Preparando el advenimiento de la nave nodriza
Todo empezó aquella mañana de mayo en la tienda de vinos. El tipo no tenía nada especial, solamente la bufanda y la gabardina de cuello largo. Pero cuando el vendedor se fue a buscar el Ribera de Duero del dos mil cinco que le había pedido, se volvió hacia mi y me habló en voz baja:
-Yo enseguida reconozco a los extraterrestres. Imitan bien a los humanos, excepto en las orejas, eso es lo que más les cuesta copiar. Fíjese por ejemplo en el comandante Spock o en Yoda: las orejas siempre tienen algo raro. Y ese vendedor es extraterrestre, no me cabe la menor duda
A todo eso ya estaba regresando el vendedor con la botella de Ribera de Duero. No había dejado de hablar ni un momento y mientras sus pasos se acercaban, continuó ensalzando las virtudes de los vinos caros y denigrando los baratos. Finalmente salió de la trastienda y volvió a ocupar su puesto detrás del mostrador. En efecto, sus orejas eran normales en la parte inferior, pero la parte superior era completamente plana y semitransparente, como si se las hubieran metido en una sandwichera.
-No, esta no es la que quiero, le había dicho del dos mil tres.
Algo contrariado, el vendedor reemprendió su camino a las profundidades de la bodega, desde donde su acento argentino siguió oyéndose como si procediese de ultratumba. El hombre de la gabardina continuó insistiendo:
-¿Lo ve? Es extraterrestre, no cabe la menor duda, ¡mire, mire!
Sacó del bolsillo un libro arrugado, algo así como un catálogo del Ikea pero más voluminoso, repleto de fotos y descripciones. En cada página se veía a una persona aparentemente normal pero con las orejas un poco extrañas. Fue pasando páginas y para mi sorpresa, finalmente encontró un retrato del vendedor de vinos.
-Y vea lo que pone: ¡Es de los más malvados! ¡Tenemos que acabar con él! Usted colóquese al lado de la puerta de la trastienda y en cuanto entre, le abre la cabeza con esta botella de Moët Chandon. ¡Rápido!
-¡Pero usted está loco, señor! Yo solamente había venido a comprar una botella de Pedro Jiménez para el postre ¿y ahora usted me propone atacar a ese hombre?
-No es un hombre, es un Xiomps y apuesto a que en la bodega está su transmutador de especies. Rápido, tome la botella.
Demasiado tarde. El vendedor ya estaba de nuevo subiendo las escaleras, sin dejar de despotricar de los vinos dulces y baratos que busca la gente que no tiene ni la menor idea de nada y piensan que comprando alcoholes de garrafa y gastando solamente tres o cuatro euros por botella van a poder quedar bien cuando en realidad la enología es un arte excelso, superior a la literatura, la pintura y la filosofía, tal vez equiparable a la mística, y esa gentuza piensa que solamente porque olisquean los tapones ya saben algo, cuando es obvio que hay que gastarse por lo menos cuarenta euros en cada botella y abrir tres en cada cena.
-Deme la botella, ya aprenderá más adelante. Ahora no hay tiempo que perder. ¡Yo mismo acabaré con él! ¡Aguante esto!
Me dio el catálogo de alienígenas y con sorprendente agilidad, me quitó la botella de Moët Chandon de las manos, pasó al otro lado del mostrador, se encaramó en una caja vacía de cerveza junto a la puerta, y en cuanto el vendedor sacó la cabeza, le asestó un tremendo golpe que le hizo callar en seco, rompió la botella y le dejó tendido en el suelo junto a un charco de sangre y espumoso.
-¿Lo ve? Ha sido muy fácil, sin el transmutador de especies en realidad no representan ninguna amenaza. Vamos ahora mismo a la bodega.
Yo estaba aterrorizado, esperando que de un momento a otro ese loco me atacase a mi, y quise salir corriendo de allí inmediatamente. Ya estaba corriendo hacia la salida y pensando como contaría aquel episodio en comisaría cuando se abrió la puerta de la tienda de vinos y entró ni más ni menos que una pareja de guardias civiles de uninforme.
-¡Rápido, vamos a la bodega, antes de que vean el cadáver!
Nos metimos en la trastienda y bajamos por las escaleras de caracol, estrechas e interminables, hasta llegar a la bodega. Y para mi enorme sorpresa, allí, entre una máquina de embotellar, diversos garrafones y una impresora hp que todavía estaba imprimiendo etiquetas falsas, resultó haber un prisma como de obsidiana que parecía levitar a un metro de altura desprendiendo un brillo azulado.
-¡El transmutador de especies! Este dispositivo revelará nuestra verdadera naturaleza y nos permitirá hacerles frente.
Pero entonces los guardias civiles ya habían visto el cadáver y empezaban a bajar por las escaleras dando la voz de alto. El hombre se abrazó al prisma y fue entonces cuando me di cuenta de que llevaba la bufanda prendida con un pequeño imperdible negro, como para que asegurarse de que en ninguna circunstancia se le verían las orejas.
