Ajedrez en la elíptica
Para mi, el mejor ejercicio es un paseo por el monte un día de primavera o a principios de verano, seguido de un baño en un río o en el mar. Pero a falta de esto, debo conformarme con el gimnasio. Demasiado tarde me he dado cuenta de que sin hacer un poco de ejercicio con absoluta regularidad, mi cuerpo no funciona, y mi mente, tampoco. Dije un "un poco", y es que mi problema suele ser de exceso de motivación. Soy incapaz de mantenerme en un ritmo suave, que yo pueda resistir bien. Me pongo en la elíptica como si me fuera la vida en ello, y me paso de vueltas, hago más esfuerzo del que pueden resistir mis articulaciones. Ahora he encontrado una solución: jugar al ajedrez mientras estoy haciendo ejercicio.
El ajedrez en la elíptica debería ser un deporte olímpico. Al igual que el gin-tonic, es un ejemplo de como dos cosas que por separado ya funcionan, llegan a ser extraordinarias al combinarlas adecuadamente. Pongo el programa a un nivel bajo, que me mantenga totalmente concentrado pero que me de alguna posibilidad de ganar. Estudiando el salto del caballo y los movimientos de la dama, me olvido por completo de la elíptica y puedo mantener un ritmo suave. Mi mente, absorta en la partida, se olvida por un momento de todos los problemas. Mis ojos dejan de observar los fascinantes personajes que circulan por el gimnasio. Tampoco me planteo las normas del juego, que es lo que yo siempre suelo hacer en lugar de aceptarlas como dogma y jugar. El ajedrez es un juego condenadamente bueno, una metáfora extraordinaria de la guerra convencional, del poder y del tiempo. Pero me irrita el trato de favor que tiene el rey: observen que siempre termina la partida cuando el siguiente movimiento sería decapitarlo, o cuando queda acorralado. Estas normas debieron ser ideadas para complacer a reyes y generales. Y también dejo de pensar en el problema del infierno como un lugar sin ninguna posibilidad de regresar a la gracia de Dios (Dios no existe pero si su gracia, y esto me preocupa más de lo que se imaginan, pero lo dejaré para otra ocasión).
No quisiera engañarles, yo juego muy mal al ajedrez. En mi juventud argumenté que no hay nada de creatividad en este juego puesto que dada una posición, una mente suficientemente capaz analizaría todas las jugadas y sus ramificaciones, hasta dar con el mejor movimiento. ¿Qué puede haber en eso de creativo? Simple combinatoria, si acaso. Mi razonamiento, fruto de la envidia, era cierto pero solamente para una mente enormemente más poderosa que la humana. Efectivamente, a partir de un cierto nivel no basta con no cometer errores para ganar: hay que tener la imaginación suficiente como para tenderle trampas al programa. Todo esto mientras suena el atronador chumba-chumba que por alguna razón se considera imprescindible. Suelo ganar la primera partida, pero el programa se ajusta automáticamente a un nivel más alto, y pierdo la segunda. Compruebo, una vez más, que a partir de cierto número de pulsaciones mi cerebro deja de funcionar. Cometo errores garrafales (pero también el programa, a un nivel bajo). Debo resistir mi impulso de abandonar y confiar en el fallo del contrario para lanzar un ataque. Cuando me doy cuenta, han pasado los 20 o 40 minutos de rigor y salgo absolutamente relajado de la máquina. Mientras termino la partida, hago los estiramientos, que son fundamentales, y me voy a la piscina. Nado poco, apenas lo suficiente como para poder imaginar que realmente estoy junto a un mar que ya no existe. Debo decir, entre paréntesis, que en la literatura escrita por hombres se ha fantaseado mucho acerca de los vestuarios de señoras, pero deben saber las señoras que en los de hombres se ven y se oyen cosas que (sin exagerar) parecen de las 1001 noches.
Ahora mismo, ya terminada la sesión, me estoy tomando un café en el bar. Satisfecha la necesidad corporal del ejercicio, ahora es el momento de saborear este placer sublime de encajar algunas palabras y pulsar "Publicar entrada", sin haber dicho ninguna barbaridad ¿lo logré?. Debo dejarlo aquí. Sean felices, que no es fácil.
