Segunda historia de Q
Hoy llueve en la ciudad dormitorio.
La oficina central de la Caja de Ahorros está en un viejo edificio en el centro de la ciudad. Aunque no es un subterráneo, al entrar da la impresión de ser un submundo oscuro y miserable, construido para criaturas oscuras y codiciosas como las cucarachas. Está comprobado que allí dentro el tiempo tiene una textura diferente.Y los días de lluvia tienen un transcurrir viscoso y putrefacto que no va a ser bueno para Q, el hombre que lo veía todo lleno de mierda.
Para empezar, ya hace un rato que Q está atendiendo a la señora R. Como casi cada mes, sobre el día 25, ella viene a pedir la cuadratura del círculo: Un anticipo de la pensión de viudedad para poder pagar el supermercado. Y la señora R, aunque pasa de los 70, es de armas tomar. Ya está casi gritando cuando exclama:
-¿Pero no se acuerda usted de cuando vivía mi marido? La cantidad de operaciones que hacíamos, lo que han llegado a ganar con nosotros. Jamás dejamos de pagar nada. ¿Y ahora no puede adelantarme 50 miserables euros una semana?
-Si, yo conocía a su marido, señora R. Toda la vida lo han pagado todo sin falta, por supuesto que lo se. Pero es imposible.
Q lleva un rato dándole las amables excusas habituales cuando levanta la vista y ve, allí arriba al Contable E que está de pie observándoles. Está en la puerta de su celestial despacho de Auditoría Interna y la exigua luz que entra por la claraboya le hace parecer un ser superior. Ya hay más de diez personas detrás de la señora R y la conversación sigue subiendo de tono. No se trata solamente de decirle que no. Hay que echarla discretamente a la calle cuanto antes. La Institución no puede perder tiempo con los pobres, para eso están las Hermanitas de la Caridad.
-Señora R, mire, lo siento, no voy a poderle dar el dinero. Me está poniendo en un compromiso. Dejémoslo aquí.
-Es usted un miserable. ¡Sepa que voy a contar todo esto en mi blog!
¿Se puede conservar la dignidad siendo pobre? La señora R sale de la oficina andando alterada. Por más que ella intente disimularlo a base de betún, los agujeros en sus zapatos ya son más que evidentes. Mal asunto para un día lluvioso.
Mientras el siguiente cliente pide un extracto, Q se da cuenta una vez más de que el día que dejó el BUP de letras y el cuaderno de versos para entrar en la Caja de Ahorros la cagó. Tentado por la seguridad de un empleo vitalicio, se ha metido en un nido de gnomos mediocres y avariciosos. Y se pregunta por que no habrá obedecido su impulso inicial de sacarse 50 euros del bolsillo para dárselos a aquella pobre mujer. Q ya era un cobarde, ahora además le han convertido en un miserable.
Algunas personas, como el contable E, pueden cambiar el tono de voz en menos de un segundo, para adular al rico y acto seguido asfixiar al pobre, sin el menor problema de conciencia. Q, en cambio, recuerda que cuando era un niño pequeño quiso ser Robin Hood. Parece que de mayor la vida le ha convertido en el Sherif de Nottingham y recauda a los pobres para dárselo a los ricos y así poder ir pagando su propia hipoteca ¿Donde andará Robin Hood? Tal vez, piensa, lo mejor sería prescindir de las pastillas que le recetó el médico y acabar de una vez con tanta, tantísima mierda de vida en el maldito edificio de la Caja de Ahorros.
Pero de pronto siente temor ¿habrá durado demasiado la conversación con la abuelita pobre? ¿Estará E enfadado? Sus sospechas se confirman al cabo de un rato, cuando la aglomeración ha pasado. El contable E desciende del celestial reino de Auditoría Interna para hablar con Q.
-¿Ya le ofreciste una Hipoteca Inversa a esa vieja pesada? No se que se habrá creído. Ni que fuéramos Hermanitas de la Caridad. ¿Por que no se hizo un plan de pensiones cuando podía? No podemos alimentar a todos los pobres. Además, ¿ella para que quiere su piso ahora? No tardará en caer. ¿Te has fijado en sus zapatos?
-Mmmm, si, si que se lo comento cada mes, lo de la inversa quiero decir.
