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Mostrando entradas de agosto, 2008

Una noche de agosto

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Este es el gran roble , y detrás está la Vía Láctea, en esta noche clara de Agosto. Justo ahora mismo acabo de leer que para los antiguos egipcios la Vía Láctea era como un Nilo celestial. La mancha blanca es Júpiter con sus satélites. Brilla más que cualquier otra estrella, y causa escándalo e incluso temor en el firmamento. Por allí, más arriba de las ramas, debe de andar el enigmático Plutón. Pero es miles de veces demasiado sutil para que pueda verlo la cámara. También se oyen los autillos cantando imperturbables, como si fueran radiofaros, y a veces a lo lejos, los extraños ladridos de los zorros y los gruñidos de los jabalíes que suelen pasar cerca de aquí. Siempre siempre tan reflexivos, me preguntan que estoy haciendo. -Fotos, hago fotos, y también observo la galaxia de Andrómeda con mi modesto catalejo. Veo pasar de vez en cuando extraños cuerpos celestes, demasiado rápidos para ser un avión y demasiado lentos para ser estrellas fugaces. Careciendo de fe en la Ufología, asumo

Los tres cerditos constructores

Había una vez, en un país muy lejano, tres cerditos constructores: el cerdito inmigrante, el cerdito obrero y el cerdito promotor. El cerdito inmigrante llegó ilegalmente y empezó trabajando de peón. A fuerza de mucho trabajar y mucho observar, pudo aprender el oficio de colocador de pladur. Con lo que ganaba, le pareció que podría pagar un piso en un suburbio miserable. Pero al poco de firmar su hipoteca, soplaron vientos de crisis y llegó la ruina. Cuando la ruina alcanzó el piso del cerdito inmigrante, de un solo soplido le dejó sin trabajo. El día del embargo, dos guardias civiles y un notario les echaron a la calle sin atender al llanto de los niños. Y suplicó: “Cerdito obrero, no tengo trabajo. ¿Podrías ayudarme?” -Ay, que más quisiera yo, ¿no ves que también lo estoy pasando muy mal? El cerdito obrero era hijo de un albañil y enseguida pudo aprender el oficio de encofrador. Eran tiempos de euforia salarial, y a fuerza de mucho trabajar pudo comprarse un dúplex, un Audi A4 y un a

La Vía Láctea y la tormenta

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Aquella noche se dio una circunstancia extraña. Las nubes que por la tarde cubrían el cielo se fueron desplazando hacia el noreste, más allá de las montañas, donde formaron una importante tormenta eléctrica. Y el resto del cielo quedó despejado casi por completo, dejando la Vía Láctea, que tanto me gusta contemplar, totalmente desnuda. En realidad yo estaba en casa pero mi amigo P. me vino a avisar del prodigio que sucedía. Cuando pude llegar al lugar adecuado lo mejor ya había terminado, la tormenta se había alejado mucho. Los truenos no se oían y los rayos, a pesar de ser grandes, estaban tan lejos que no resultaban amenazadores. No obstante, estuve un buen rato observando el cielo y haciendo fotos. Esta imagen no hace justicia a aquel cielo tan especial. Yo recuerdo el silencio, la oscuridad de la noche interrumpida por los rayos lejanos, la soledad. Solamente me interrumpió un ruido, que parecía de roedor que pero resultó ser de un sapo corredor.

Llorar como los lagartos

El lagarto está llorando. La lagarta está llorando. El lagarto y la lagarta con delantaritos blancos. Han perdido sin querer su anillo de desposados. ¡Ay, su anillito de plomo, ay, su anillito plomado! Un cielo grande y sin gente monta en su globo a los pájaros. El sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso. ¡Miradlos qué viejos son! ¡Qué viejos son los lagartos! ¡Ay cómo lloran y lloran. ¡ay! ¡ay!, cómo están llorando! (Federico García Lorca) Yo tenía 36 años un día de octubre, y regresaba de fotografiar mariposas. Pero ya no había mariposas. En la radio del coche escuché la historia de los lagartos, tan tristes, tan viejos y tan pobres buscando su anillo. Yo también lloré. ¿Por qué lloré como los lagartos? Esta pérdida de un objeto tan especial, el anillo de desposados, que es de plomo, barato y pesado, que solamente tiene valor para ellos, me conmovió. Es, una vez más , el paso del tiempo y la destrucción de las ilusiones y los recuerdos. A Charlot, en Tiempos modernos , se le

El canto de la rana arborícora y el concepto de pecado en fotografía

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El canto de la rana arborícora es furioso y desesperado. El macho de rana común, según me dijo el herpetólogo que me guiaba, ensaya diversas melodías para atraer a las hembras. Pero la arborícora es monótona y se basa únicamente en su potencia. Su canto se puede oír a kilómetros de distancia. Que misterio más grande, siendo de noche oír su canto a lo lejos y no saber donde están. Y después, encontrar su charca oculta, iluminar con la linterna y verla cantando en el agua, como hipnotizada por el deseo. Todavía más, encontrar a una de ellas cantando desde lo alto de un arbusto. Las demás, desde el agua, trataban en vano de hacerla callar. Le pregunté al herpetólogo si para impresionar a las hembras es una buena estrategia cantar desde lo alto, como hacían antiguamente los obreros de la construcción. Vaciló un poco y al final me dio la respuesta: Es una tontería cantar desde lo alto, los demás machos no pueden expulsarte pero la cópula al fin se realizará en el agua. Por mucho que cante

El vértigo de estar sin estar

Queridísimos amigos y familiares, Temporalmente ya no estoy aquí, si no en un lugar remoto sin conexión a la red y apenas sin telefonía ni televisión. Solamente me queda el flagelo de "Radio 5 todo noticias", que parece alcanzar el universo entero. Relativamente feliz, como el avestruz que ha escondido sabiamente la cabeza dentro de la arena, ignoro cual puede estar siendo el devenir del mundo desde que desaparecí el pasado día 1. He dejado entradas programadas para los días 10, 15 y 20 de agosto. También una para el 10 de ocubre, que borraré en cuanto regrese. Que vértigo, estar sin estar. Y regresar para abrir con temblores el ordenador y encontrar los comentarios. Necesitaba vacaciones, pero me temo que volveré peor. Siempre vuestro, Dr. Frikosal (sin licencia para recetar).