De nuevo, las lagartijas
Después de tanto tiempo me fui otra vez a fotografiar lagartijas, como si nada hubiera pasado.
Fotografiar lagartijas es algo muy serio. Entre otras cosas, es un ejercicio extraordinario para el cuerpo y la mente. Hay que agacharse y levantarse mil veces, moverse con sigilo y sobretodo, entender la lógica de la lagartija. Ahora mismo estan hambrientas después del invierno y les pesa más el instinto de caza que el miedo que les damos los animales grandes. Si se hace bien, es razonablemente fácil poner el objetivo a unos 20 o 30 cm de la lagartija y enfocar su ojo. Yo, que me pongo nervioso con el yoga, puedo pasar fácilmente dos o tres horas detrás de una mantis, de una libélula o de una lagartija. Lo de menos al final es la foto.
Pero decir esto es casi como no decir nada: hay que imaginar la salida al mediodía con el bocadillo en el asiento del coche, la serpenteante carretera que me aleja de la ciudad, el sol, el viento suave de esta primavera rara que ha empezado en invierno, los recuerdos que me trae el camino junto al río seco, la espera, la emoción de verla salir de una grieta, estudiar su recorrido para apostarme en su camino, verla en el visor, componer la imagen.
Fotografiar lagartijas es algo muy serio. Entre otras cosas, es un ejercicio extraordinario para el cuerpo y la mente. Hay que agacharse y levantarse mil veces, moverse con sigilo y sobretodo, entender la lógica de la lagartija. Ahora mismo estan hambrientas después del invierno y les pesa más el instinto de caza que el miedo que les damos los animales grandes. Si se hace bien, es razonablemente fácil poner el objetivo a unos 20 o 30 cm de la lagartija y enfocar su ojo. Yo, que me pongo nervioso con el yoga, puedo pasar fácilmente dos o tres horas detrás de una mantis, de una libélula o de una lagartija. Lo de menos al final es la foto.
Pero decir esto es casi como no decir nada: hay que imaginar la salida al mediodía con el bocadillo en el asiento del coche, la serpenteante carretera que me aleja de la ciudad, el sol, el viento suave de esta primavera rara que ha empezado en invierno, los recuerdos que me trae el camino junto al río seco, la espera, la emoción de verla salir de una grieta, estudiar su recorrido para apostarme en su camino, verla en el visor, componer la imagen.
Comentarios
Me ha recordado usted los tiempos en que pescaba. Empecé por acompañar a mi hijo, que no tenía edad de ir solo, un niño que no aguantaba en la silla con los libros podía estar horas pescando. Y a mí tampoco me vino mal. La orilla, la brisa, la luna, la punta de la caña, que si se mueve, que si no se mueve...otros asuntos más acuciantes se desvanecían por arte de magia.
Se cuenta un chascarrillo de pescadores "joder, qué bien está esto de pescar, cuando piquen ya tiene que ser la hostia!". Pues eso, que al final lo de menos es la foto, o el pez.
Lo malo es que el niño ya es un tío, y no quiere ir a pescar con su madre, prefiere con su novia o sus amigos. Ay.
Saludos y ¡Enhorabuena!
Paco Zamora Soria
¡Enhorabuena!
Saludos
Paco Zamora Soria