Viaje de Gulliver al país de los cíclopes



Partimos de Liverpool una tarde de enero con tiempo espléndido y viento favorable, pero al cabo de unas horas se desató el acostumbrado temporal que esta vez me había de llevar al extraño País de los Cíclopes.

Después del naufragio estuve nadando durante horas hasta llegar extenuado a la costa. Me creí salvado al ver un grupo de personas en la playa. Como no eran gigantes ni enanos, si no criaturas parecidas a nosotros, les pedí auxilio sin temor. Pero no me contestaron, si no que se limitaron a apuntarme con unos extraños aparatos que hacen un ruido similar al claqueo de las cigüeñas: clac-clac clac-clac-clac. Cuanto más pedía auxilio, más se acercaban y claqueaban con sus máquinas en lugar de prestarme ayuda, como si carecieran por completo de sentimientos.

Más tarde comprendí el motivo de esta conducta tan sorprendente: Los Cíclopes tienen en realidad dos ojos, pero únicamente utilizan uno de ellos, y lo hacen para mirar a través unas máquinas a las que llaman cámaras fotográficas. Son instrumentos sorprendentes y maravillosos, que captan la luz y la plasman en soportes permanentes mediante procedimientos mecánicos, al igual que lo haría un pintor, pero de forma instantánea y sin margen de error ni posibilidad de engaño.

Todas las actividades de los cíclopes están supeditadas a la fotografía. Los cíclopes jamás realizan ningún desplazamiento, por pequeño que sea, sin documentarlo ampliamente con sus cámaras. Cuando nace un niño, su padre no le mira y le toma en brazos, si no que toma una fotografía del bebé y se deleita contemplándola. Los dentistas toman fotografías de la boca de sus pacientes. Las relaciones íntimas entre hombre y mujer están precedidas por un largo y solitario intercambio de fotografías. Frecuentemente no se pasa de aquí, y en cualquier caso, el acto carnal también es fotografiado de forma rutinaria (e indecente).

Al poco tiempo de llegar, la situación empeoró por que aparecieron unas máquinas fotográficas que no funcionan mediante procedimientos mecánicos, si no basándose en unas entidades extracorpóreas denominadas "megapixels". Estos aparatos permiten ver las imágenes captadas al instante, y tomarlas en cantidades ingentes sin apenas coste alguno más que el de las propias máquinas. El número de fotografías captadas aumentó enormemente. En las calles, el clac-clac-clac se hacía casi insoportable. Ningún cíclope deja de fotografiar a todos los cíclopes que se cruzan en su camino cada mañana. No es necesario decir que los megapixels también miden la importancia de cada cíclope.

A pesar de esto, no se vive mal entre los cíclopes. La virtualidad sustituye en gran medida a la realidad. Los ladrones se limitan a fotografiar las casas en lugar de robarlas. Los policías fotografían a los ladrones. Los amantes se fotografían entre ellos. Los cazadores acechan ciervos armados solamente con megapixels. Los maridos agraviados utilizan teleobjetivos en lugar de rifles para vengarse. Cuando los novios riñen, se devuelven las fotos. Pero si la cosa acaba muy mal, algunos pérfidos las publican. Los entomólogos no capturan insectos, si no que los fotografían. Las prostitutas se dejan fotografiar (con o sin pudor) a cambio de la cantidad acordada.

Yo mismo llegué a interesarme por la fotografía, pensando que me sería útil para documentar mis viajes. Me hice con una máquina de segunda mano de unos pocos megapixels. Asi pude encontrar un modesto trabajo que me permitía tener algún tiempo libre para visitar y fotografíar el bello país de los cíclopes y a sus extraños habitantes. Incluso entablé una relación con una joven muy atractiva, a juzgar por sus fotos.

Pero un día al entrar en el mercado noté que los tomates y las alcachofas habían sido sustituidos por fotografías expuestas en pantallas. Cuando vi que los compradores aceptaban esta mercancía en lugar de la real, comprendí que la situación acabaría siendo insostenible y decidí marcharme.

Omitiré la descripicón del largo y tedioso viaje de regreso. Me llevé unos pocos cientos de miles de fotografias, espero tener tiempo algun día para clasificarlas, preparar una selección de las mejores y poder enseñároslas. De momento, solamente he podido procesar esta que os muestro. Es de la playa, el primer lugar que pisé en el extraño país de los Cíclopes.

Comentarios

Mandarina azul ha dicho que…
Si no fuera porque como tú muy bien dices "estaría feo"... ahora mismo fotografiaba este post. A mí, la verdad, no me importaría que tú me fotografiaras mientras yo fotografiaba el post. Eso cómo se llama, ¿fotografías en cascada? ¿o es sólo una sandez que se me acaba de ocurrir?

:)
nomesploraria ha dicho que…
Que bo!
No els facis tan llargs que he de treballaaaaaaar i em fotaran al carrer :-)
Anónimo ha dicho que…
Muy buena historia frikosal!
Le Mosquito ha dicho que…
¡Qué bonita autobiografía!
Los cíclopes no son otra cosa que seres que remedan, con más o menos fortuna, imágenes que ya existen en las enCICLOPEdias.
Me plujo.
luminaVitae ha dicho que…
En la mitologia griega los cíclopes contruyeron ciudades y monumentos descomunales, como las murallas ciclopeas de Micenas. Ciclopea..., siempre ma ha gustado esa palabra, y ahora le has dado un nuevo significado, buena historia.
saludos

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