Los tres cerditos constructores
Había una vez, en un país muy lejano, tres cerditos constructores: el cerdito inmigrante, el cerdito obrero y el cerdito promotor.
El cerdito inmigrante llegó ilegalmente y empezó trabajando de peón. A fuerza de mucho trabajar y mucho observar, pudo aprender el oficio de colocador de pladur. Con lo que ganaba, le pareció que podría pagar un piso en un suburbio miserable.
Pero al poco de firmar su hipoteca, soplaron vientos de crisis y llegó la ruina.
Cuando la ruina alcanzó el piso del cerdito inmigrante, de un solo soplido le dejó sin trabajo. El día del embargo, dos guardias civiles y un notario les echaron a la calle sin atender al llanto de los niños.
Y suplicó: “Cerdito obrero, no tengo trabajo. ¿Podrías ayudarme?”
-Ay, que más quisiera yo, ¿no ves que también lo estoy pasando muy mal?
El cerdito obrero era hijo de un albañil y enseguida pudo aprender el oficio de encofrador. Eran tiempos de euforia salarial, y a fuerza de mucho trabajar pudo comprarse un dúplex, un Audi A4 y un apartamento en La Manga del Mar Menor. Y ya estaba pensado en invertir en otro piso cuando llegó la ruina.
En un par de soplidos les dejó sin trabajo, a él y a su mujer.
-Cerdito promotor, no podemos pagar la hipoteca, ¿podrías ayudarnos?
-Ay, que más quisiera yo, si hace meses que no se empiezan obras nuevas.
El cerdito promotor siempre estuvo bien situado y ya de joven pudo disfrutar de la náutica, del golf y de otros caros placeres. Empezando con el bolsillo lleno, a fuerza de mucho especular, recalificar y subcontratar, amasó un gran patrimonio que no enumero para no causar escándalo.
Y cuando la ruina llegó a su casa de la zona alta, estuvo un buen rato soplando y soplando. Pero el cerdito especulador ya lo había vendido todo y tenía el dinero a buen recaudo, en otros países y en negocios que no me quiso contar. Pero me dijo: “Acuérdate siempre de esto Frikosal, el último millón hay que dejárselo ganar a otro”.
Y dicen que allí en lo alto, el cerdo banquero se lo mira todo con relativa indiferencia desde su torre de cristal, por que de toda la vida se ha dicho que la banca siempre gana. Aunque esta vez la ruina viene muy crecida y ¿quien sabe lo que podría suceder?
(3 de Noviembre, San Martín, tomen nota)
El cerdito inmigrante llegó ilegalmente y empezó trabajando de peón. A fuerza de mucho trabajar y mucho observar, pudo aprender el oficio de colocador de pladur. Con lo que ganaba, le pareció que podría pagar un piso en un suburbio miserable.
Pero al poco de firmar su hipoteca, soplaron vientos de crisis y llegó la ruina.
Cuando la ruina alcanzó el piso del cerdito inmigrante, de un solo soplido le dejó sin trabajo. El día del embargo, dos guardias civiles y un notario les echaron a la calle sin atender al llanto de los niños.
Y suplicó: “Cerdito obrero, no tengo trabajo. ¿Podrías ayudarme?”
-Ay, que más quisiera yo, ¿no ves que también lo estoy pasando muy mal?
El cerdito obrero era hijo de un albañil y enseguida pudo aprender el oficio de encofrador. Eran tiempos de euforia salarial, y a fuerza de mucho trabajar pudo comprarse un dúplex, un Audi A4 y un apartamento en La Manga del Mar Menor. Y ya estaba pensado en invertir en otro piso cuando llegó la ruina.
En un par de soplidos les dejó sin trabajo, a él y a su mujer.
-Cerdito promotor, no podemos pagar la hipoteca, ¿podrías ayudarnos?
-Ay, que más quisiera yo, si hace meses que no se empiezan obras nuevas.
El cerdito promotor siempre estuvo bien situado y ya de joven pudo disfrutar de la náutica, del golf y de otros caros placeres. Empezando con el bolsillo lleno, a fuerza de mucho especular, recalificar y subcontratar, amasó un gran patrimonio que no enumero para no causar escándalo.
Y cuando la ruina llegó a su casa de la zona alta, estuvo un buen rato soplando y soplando. Pero el cerdito especulador ya lo había vendido todo y tenía el dinero a buen recaudo, en otros países y en negocios que no me quiso contar. Pero me dijo: “Acuérdate siempre de esto Frikosal, el último millón hay que dejárselo ganar a otro”.
Y dicen que allí en lo alto, el cerdo banquero se lo mira todo con relativa indiferencia desde su torre de cristal, por que de toda la vida se ha dicho que la banca siempre gana. Aunque esta vez la ruina viene muy crecida y ¿quien sabe lo que podría suceder?
(3 de Noviembre, San Martín, tomen nota)
Comentarios
Pako
Los bancos permanecen.
Besos de después (de las vacaciones)
No entiendo que significa lo del 3 de noviembre es algun dicho de acá?? lo siento...
Es lamentable pero la banca siempre cae parada y el trabajador siempre debajo de la banca...
Besitos y ojo con los cerdos!!!
Consigo entender mas não sei escrever... Rosangela Neri
Ahora, otro de cerditos: este verano tuve ocasión de leerle el cuento de los cerditos a la hija de una amiga; qué cosas, los de la casita de paja y la de palitos eran cerditos y el de la casita de ladrillos había sido convertido en cerdita. No puedo con el tontofeminismo políticamente correcto(espero que no me crucifiquen) que convierte al cerdito listo en cerdita o a los miembros en miembras. Me parecen cosas que rozan el ridículo y que no hacen ningún favor a las mujeres.
Ah, el San Martín de la matanza creo que es el del 11 de noviembre, el de Tours, el que partió su capa con un pobre semidesnudo enmedio de la ventisca; el del día 3 es el de Porres, fray Escoba.
Lo del feminismo de las miembras es una verdad como un templo. Y muchas cosas más que habría que decir.. ya no se puede decir casi nada. Ayer una señora hacía broma de esto en un programa de tv, poca gente se atreve.
Eres una entendida en santos ! Ya te consultaré para la próxima, vi los dos Santos Martines pero me pareció que para el 11 ya se habría jorobado algo grande. Veremos.