Sufrimiento y eutanasia
Hace algún tiempo recibí en este cuadernillo comentarios anónimos de alguien que se definía a si mismo como cristiano. Me recordaba, seguramente escandalizado por mi ateísmo, que en el momento de la muerte, entre miedo y dolores atroces, son muchos los que solicitan a un confesor para poner su alma en paz, poder retornar al seno de la Iglesia y de este modo evitar el infierno. Puso además esta afirmación en manos de una amiga enfermera y afirmó que tal vez fuera ese mi caso, que tal vez yo (se sobreentendía, asistido por una enfermera tan cristiana como él) también en el último momento claudicaría ante un confesor.
Recuerdo la angustia y el dolor de mi padre moribundo, que no pidió a ningún confesor, y recuerdo como si pedía por favor algunos calmantes más, aunque fuera a costa de acortar su vida. Calmantes que sistemáticamente le eran escatimados por las enfermeras, como si fueran medicinas preciosas y carísimas.
Ahora me explican el caso de una persona que se encuentra en circunstancias parecidas y esos recuerdos vuelven a mi. Una vez más, la medicina oficial pone trabas para aliviar el sufrimiento de una persona gravemente enferma, sin posibilidad de salvación. A primera vista, me parece algo incomprensible. ¿No existen los medicamentos que proporcionan paz y alivio, aunque sea artificial? ¿Es que acaso son tan caros? No debe ser el precio el problema cuando los protocolos insisten en la quimioterapia paliativa. ¿No habrá algo moral? ¿Algún miedo a transgredir algún mandamiento? Oí por la radio hablar a un médico cristiano que pedía para si mismo “una muerte plenamente consciente, dolorosa, para estar en contacto con el Creador”. Me parece estupendo si este es su deseo, pero ¿y para los demás? Si para alguna cosa debería servir la ciencia ¿no sería para aliviar completamente el sufrimiento humano cuando ya no hay esperanza de curación o cuando el paciente decida que esa esperanza es demasiado leve como para asumir el dolor que ocasiona el tratamiento? ¿Se teme acaso que un enfermo terminal, convertido en adicto a alguna sustancia, pudiera curarse y ser algo así como un yonqui el resto de su vida? ¿No se le podría desintoxicar más tarde, si asi fuera?
Yo creo más bien que el temor es de tipo inconsciente, moral, incrustado en el espíritu después de tantos años de catolicismo. Y peor todavía: temor real, miedo a ser perseguido judicialmente, o linchado en los medios de comunicación como ya ha ocurrido.
Pero ¿por qué tienen ese interés en mantenernos asustados y adoloridos en el momento de la muerte? Lo siento pero me temo que se trata, simplemente, de potenciar el temor y el dolor. Estos sufrimientos en efecto debilitan nuestro entendimiento, y quien pueda controlarlos tiene en sus manos un poderoso instrumento para someternos. Por el contrario, una pastilla en la mesilla de noche que pudiera poner fin de forma indolora a nuestra vida, aunque no la usáramos, nos aliviaría y nos daría serenidad. Negar el derecho a la propia vida, de la que legalmente uno no puede disponer, es simplemente un medio para aterrorizarnos y someternos, igual que las historias del infierno que me contaban los padres Escolapios.
Por último, para ser justo, debo contar el caso de un buen amigo que murió hace unos años. Un joven sacerdote quiso visitarle y él –ateo como yo- le autorizó a hacerlo siempre que no le hablara de Dios ni del más allá. Pero resultó que sin saberlo, los dos habían pasado muy buenos ratos andando por las mismas montañas y bañándose en los mismos ríos. De eso hablaron largamente cada tarde, y después del entierro, la familia me explicó que ese hombre solitario que había estado llorando silenciosamente en el último banco era justamente el joven sacerdote.
Hay una espiritualidad que no se basa en la religión y que no busca el poder ni las riquezas; hay una ciencia que no es perversa; hay personas que de buena fe ayudan a sus amigos.
Recuerdo la angustia y el dolor de mi padre moribundo, que no pidió a ningún confesor, y recuerdo como si pedía por favor algunos calmantes más, aunque fuera a costa de acortar su vida. Calmantes que sistemáticamente le eran escatimados por las enfermeras, como si fueran medicinas preciosas y carísimas.
