Aprendiendo de los insectos: exoesqueleto y metamorfosis
El exoesqueleto. Debemos aprender mucho de los insectos, que son duros por fuera y blandos por dentro. En su exterior, acorazado, tienen la resistencia que les protege de los elementos. Nuestra estrategia es justamente la inversa: nuestros huesos quedan en el interior, y nuestra piel es la que recibe los impactos de tantos y tantos garrotazos que nos da la vida. No todo el mundo puede resistirlos, y justamente los más sensibles son los que más sufren esas agresiones del medio. Por otra parte, los caraduras (por no mencionar a los cabrones) están indudablemente más cerca del concepto de exoesqueleto. Primer consejo: endurezcan su piel que las ostias no van a parar de caer. Pero sin perder su sensibilidad, ahí está el reto.
Las metamorfosis. El exoesqueleto de los insectos tiene un problema. Por dentro de esa coraza inflexible, su cuerpo de insecto va creciendo hasta que la cobertura ya no da más de si. Ese es el momento de la metamorfosis. Y esto no les ocurre una sola vez en la vida, si no diversas. Las orugas, por ejemplo, pasan por varios estadios larvales hasta alcanzar el de mariposa adulta. Las personas deberíamos ser capaces de, de vez en cuando, abandonar la protección que nos da el medio acorazado que quien más quien menos todos hemos sabido crear, y lanzarnos a la aventura de una metamorfosis. Tirar el viejo esqueleto, ya pequeño, y exponernos a salir al mundo con todo nuestro ser en carne viva, indefenso, para llegar al siguiente estado larval, que quien sabe si ya será el definitivo. Que valor, que vértigo debe dar salir de la armadura, que nos impide seguir creciendo. Entonces -desnudos y en carne viva- buscar otra manera diferente de volver a ser nosotros mismos.
No obstante, debo prevenirles. Muchas metamorfosis son fallidas, el insecto queda tullido o muere a manos de un depredador en ese instante de máxima debilidad. En esta foto, sin ir más lejos, un insignificante cortapichas está devorando nada menos que a la libélula emperador, aprovechándose de su metamorfosis.
Las metamorfosis. El exoesqueleto de los insectos tiene un problema. Por dentro de esa coraza inflexible, su cuerpo de insecto va creciendo hasta que la cobertura ya no da más de si. Ese es el momento de la metamorfosis. Y esto no les ocurre una sola vez en la vida, si no diversas. Las orugas, por ejemplo, pasan por varios estadios larvales hasta alcanzar el de mariposa adulta. Las personas deberíamos ser capaces de, de vez en cuando, abandonar la protección que nos da el medio acorazado que quien más quien menos todos hemos sabido crear, y lanzarnos a la aventura de una metamorfosis. Tirar el viejo esqueleto, ya pequeño, y exponernos a salir al mundo con todo nuestro ser en carne viva, indefenso, para llegar al siguiente estado larval, que quien sabe si ya será el definitivo. Que valor, que vértigo debe dar salir de la armadura, que nos impide seguir creciendo. Entonces -desnudos y en carne viva- buscar otra manera diferente de volver a ser nosotros mismos.
No obstante, debo prevenirles. Muchas metamorfosis son fallidas, el insecto queda tullido o muere a manos de un depredador en ese instante de máxima debilidad. En esta foto, sin ir más lejos, un insignificante cortapichas está devorando nada menos que a la libélula emperador, aprovechándose de su metamorfosis.
Comentarios
No nos dejas opciones, caray.
Y me he reido con "cortapichas". Hacía muchos años que no escuchaba llamar así a una tijereta :-)
JC, es un insecto castrador.
Las personas... creo que por mucho que nos esforcemos en "ser humanos" siempre nos podrá la genética "animal"... hasta que caminemos todos a la par en una misma dirección, que no creo que pase nunca, jeje. Saludos
...el proceso es el que marca.
Muchos besos.
B.T.C.M.
Saludos.
Suerte el sabado.
Yo he sufrido dos metamorfosis en mi vida, en la primera me fue genial, en la segunda no iba por buen camino, menos mal que me rescataron a tiempo, si no, me hubiera pasado como a la libélula emperador.
Y ahora un piropo...¡Cómo disfruto leyéndole!
Saludos!