Demasiado tarde me fijé en ese detalle: el transmutador de especias le retornó a su forma original de alienígena, que a mi me pareció un enorme pulpo de gran fuerza y presencia física. Sin ninguna dificultad, simplemente blandiendo sus tentáculos, pudo poner fuga a los guardias civiles.
Y de esta forma, sin que yo jamás lo hubiera pretendido, empezó mi carrera delictiva junto a Ernesto, el pulpo alienígena del planeta Schuss.
Aquella noche, mientras el pulpo Ernesto y yo estábamos escondidos debajo de un puente esperando a que pasasen los helicópteros de la policía, me dio por mirar el catálogo de extraterrestres y le vi en la contraportada, en su forma humana con orejas cilíndricas y en su verdadera forma de encefalópodo del planeta Schuss. Era el editor.
Con el tiempo y las aventuras, llegamos a ser grandes amigos. Ahora estamos preparando el advenimiento de la nave nodriza de Schuss: atracamos bancos, desvalijamos notarías y repartimos jamones de bellota en la cola del paro. Pronto daremos nuestro golpe más sonado: ya casi hemos averiguado quien se ha quedado con todo el dinero que falta desde que decían que eramos ricos. El mundo será mejor en la era de Schuss.
A veces pienso que Ernesto preparó el encuentro en la tienda de vinos del Xiomp solamente para poder reclutarme.
-Yo enseguida reconozco a los extraterrestres. Imitan bien a los humanos, excepto en las orejas, eso es lo que más les cuesta copiar. Fíjese por ejemplo en el comandante Spock o en Yoda: las orejas siempre tienen algo raro. Y ese vendedor es extraterrestre, no me cabe la menor duda
A todo eso ya estaba regresando el vendedor con la botella de Ribera de Duero. No había dejado de hablar ni un momento y mientras sus pasos se acercaban, continuó ensalzando las virtudes de los vinos caros y denigrando los baratos. Finalmente salió de la trastienda y volvió a ocupar su puesto detrás del mostrador. En efecto, sus orejas eran normales en la parte inferior, pero la parte superior era completamente plana y semitransparente, como si se las hubieran metido en una sandwichera.
-No, esta no es la que quiero, le había dicho del dos mil tres.
Algo contrariado, el vendedor reemprendió su camino a las profundidades de la bodega, desde donde su acento argentino siguió oyéndose como si procediese de ultratumba. El hombre de la gabardina continuó insistiendo:
-¿Lo ve? Es extraterrestre, no cabe la menor duda, ¡mire, mire!
Sacó del bolsillo un libro arrugado, algo así como un catálogo del Ikea pero más voluminoso, repleto de fotos y descripciones. En cada página se veía a una persona aparentemente normal pero con las orejas un poco extrañas. Fue pasando páginas y para mi sorpresa, finalmente encontró un retrato del vendedor de vinos.
-Y vea lo que pone: ¡Es de los más malvados! ¡Tenemos que acabar con él! Usted colóquese al lado de la puerta de la trastienda y en cuanto entre, le abre la cabeza con esta botella de Moët Chandon. ¡Rápido!
-¡Pero usted está loco, señor! Yo solamente había venido a comprar una botella de Pedro Jiménez para el postre ¿y ahora usted me propone atacar a ese hombre?
-No es un hombre, es un Xiomps y apuesto a que en la bodega está su transmutador de especies. Rápido, tome la botella.
Demasiado tarde. El vendedor ya estaba de nuevo subiendo las escaleras, sin dejar de despotricar de los vinos dulces y baratos que busca la gente que no tiene ni la menor idea de nada y piensan que comprando alcoholes de garrafa y gastando solamente tres o cuatro euros por botella van a poder quedar bien cuando en realidad la enología es un arte excelso, superior a la literatura, la pintura y la filosofía, tal vez equiparable a la mística, y esa gentuza piensa que solamente porque olisquean los tapones ya saben algo, cuando es obvio que hay que gastarse por lo menos cuarenta euros en cada botella y abrir tres en cada cena.
-Deme la botella, ya aprenderá más adelante. Ahora no hay tiempo que perder. ¡Yo mismo acabaré con él! ¡Aguante esto!
Me dio el catálogo de alienígenas y con sorprendente agilidad, me quitó la botella de Moët Chandon de las manos, pasó al otro lado del mostrador, se encaramó en una caja vacía de cerveza junto a la puerta, y en cuanto el vendedor sacó la cabeza, le asestó un tremendo golpe que le hizo callar en seco, rompió la botella y le dejó tendido en el suelo junto a un charco de sangre y espumoso.
-¿Lo ve? Ha sido muy fácil, sin el transmutador de especies en realidad no representan ninguna amenaza. Vamos ahora mismo a la bodega.
Yo estaba aterrorizado, esperando que de un momento a otro ese loco me atacase a mi, y quise salir corriendo de allí inmediatamente. Ya estaba corriendo hacia la salida y pensando como contaría aquel episodio en comisaría cuando se abrió la puerta de la tienda de vinos y entró ni más ni menos que una pareja de guardias civiles de uninforme.