Ahora me explican el caso de una persona que se encuentra en circunstancias parecidas y esos recuerdos vuelven a mi. Una vez más, la medicina oficial pone trabas para aliviar el sufrimiento de una persona gravemente enferma, sin posibilidad de salvación. A primera vista, me parece algo incomprensible. ¿No existen los medicamentos que proporcionan paz y alivio, aunque sea artificial? ¿Es que acaso son tan caros? No debe ser el precio el problema cuando los protocolos insisten en la quimioterapia paliativa. ¿No habrá algo moral? ¿Algún miedo a transgredir algún mandamiento? Oí por la radio hablar a un médico cristiano que pedía para si mismo “una muerte plenamente consciente, dolorosa, para estar en contacto con el Creador”. Me parece estupendo si este es su deseo, pero ¿y para los demás? Si para alguna cosa debería servir la ciencia ¿no sería para aliviar completamente el sufrimiento humano cuando ya no hay esperanza de curación o cuando el paciente decida que esa esperanza es demasiado leve como para asumir el dolor que ocasiona el tratamiento? ¿Se teme acaso que un enfermo terminal, convertido en adicto a alguna sustancia, pudiera curarse y ser algo así como un yonqui el resto de su vida? ¿No se le podría desintoxicar más tarde, si asi fuera?
Yo creo más bien que el temor es de tipo inconsciente, moral, incrustado en el espíritu después de tantos años de catolicismo. Y peor todavía: temor real, miedo a ser perseguido judicialmente, o linchado en los medios de comunicación como ya ha ocurrido.
Pero ¿por qué tienen ese interés en mantenernos asustados y adoloridos en el momento de la muerte? Lo siento pero me temo que se trata, simplemente, de potenciar el temor y el dolor. Estos sufrimientos en efecto debilitan nuestro entendimiento, y quien pueda controlarlos tiene en sus manos un poderoso instrumento para someternos. Por el contrario, una pastilla en la mesilla de noche que pudiera poner fin de forma indolora a nuestra vida, aunque no la usáramos, nos aliviaría y nos daría serenidad. Negar el derecho a la propia vida, de la que legalmente uno no puede disponer, es simplemente un medio para aterrorizarnos y someternos, igual que las historias del infierno que me contaban los padres Escolapios.
Por último, para ser justo, debo contar el caso de un buen amigo que murió hace unos años. Un joven sacerdote quiso visitarle y él –ateo como yo- le autorizó a hacerlo siempre que no le hablara de Dios ni del más allá. Pero resultó que sin saberlo, los dos habían pasado muy buenos ratos andando por las mismas montañas y bañándose en los mismos ríos. De eso hablaron largamente cada tarde, y después del entierro, la familia me explicó que ese hombre solitario que había estado llorando silenciosamente en el último banco era justamente el joven sacerdote.
Hay una espiritualidad que no se basa en la religión y que no busca el poder ni las riquezas; hay una ciencia que no es perversa; hay personas que de buena fe ayudan a sus amigos.
Comentarios
Como médico, comparto el estupor y la repulsa ante la mala praxis que algunos compañeros sanitarios (desde facultativos a celadores) prodigan en los momentos finales de la vida de los pacientes, cada uno en su nivel de responsabilidad. Desde los que se escudan en rutinas y hábitos para no dispensar la atención exquisita que la agonía merece, hasta los que llevan al terreno profesional sus convicciones morales privadas, y las imponen inopinadamente a aquellos que han de sufrirlos en sus últimos instantes.
Nuestro código deontológico recién renovado deja bien claro que no es función del médico convertirse en el verduguillo de la sociedad, pero no es menos explícito al denominar como mala práctica hacer sufrir innecesariamente a un paciente cuando nuestra ciencia ha llegado a su límite. Quien no dispensa a los pacientes el alivio de que dispone, se convierte en el más cruel de los torturadores, y ningún dios justo debiera prodigarle premio alguno por tal acto de odio e inhumanidad.
...con ésta última no suelo confesar habiendo niños que se mueren de hambre frente a 'iglesias' ricas.
Y en cuanto a renunciar a la vida, es un tema muy, muy dificil,...
...pero si realmente lo pensamos como que no se renuncia a la vida, sino al Dolor,...Dolor y Sufrimiento con mayúscula, pues ya estamos hablando de no vida.
(sacerdotes como ese amigo del banco, también he conocido)
Muchos besos.
B.T.C.M.
...pero una,...una chica joven, despues de meses de dolor, se agarró a la vida los últimos días, (no quería morirse),
...es muy dificil morirse siendo madre y seguir estando enamorada.
B.
Todas ellas son válidas y han de estar permitidas y ser facilitadas por el entorno del enfermo, hospitales, iglesia, etc.
