Ocaso de los dioses
Venus riela sobre el Atlántico, pero Júpiter ya es casi invisible. Solamente un punto rojo tocando al horizonte. Todavía queda un último resto blanquecino de luz zodiacal.
Un ejercicio interesante es comparar esta foto de Venus con la que colgué de Júpiter sobre un lago en el Pirineo. Verán que el efecto es parecido, pero en el Pirineo, incluso a dos horas andando de la carretera y 2000 metros de altura, la contaminación luminosa que hay en el horizonte es evidente. En cambio, en la foto en La Palma, los tonos rojizos del horizonte son naturales, es la celístia (la luz de las estrellas), que adquiere este color por su interacción con la atmósfera.
No se si podré explicar hasta que punto me emociona poder admirar un cielo sin rastro alguno de luz artificial, saber que los tonos de color de la foto son únicamente debidos a la naturaleza. Esto es algo realmente excepcional.
Venus riela en La Palma.
Un ejercicio interesante es comparar esta foto de Venus con la que colgué de Júpiter sobre un lago en el Pirineo. Verán que el efecto es parecido, pero en el Pirineo, incluso a dos horas andando de la carretera y 2000 metros de altura, la contaminación luminosa que hay en el horizonte es evidente. En cambio, en la foto en La Palma, los tonos rojizos del horizonte son naturales, es la celístia (la luz de las estrellas), que adquiere este color por su interacción con la atmósfera.
Júpiter riela en el Pirineo, pero en el horizonte hay contaminación luminosa.
No se si podré explicar hasta que punto me emociona poder admirar un cielo sin rastro alguno de luz artificial, saber que los tonos de color de la foto son únicamente debidos a la naturaleza. Esto es algo realmente excepcional.
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Un abrazo