El ajedrez en la elíptica debería ser un deporte olímpico. Al igual que el gin-tonic, es un ejemplo de como dos cosas que por separado ya funcionan, llegan a ser extraordinarias al combinarlas adecuadamente. Pongo el programa a un nivel bajo, que me mantenga totalmente concentrado pero que me de alguna posibilidad de ganar. Estudiando el salto del caballo y los movimientos de la dama, me olvido por completo de la elíptica y puedo mantener un ritmo suave. Mi mente, absorta en la partida, se olvida por un momento de todos los problemas. Mis ojos dejan de observar los fascinantes personajes que circulan por el gimnasio. Tampoco me planteo las normas del juego, que es lo que yo siempre suelo hacer en lugar de aceptarlas como dogma y jugar. El ajedrez es un juego condenadamente bueno, una metáfora extraordinaria de la guerra convencional, del poder y del tiempo. Pero me irrita el trato de favor que tiene el rey: observen que siempre termina la partida cuando el siguiente movimiento sería decapitarlo, o cuando queda acorralado. Estas normas debieron ser ideadas para complacer a reyes y generales. Y también dejo de pensar en el problema del infierno como un lugar sin ninguna posibilidad de regresar a la gracia de Dios (Dios no existe pero si su gracia, y esto me preocupa más de lo que se imaginan, pero lo dejaré para otra ocasión).
No quisiera engañarles, yo juego muy mal al ajedrez. En mi juventud argumenté que no hay nada de creatividad en este juego puesto que dada una posición, una mente suficientemente capaz analizaría todas las jugadas y sus ramificaciones, hasta dar con el mejor movimiento. ¿Qué puede haber en eso de creativo? Simple combinatoria, si acaso. Mi razonamiento, fruto de la envidia, era cierto pero solamente para una mente enormemente más poderosa que la humana. Efectivamente, a partir de un cierto nivel no basta con no cometer errores para ganar: hay que tener la imaginación suficiente como para tenderle trampas al programa. Todo esto mientras suena el atronador chumba-chumba que por alguna razón se considera imprescindible. Suelo ganar la primera partida, pero el programa se ajusta automáticamente a un nivel más alto, y pierdo la segunda. Compruebo, una vez más, que a partir de cierto número de pulsaciones mi cerebro deja de funcionar. Cometo errores garrafales (pero también el programa, a un nivel bajo). Debo resistir mi impulso de abandonar y confiar en el fallo del contrario para lanzar un ataque. Cuando me doy cuenta, han pasado los 20 o 40 minutos de rigor y salgo absolutamente relajado de la máquina. Mientras termino la partida, hago los estiramientos, que son fundamentales, y me voy a la piscina. Nado poco, apenas lo suficiente como para poder imaginar que realmente estoy junto a un mar que ya no existe. Debo decir, entre paréntesis, que en la literatura escrita por hombres se ha fantaseado mucho acerca de los vestuarios de señoras, pero deben saber las señoras que en los de hombres se ven y se oyen cosas que (sin exagerar) parecen de las 1001 noches.
Ahora mismo, ya terminada la sesión, me estoy tomando un café en el bar. Satisfecha la necesidad corporal del ejercicio, ahora es el momento de saborear este placer sublime de encajar algunas palabras y pulsar "Publicar entrada", sin haber dicho ninguna barbaridad ¿lo logré?. Debo dejarlo aquí. Sean felices, que no es fácil.
Comentarios
Eres matador con tus historias.
Me encantan.
¿Y el poder de la dama?
Espero no haber destrozado muchos mitos con estas líneas, pero tristemente el ser humano es igual de patético en ambos géneros.
... :)
Me aburre de forma sobrehumana 'el gimnasio',...los toleré, y fueron muchos, cuando practicaba un deporte en grupo,...o bailaba,...
(no movimientos únicos, solitarios, repetitivos, cada día, y cada día, una vez más)
Por otro lado el ajedrez, me supera,...de forma vergonzosa, y os admiro a los que lo sabéis 'llevar'.
En cualquier caso, para mí es un ejercicio más que estimulante el que compartas 'momentos' con nosotros,...me sienta mejor que cualquier gimnasio,...diversificar energias y movimientos, no?,... :)
Muchos besos.
B.N.C.M.
Lo que más me gusta del juego es la coronación del peón, eso es mejor que el sueño americano, una reencarnación donde poder elegir, una pasada!