-¡Rápido, vamos a la bodega, antes de que vean el cadáver!
Nos metimos en la trastienda y bajamos por las escaleras de caracol, estrechas e interminables, hasta llegar a la bodega. Y para mi enorme sorpresa, allí, entre una máquina de embotellar, diversos garrafones y una impresora hp que todavía estaba imprimiendo etiquetas falsas, resultó haber un prisma como de obsidiana que parecía levitar a un metro de altura desprendiendo un brillo azulado.
-¡El transmutador de especies! Este dispositivo revelará nuestra verdadera naturaleza y nos permitirá hacerles frente.
Pero entonces los guardias civiles ya habían visto el cadáver y empezaban a bajar por las escaleras dando la voz de alto. El hombre se abrazó al prisma y fue entonces cuando me di cuenta de que llevaba la bufanda prendida con un pequeño imperdible negro, como para que asegurarse de que en ninguna circunstancia se le verían las orejas.
Demasiado tarde me fijé en ese detalle: el transmutador de especias le retornó a su forma original de alienígena, que a mi me pareció un enorme pulpo de gran fuerza y presencia física. Sin ninguna dificultad, simplemente blandiendo sus tentáculos, pudo poner fuga a los guardias civiles.
Y de esta forma, sin que yo jamás lo hubiera pretendido, empezó mi carrera delictiva junto a Ernesto, el pulpo alienígena del planeta Schuss.
Aquella noche, mientras el pulpo Ernesto y yo estábamos escondidos debajo de un puente esperando a que pasasen los helicópteros de la policía, me dio por mirar el catálogo de extraterrestres y le vi en la contraportada, en su forma humana con orejas cilíndricas y en su verdadera forma de encefalópodo del planeta Schuss. Era el editor.
Con el tiempo y las aventuras, llegamos a ser grandes amigos. Ahora estamos preparando el advenimiento de la nave nodriza de Schuss: atracamos bancos, desvalijamos notarías y repartimos jamones de bellota en la cola del paro. Pronto daremos nuestro golpe más sonado: ya casi hemos averiguado quien se ha quedado con todo el dinero que falta desde que decían que eramos ricos. El mundo será mejor en la era de Schuss.
A veces pienso que Ernesto preparó el encuentro en la tienda de vinos del Xiomp solamente para poder reclutarme.
Comentarios
Es una que acaba fatal, ambientada en el franquismo ?
Ernesto no abduce: seduce
Qué gran ciencia la enología, qué arte. En mi opinión sólo es comparable al patinaje artístico.
Hijo mío.
...a lo convencido y divertido.
B.N.C.M.
Besos.
La enología es otra eucaristía.
Si se empeña en recalcar los pequeños defectos que todo cefalópodo tiene, hasta el punto de desfigurar su personalidad, entonces ya no es posible un diálogo constructivo.
Póngase los tacones! Ya estaba por invitarla a bailar pero he recordado que soy incapaz. Ernesto, a lo mejor..
La perfección en las impresoras !
Usted si que es un santo verdadero !
Abrazo con ocho patas...
...los tacones, es deseo de que siga siendo futuro.
...que puede ser futuro.
Se le nota contento,...y eso también facilita cualquier deseo de,...futuro.
Un beso muy fuerte, y pulpo.
B.N.
Por como coinciden las descripciones deven ser al menos hermanos.
Está basada en una historia real, esos tipos realmente se metieron en la vía.
No sabia que fuera un hecho real. Quiero decir lo de la via del tren. Lo de sus aventuras con el extraterrestre de la bufanda ya sé que lo son.
Por cierto, le he dejado un regalo en su entrada "El síndrome de Van Gogh y los colores de las estrellas".
http://www.youtube.com/watch?v=fmcZLamSVVM&feature=related
Muy bueno el post.
Un abrazo.
Me sabe mal decírselo pero estas cosas siempre duelen menos viniendo de un amigo: Yo creo que freírse el cerebro es una vulgaridad, pudiendo cocinarlo al vapor que siempre tiene menos calorías, o con nitrógeno al estilo Adrià. Perfeccione su invento y que Dios le bendiga.
pero... ¿por qué querría matar el extraterrestre editor al extraterrestre vendedor de vinos? eso no ha quedado atado, Sr. FriKosal, no ha quedado atado. (hablo en broma, pero no ha quedado atado)
En defensa de don Ernesto, añado que yo hubiese actuado de la misma manera y proceder ante la aparición de un repulsivo Xiompiano (y no soy racista, que conste)
Hay alienígenas de varias clases (muchas clases en realidad, justamente de eso va el manual), y el vendedor de vinos es de los malvados, un Xiomps. El Pulpo Ernesto, por el contrario, es del planeta Schuss y viene a traer paz y amor a la tierra. Por eso, Ernesto se ve en la obligación de exterminar a algunos alienígenas. Si se hace por sorpresa, antes de que puedan utilizar el transmutador de especies, no hay más problema.
Frikosal, eres muy divertido. 'La era de Schuss' curiosidad tengo de saber en qué te has inspirado para ese nombre. 'La era de Schuss' ¡por Schuss¡