El enemigo
Para una persona es muy importante tener amigos, pero para un grupo de personas (ya sea patria, credo, club de fútbol, imperio o ciudad-dormitorio) es también esencial tener enemigos, ya sean exteriores o interiores.
Los enemigos exteriores no forman parte del grupo. Son siempre malvados y están cerca, cerca en un sentido amplio que hoy por hoy a veces ya casi abarca a todo el planeta. Los amigos suelen estar más lejos y no es raro que dos amigos estén separados por un enemigo. Pero lo esencial es que así como nosotros somos buenos y valerosos, el enemigo es cobarde y despreciable.
El enemigo exterior (simplificando), puede ser poderoso o inofensivo. Si es poderoso hay que procurar conservarlo, y dar amplia publicidad a sus maldades para que la gente pueda odiarle. Si es inofensivo, también hay que procurar conservarlo, pero si conviniera aniquilarle, hay que asegurarse de tener por lo menos otro: ya hemos dicho que un buen enemigo es esencial. Antes de la aniquilación, deberemos procurar que todo el mundo tenga claro que era malvado. Esto no se puede improvisar, de lo contrario siempre habrá quien diga que realmente no era tan malo.
Sin llegar a estos extremos, en épocas de vacas flacas, al enemigo exterior se le puede pinchar de vez en cuando para moleststarle y llenar los periódicos, las conversaciones en los baños públicos o las tertulias a la hora del café (según el caso). Pero cuidando de no pasarse, especialmente si es poderoso. De todos modos, en el fondo (y esto es un gran secreto) el enemigo exterior no es un enemigo, ya que nosotros también somos su enemigo. La historia anda llena de gente que ha seguido al mando solo gracias a sus enemigos, enemigos exteriores. ¡Pero cuidado! Un error en la elección de enemigo exterior puede ser fatal.
El enemigo interior está entre nosotros. Es malvado, odioso y despreciable, pero siempre es inofensivo. Es un grupo dentro del grupo. A veces es rico y privilegiado, pero no siempre. Tampoco los realmente ricos y privilegiados son enemigos interiores, a pesar de que la gente llana pueda odiarles. ¿Donde está la diferencia? En que esos últimos no son inofensivos. El enemigo interior debe ser inofensivo. Si no era inofensivo, hay que procurar ir socavando su poder y acorralándole a medida que se le eleva al rango de enemigo. También es importante que sea fácil odiarle. Tiene que ser diferente y feo (o sabio, también vale). Sus costumbres deben irse ridiculizando al mismo tiempo que se difunden sus maldades. Incluso el lenguaje especial que se utiliza para hablar de él debe irse creando poco a poco. Hay que procurar que la gente no adopte jamás su punto de vista, que nunca se intenten entender las razones de su diferencia. De lo contrario, podría parecer que no es tan malvado y no se le odiaría. Sería una lástima: ¡es tan saludable la alegría que siente la gente humilde cada vez que se le da un garrotazo al enemigo interior!.
Lo ideal es tener enemigos interiores y exteriores. Pero en caso de tener que elegir, siempre optaremos por el interior. ¿Cual es la razón? Pues que es inofensivo (de lo contrario no sería enemigo) y por tanto, siempre que se haya creado el clima adecuado, siempre se puede proceder a su eliminación. Incluso después de haber dejado de existir, el enemigo interior puede seguir siendo un enemigo interior. Quedarán conversos, hijos, antiguos amigos, simpatizantes, nietos. Es una mina inagotable.
Si el enemigo exterior en realidad no es tan peligroso y el interior es inofensivo, ¿quién es el verdadero enemigo? Naturalmente, es el que todo el mundo supone que es nuestro amigo. Ese presidente del club de fútbol que recela del entrenador demasiado exitoso, ese emperador romano que sospecha del brillante general que regresa de la Galia, ese Alcalde que (secretamente) fulminaría a su amado concejal de urbanismo, tienen toda la razón. Del mismo modo que un buitre no escribe tratados sobre aerodinámica, pero la domina de forma instintiva, los que manejan el poder conocen estas cosas al dedillo y sus finas plumas les van orientando en cada momento, para su mayor gloria.
Se ha mencionado varias veces lo del clima adecuado, y alcanzarlo tarda su tiempo. La próxima entrega de este coleccionable tratará sobre la administración del tiempo. Sustancia de origen y naturaleza divinas pero que el Alcalde debe saber controlar.
Extracto de: Cartas a un joven Alcalde, de Dieter Berglund.
Los enemigos exteriores no forman parte del grupo. Son siempre malvados y están cerca, cerca en un sentido amplio que hoy por hoy a veces ya casi abarca a todo el planeta. Los amigos suelen estar más lejos y no es raro que dos amigos estén separados por un enemigo. Pero lo esencial es que así como nosotros somos buenos y valerosos, el enemigo es cobarde y despreciable.
