Correr para tratar de ver el Rayo Verde
Ejercicios espirituales para ateos. No esperen que esta entrada tenga demasiada coherencia interna. Ahora soy otro. La dejé como un borrador hace unos meses y ahora después de una rápida lectura le doy al "Publicar entrada". Estoy con los tendones fastidiados, no puedo salir al monte, agobiado por un montón de problemas, y tal vez en medio de una metamorfosis.
1-Correr como locos hacia el acantilado esperando ver el último rayo de sol, el Rayo Verde. Este rayo, sublime, es un ente de naturaleza espiritual, como el Santo Grial, pero que al mismo tiempo tiene la ventaja de que existe y por tanto realmente puede llegar a verse. O tal vez eso sea un inconveniente.
2-Conversar con los otros locos que allí pueda haber, como si se les conociera de toda la vida. Pero antes, esperar a que haya terminado el espectáculo de la puesta de sol. Este fenómeno debe contemplarse en el más absoluto silencio como si fuera una misa.
3-Durante la conversación, contarles a los niños que cuando el sol toca al mar, si se escucha en atento silencio, se puede oír como el agua hierve. Disfrutar viendo como ya saben desmontar las patrañas de los mayores con su lógica.
4-Explicar la historia de cuando Rowell fotografiaba un amanecer y se sintió observado. Eran unos bonobos (u otra clase de monos, no lo recuerdo) que no estaban mirabando a Rowell... si no presenciando el amanecer, según su propia versión de la ceremonia. Al terminar se fueron hablando entre ellos como si comentasen una película al salir del cine, prescindiendo por completo de la presencia del fotógrafo.
5-Pensar que el mundo es maravilloso y que uno solo de estos crepúsculos, aunque no aparezca el Rayo, bien vale por muchos años de amodorramiento en la ciudad. Alegrarse de que no aparezca, pues seguiremos con ganas de verlo.
6-¿Apareció, entonces? Si. Lo he fotografiado dos veces. La primera vez fue el Rayo Verde del atardecer, escasísimo y sublime, pero ya descrito en la novela de Julio Verne y en tantos otros lugares, y por lo tanto hasta cierto punto convencional. La segunda vez fue otro rayo verde, el del amanecer, todavía mucho más difícil de fotografiar, y más estando lejos del mar. Lo fotografié sin verlo y al descubrirlo en la pantalla me sentí como si el mismo Dios me hubiera elegido a mi entre todos los mortales, de tan improbable como era ese suceso.
Gritando de alegría, corrí a contárselo a una señora que pasaba por allí. Pero ella no sabía que era el Rayo y me tomó por loco. Ese es uno de los problemas de buscar cosas raras, encontrarlas y fotografiarlas: que casi nadie las entiende.
1-Correr como locos hacia el acantilado esperando ver el último rayo de sol, el Rayo Verde. Este rayo, sublime, es un ente de naturaleza espiritual, como el Santo Grial, pero que al mismo tiempo tiene la ventaja de que existe y por tanto realmente puede llegar a verse. O tal vez eso sea un inconveniente.
2-Conversar con los otros locos que allí pueda haber, como si se les conociera de toda la vida. Pero antes, esperar a que haya terminado el espectáculo de la puesta de sol. Este fenómeno debe contemplarse en el más absoluto silencio como si fuera una misa.
3-Durante la conversación, contarles a los niños que cuando el sol toca al mar, si se escucha en atento silencio, se puede oír como el agua hierve. Disfrutar viendo como ya saben desmontar las patrañas de los mayores con su lógica.
4-Explicar la historia de cuando Rowell fotografiaba un amanecer y se sintió observado. Eran unos bonobos (u otra clase de monos, no lo recuerdo) que no estaban mirabando a Rowell... si no presenciando el amanecer, según su propia versión de la ceremonia. Al terminar se fueron hablando entre ellos como si comentasen una película al salir del cine, prescindiendo por completo de la presencia del fotógrafo.
5-Pensar que el mundo es maravilloso y que uno solo de estos crepúsculos, aunque no aparezca el Rayo, bien vale por muchos años de amodorramiento en la ciudad. Alegrarse de que no aparezca, pues seguiremos con ganas de verlo.
6-¿Apareció, entonces? Si. Lo he fotografiado dos veces. La primera vez fue el Rayo Verde del atardecer, escasísimo y sublime, pero ya descrito en la novela de Julio Verne y en tantos otros lugares, y por lo tanto hasta cierto punto convencional. La segunda vez fue otro rayo verde, el del amanecer, todavía mucho más difícil de fotografiar, y más estando lejos del mar. Lo fotografié sin verlo y al descubrirlo en la pantalla me sentí como si el mismo Dios me hubiera elegido a mi entre todos los mortales, de tan improbable como era ese suceso.
Gritando de alegría, corrí a contárselo a una señora que pasaba por allí. Pero ella no sabía que era el Rayo y me tomó por loco. Ese es uno de los problemas de buscar cosas raras, encontrarlas y fotografiarlas: que casi nadie las entiende.
Comentarios
...tanto la primera, como la segunda vez,...son para regalar.
Besos.
B.D.C.M.
Ojalá muchos más tuviesen locuras como las de la ilusión por ver el rayo verde. Entre las que me incluyo, por supuesto.
Cuendo termines la metamorfosis no dejes de mostrarnos tus nuevas alas. ... Porque no serán ancas de rana ¿no?
Como muestra os dejo un enlace con las fotos que no hace mucho pude hacer del Rayo Verde:
http://arsnatura.blogspot.com/2010/09/el-rayo-verde.html
Sé que muchos de vosotros ya habéis pasdo por allí y lo habéis visto, pero también para ellos lo pongo, por si quieren recordarlo. ;-)
http://naturalezacantabrica.blogspot.com/2010/08/un-rayo-verde-en-el-cantabrico.html
No recuerdo haberlo visto el rayo verde, ya no estoy en la misma zona, pero si algún dia tengo l'ocasión, seré consciente,que puedo verlo y esperaré,en silencio, ese momento.
Quizás por eso yo mejor me callo y no digo "na" de las fotos. Es usted un monstruo ...
...Un dia fotografiaré el raig verd... :o)
Abraçada
Saludos, hombre en el proceso (metamórfico, se entiende) y ánimo con el.
¿Has consultado un buen fisioterapeuta por el problema de tendones?
Te deseo una pronta mejoría.
A seguir buscando rayos verdes!!!