Pero, por suerte, no es esta la razón de la visita de E. Da varios rodeos, comenta algo sobre el fútbol. Se le ve nervioso. Es evidente que quiere algo. Se supone que son amigos pero en realidad Q le teme. Como todos los demás. Una simple petición de cuentas puede acarrearle muchísimo trabajo. Al final, E se decide a pedirle el favor. Que esta vez debe ser de los grandes por que empieza pidiendo discreción varias veces antes de exponer el asunto.
-Tengo un problema con mi mujer W. Estoy receloso. ¿Tu no sabrás de alguien en Seguridad que pudiera vigilarla discretamente? Algún chaval, me refiero, que esté empezando y me lo haga como un favor..
-Si, creo que si, hablaré con un securito que tiene ciclomotor y se cree que es Philip Marlowe, a lo mejor te podrá echar una mano.
-Bueno, a mi me da igual de que equipo sea, pero si hay algo, a ver si pudiera hacerme una foto.
Al cabo de unos días, E regresa y Q le tiende un sobre cerrado. Con la mano temblorosa, lo abre y examina unas fotos. Por un momento, E está estupefacto. Pero pronto se recupera. Guarda las fotos y carraspea.
-Ese chico se ha ganado el sueldo.
-Ah, pero ¿pensabas pagarle?
-Bueno, es un decir, me lo ha hecho como un favor, ¿no?
Cuando E se marcha con el sobre en las manos, Q se acuerda de W, la mujer del contable, de pecho travieso y mirada viva. La recuerda, como siempre, languideciendo en la interminable cena fraternal de cada año, al lado del contable que habla de sellos y discos de Julio Iglesias.
Q se pregunta si su cobardía no le habrá hecho cagarla una vez más, como cuando vendió el cuaderno de versos a cambio de un empleo vitalicio en el infierno de los gnomos, que es peor que el del Diablo. Por que el Diablo, a pesar de su indiscutible maldad, tiene cierta altura de miras, disfruta a tope de la vida, y no es rastrero ni roba los dineros céntimo a céntimo.
La oficina central de la Caja de Ahorros está en un viejo edificio en el centro de la ciudad. Aunque no es un subterráneo, al entrar da la impresión de ser un submundo oscuro y miserable, construido para criaturas oscuras y codiciosas como las cucarachas. Está comprobado que allí dentro el tiempo tiene una textura diferente.Y los días de lluvia tienen un transcurrir viscoso y putrefacto que no va a ser bueno para Q, el hombre que lo veía todo lleno de mierda.
Para empezar, ya hace un rato que Q está atendiendo a la señora R. Como casi cada mes, sobre el día 25, ella viene a pedir la cuadratura del círculo: Un anticipo de la pensión de viudedad para poder pagar el supermercado. Y la señora R, aunque pasa de los 70, es de armas tomar. Ya está casi gritando cuando exclama:
-¿Pero no se acuerda usted de cuando vivía mi marido? La cantidad de operaciones que hacíamos, lo que han llegado a ganar con nosotros. Jamás dejamos de pagar nada. ¿Y ahora no puede adelantarme 50 miserables euros una semana?
-Si, yo conocía a su marido, señora R. Toda la vida lo han pagado todo sin falta, por supuesto que lo se. Pero es imposible.
Q lleva un rato dándole las amables excusas habituales cuando levanta la vista y ve, allí arriba al Contable E que está de pie observándoles. Está en la puerta de su celestial despacho de Auditoría Interna y la exigua luz que entra por la claraboya le hace parecer un ser superior. Ya hay más de diez personas detrás de la señora R y la conversación sigue subiendo de tono. No se trata solamente de decirle que no. Hay que echarla discretamente a la calle cuanto antes. La Institución no puede perder tiempo con los pobres, para eso están las Hermanitas de la Caridad.
-Señora R, mire, lo siento, no voy a poderle dar el dinero. Me está poniendo en un compromiso. Dejémoslo aquí.
-Es usted un miserable. ¡Sepa que voy a contar todo esto en mi blog!
¿Se puede conservar la dignidad siendo pobre? La señora R sale de la oficina andando alterada. Por más que ella intente disimularlo a base de betún, los agujeros en sus zapatos ya son más que evidentes. Mal asunto para un día lluvioso.
