El Padre y el paraíso
Algunos dicen que en realidad el Padre no creó el paraíso, sinó tan solo un desierto abrasado por el sol. Y que fueron los hombres quienes después de largos años de esfuerzo lograron que brotara un frondoso jardín.
Todos los visitantes se admiraban contemplando la fertilidad de aquellas tierras y se preguntaban a que se debía tanta exhuberancia.
"Yo os lo mostraré" -contestaba el Padre- "tomad cualquiera de los frutos que aquí brotan y siempre veréis mi nombre escrito en él ¿No es justo decir que esta espléndida obra es mi creación?".
Pero como en el fondo de Si mismo sabía que no era cierto, día a día su envidia fue creciendo hasta que finalmente expulsó a aquellos que en verdad habían creado el paraíso. "Ahora ya no habrá ninguna duda", pensó.
Cuando finalmente estuvieron solos, el Padre, el Hijo y el Espíritu se reunieron y contemplaron gozosos la obra que ellos habían llegado a creer que era suya. Entonces dejaron escrito que hubo una serpiente, un fruto prohibido y un pecado.
Pero poco después, las arenas invadieron de nuevo aquel lugar. Y el Padre se lamentó amargamente de la maldad de los hombres.
Por aquel entonces, ya ni tan solo recordaba que tampoco les había creado Él.
Todos los visitantes se admiraban contemplando la fertilidad de aquellas tierras y se preguntaban a que se debía tanta exhuberancia.
"Yo os lo mostraré" -contestaba el Padre- "tomad cualquiera de los frutos que aquí brotan y siempre veréis mi nombre escrito en él ¿No es justo decir que esta espléndida obra es mi creación?".
Pero como en el fondo de Si mismo sabía que no era cierto, día a día su envidia fue creciendo hasta que finalmente expulsó a aquellos que en verdad habían creado el paraíso. "Ahora ya no habrá ninguna duda", pensó.
Cuando finalmente estuvieron solos, el Padre, el Hijo y el Espíritu se reunieron y contemplaron gozosos la obra que ellos habían llegado a creer que era suya. Entonces dejaron escrito que hubo una serpiente, un fruto prohibido y un pecado.
Pero poco después, las arenas invadieron de nuevo aquel lugar. Y el Padre se lamentó amargamente de la maldad de los hombres.
Por aquel entonces, ya ni tan solo recordaba que tampoco les había creado Él.
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Un abrazo