siempre venir por aquí.
Un saludo.
Saludos señor Agrimensor y gracias por compartir estas experiencias, simples pero muy enriquecedoras para el que las escribe y para el que las lee también.
http://www.wired.com/wiredscience/2009/10/making-space-photo/
Saludos.
Cierto es que los buenos consejos se aprecian con el tiempo. Eso hace más valioso el consejo y a la persona que lo regaló.
Recuerdo una luciérnaga verde fluorescente en la puerta de mi tienda de campaña hace ya años en Asturias. De nuevo luciérnagas y recuerdos...
hay veces que hay que saber apreciar las cosas pequeñas, yo creo que el consejo de tu profesor era acertado, luego hay que saber ponerlo en práctica, y tus luciérnagas son una estudpenda escuela