Mientras el siguiente cliente pide un extracto, Q se da cuenta una vez más de que el día que dejó el BUP de letras y el cuaderno de versos para entrar en la Caja de Ahorros la cagó. Tentado por la seguridad de un empleo vitalicio, se ha metido en un nido de gnomos mediocres y avariciosos. Y se pregunta por que no habrá obedecido su impulso inicial de sacarse 50 euros del bolsillo para dárselos a aquella pobre mujer. Q ya era un cobarde, ahora además le han convertido en un miserable.
Algunas personas, como el contable E, pueden cambiar el tono de voz en menos de un segundo, para adular al rico y acto seguido asfixiar al pobre, sin el menor problema de conciencia. Q, en cambio, recuerda que cuando era un niño pequeño quiso ser Robin Hood. Parece que de mayor la vida le ha convertido en el Sherif de Nottingham y recauda a los pobres para dárselo a los ricos y así poder ir pagando su propia hipoteca ¿Donde andará Robin Hood? Tal vez, piensa, lo mejor sería prescindir de las pastillas que le recetó el médico y acabar de una vez con tanta, tantísima mierda de vida en el maldito edificio de la Caja de Ahorros.
Pero de pronto siente temor ¿habrá durado demasiado la conversación con la abuelita pobre? ¿Estará E enfadado? Sus sospechas se confirman al cabo de un rato, cuando la aglomeración ha pasado. El contable E desciende del celestial reino de Auditoría Interna para hablar con Q.
-¿Ya le ofreciste una Hipoteca Inversa a esa vieja pesada? No se que se habrá creído. Ni que fuéramos Hermanitas de la Caridad. ¿Por que no se hizo un plan de pensiones cuando podía? No podemos alimentar a todos los pobres. Además, ¿ella para que quiere su piso ahora? No tardará en caer. ¿Te has fijado en sus zapatos?
-Mmmm, si, si que se lo comento cada mes, lo de la inversa quiero decir.
Pero, por suerte, no es esta la razón de la visita de E. Da varios rodeos, comenta algo sobre el fútbol. Se le ve nervioso. Es evidente que quiere algo. Se supone que son amigos pero en realidad Q le teme. Como todos los demás. Una simple petición de cuentas puede acarrearle muchísimo trabajo. Al final, E se decide a pedirle el favor. Que esta vez debe ser de los grandes por que empieza pidiendo discreción varias veces antes de exponer el asunto.
-Tengo un problema con mi mujer W. Estoy receloso. ¿Tu no sabrás de alguien en Seguridad que pudiera vigilarla discretamente? Algún chaval, me refiero, que esté empezando y me lo haga como un favor..
-Si, creo que si, hablaré con un securito que tiene ciclomotor y se cree que es Philip Marlowe, a lo mejor te podrá echar una mano.
-Bueno, a mi me da igual de que equipo sea, pero si hay algo, a ver si pudiera hacerme una foto.
Al cabo de unos días, E regresa y Q le tiende un sobre cerrado. Con la mano temblorosa, lo abre y examina unas fotos. Por un momento, E está estupefacto. Pero pronto se recupera. Guarda las fotos y carraspea.
-Ese chico se ha ganado el sueldo.
-Ah, pero ¿pensabas pagarle?
-Bueno, es un decir, me lo ha hecho como un favor, ¿no?
Cuando E se marcha con el sobre en las manos, Q se acuerda de W, la mujer del contable, de pecho travieso y mirada viva. La recuerda, como siempre, languideciendo en la interminable cena fraternal de cada año, al lado del contable que habla de sellos y discos de Julio Iglesias.
Q se pregunta si su cobardía no le habrá hecho cagarla una vez más, como cuando vendió el cuaderno de versos a cambio de un empleo vitalicio en el infierno de los gnomos, que es peor que el del Diablo. Por que el Diablo, a pesar de su indiscutible maldad, tiene cierta altura de miras, disfruta a tope de la vida, y no es rastrero ni roba los dineros céntimo a céntimo.
Comentarios
-th
Q se encontrará mucho mejor en unas 30 semanas, en cuanto las pastillas empiecen a hacerle efecto. El edificio, el contable.. todo le va a parecer estupendo.
Th,
Ya veras, ese Pato se va a enterar, jeje. Que por cierto se una anecdota muy divertida de una chica que fue a Disneyeso en Paris, pero me parece que no se puede poner por escrito, ya te la contare.
Saludos