El enemigo exterior (simplificando), puede ser poderoso o inofensivo. Si es poderoso hay que procurar conservarlo, y dar amplia publicidad a sus maldades para que la gente pueda odiarle. Si es inofensivo, también hay que procurar conservarlo, pero si conviniera aniquilarle, hay que asegurarse de tener por lo menos otro: ya hemos dicho que un buen enemigo es esencial. Antes de la aniquilación, deberemos procurar que todo el mundo tenga claro que era malvado. Esto no se puede improvisar, de lo contrario siempre habrá quien diga que realmente no era tan malo.
Sin llegar a estos extremos, en épocas de vacas flacas, al enemigo exterior se le puede pinchar de vez en cuando para moleststarle y llenar los periódicos, las conversaciones en los baños públicos o las tertulias a la hora del café (según el caso). Pero cuidando de no pasarse, especialmente si es poderoso. De todos modos, en el fondo (y esto es un gran secreto) el enemigo exterior no es un enemigo, ya que nosotros también somos su enemigo. La historia anda llena de gente que ha seguido al mando solo gracias a sus enemigos, enemigos exteriores. ¡Pero cuidado! Un error en la elección de enemigo exterior puede ser fatal.
El enemigo interior está entre nosotros. Es malvado, odioso y despreciable, pero siempre es inofensivo. Es un grupo dentro del grupo. A veces es rico y privilegiado, pero no siempre. Tampoco los realmente ricos y privilegiados son enemigos interiores, a pesar de que la gente llana pueda odiarles. ¿Donde está la diferencia? En que esos últimos no son inofensivos. El enemigo interior debe ser inofensivo. Si no era inofensivo, hay que procurar ir socavando su poder y acorralándole a medida que se le eleva al rango de enemigo. También es importante que sea fácil odiarle. Tiene que ser diferente y feo (o sabio, también vale). Sus costumbres deben irse ridiculizando al mismo tiempo que se difunden sus maldades. Incluso el lenguaje especial que se utiliza para hablar de él debe irse creando poco a poco. Hay que procurar que la gente no adopte jamás su punto de vista, que nunca se intenten entender las razones de su diferencia. De lo contrario, podría parecer que no es tan malvado y no se le odiaría. Sería una lástima: ¡es tan saludable la alegría que siente la gente humilde cada vez que se le da un garrotazo al enemigo interior!.
Lo ideal es tener enemigos interiores y exteriores. Pero en caso de tener que elegir, siempre optaremos por el interior. ¿Cual es la razón? Pues que es inofensivo (de lo contrario no sería enemigo) y por tanto, siempre que se haya creado el clima adecuado, siempre se puede proceder a su eliminación. Incluso después de haber dejado de existir, el enemigo interior puede seguir siendo un enemigo interior. Quedarán conversos, hijos, antiguos amigos, simpatizantes, nietos. Es una mina inagotable.
Si el enemigo exterior en realidad no es tan peligroso y el interior es inofensivo, ¿quién es el verdadero enemigo? Naturalmente, es el que todo el mundo supone que es nuestro amigo. Ese presidente del club de fútbol que recela del entrenador demasiado exitoso, ese emperador romano que sospecha del brillante general que regresa de la Galia, ese Alcalde que (secretamente) fulminaría a su amado concejal de urbanismo, tienen toda la razón. Del mismo modo que un buitre no escribe tratados sobre aerodinámica, pero la domina de forma instintiva, los que manejan el poder conocen estas cosas al dedillo y sus finas plumas les van orientando en cada momento, para su mayor gloria.
Se ha mencionado varias veces lo del clima adecuado, y alcanzarlo tarda su tiempo. La próxima entrega de este coleccionable tratará sobre la administración del tiempo. Sustancia de origen y naturaleza divinas pero que el Alcalde debe saber controlar.
Extracto de: Cartas a un joven Alcalde, de Dieter Berglund.
Comentarios
Los amigos italianos son los reyes de los coleccionables, y el rey de las editoriales es el amigo Silvio.
(Ahora sé que es amigo porque se ha sumado a la condena del enemigo muerto).
¿Se puede condenar a un muerto?
¿...y se puede coleccionar?
D.B.
si el sonido de las balas ya me produce terror.." letra de "Celtas Cortos".
No es tan culto pero vale igual...salut!!!
Los que se oponen a lo mismo forman la tribu, etc.
...estoy convencida, que yo no nací para ser enemiga.
(y lo digo en primera persona y con humildad, aunque no lo parezca)
Muchos besos Manel.
Buenas noches.
B.