Pero no creo que haya sido la Iglesia Católica la que nos ha metido el miedo a la muerte en el cuerpo; los hombres paleolíticos ya sentían ese miedo y, a su modo, ya practicaban algún tipo de religión y culto a SUS dioses. La soberbia de H. sapiens le impide aceptar que no conoce con certeza el origen de la Vida y del Universo y busca explicaciones sobrenaturales... dioses o extraterrestres que siembran en Tierra una especie de Kit para la Vida listo para su montaje es menos lesivo para la autoestima que aceptar que no se tiene ni puta idea.
Hasta Jesucristo pidió que pasara de él ese caliz.
Y el mensaje cristiano se basa en el Amor, no en la Cruz, aunque todos sabemos que amando también se sufre, solo nos tenemos que acordar del amor de los padres a los hijos, por poner un ejemplo cercano.
¿De qué sirve pasar por una cruz impuesta, si te has pasado la vida jodiendo al prójimo?¿y quienes somos nosotros para imponer a los demás cuales son sus creencias y como tienen que vivir la vida?
Hay otro valor que también se resalta en el mensaje cristiano (y en los valores humanos) que es la Compasión. ¿Cuantos le pidieron a Jesús que les curara, que les quitara el sufrimiento, y él lo hizo?
Lástima que la cabeza de la Iglesia esté dando un mensaje tan poco cristiano y dedique su tiempo a juzgar a los demás. Pero animo a conocer a esa iglesia de base, que si hace por seguir el mensaje cristiano y que por supuesto ayuda a paliar el sufrimiento.
Creo que estas decisiones no tienen que ver con las creencias, sino más bien, con las personas.
Disculpad si mezclo la espiritualidad cristiana con la espiritualidad para ateos, pero en muchas ocasiones se encuentran. Un saludo
yo soy ateo, y espero que mis amigos y familiares, se alegren el día de mi funeral por mi vida plena en lo que he sido y creído, espero que lo hagan brindando con cerveza y güisqui de malta, escuchando a una buena banda de jazz, y espero, que mis amigos y familiares creyentes, sepan entender y respetar mi forma de morir.
Y digo "espero" porque no siempre los creyentes respetan las opciones de los que no lo somos.
Abrazos
No has podido definirte mejor en tan pocas palabras. Como hace mucho tiempo que te sigo sé que eres así. Ese es tu credo.
Yo también soy ateo y partidario de la eutanasia. Vi agonizar a un familiar de SIDA cuando el sida no tenía medicación posible. Si yo hubiera sido su padre habría acortado su proceso.
Lo que explicas de tu padre me ha conmovido profundamente y me hace entender mejor esos esporádicos toques de amargura que añades a tus textos.
Verás, yo creo que en esta vida hay dos tipos de personas las CAAM y las que no.
¿Quines son las CAAM? Las que tienen la Certeza del Advenimiento Aleatorio de la Muerte.
Yo soy un CAAM desde hace unos meses y mi forma de ver la vida ha cambiado drásticamente. Con una única condición: el respeto a los demás.
Porque hay muchos CAAM que convierten esa certeza en una patente de corso para exprimir la vida sin ningún tipo de escrúpulo, ni descanso. Bajo el auspicio de "si son cuatro días".
En resumen, malditos los católicos que están en contra de la eutanasia, del matrimonio homosexual, del divorcio, del aborto en casos urgentes de salud, del laicismo o del ateismo..
Y benditos los católicos de la teología dela liberación que se parten el alma por el tercer mundo,sacrificando sus vidas por personas a las que no se empeñan en adoctrinar.
Y afortunados los que tienen una religiosidad o espiritualidad aconfesional porque de ellos será el Reino de las Experiencias Intensas y del misticismo ateo y naturalista.
Salut!
Cuando la medicina tiene precisamente los recursos para aliviar ese dolor! Y cuando al fin se accede a ellos, todo cambia y se puede entonces morir tranquilamente
Pero sí, querría morfina y a partir de los cincuenta, opio para poder imaginar, pensar, viajar...
Pues bien, a los 96 años, llevaba un par de días en la cama sintiendose débil y comprendimos que iba a morir. Entonces mi padre se le acercó y le preguntó si quería que avisáramos a un sacerdote, a lo que se negó con rotundidad para sorpresa de todos. Le preguntó si quería ver al resto de sus hijos, si quería ver a alguien en concreto y ella contestó: "A nadie". Y pocas horas después murió.
Siempre que lo recordamos en casa, nos queda la duda de qué fue lo que pasó en la cabeza de aquella mujer, que siempre llevaba un rosario consigo, siempre dándole vueltas en la mano... Y sus estampas y sus pósters de santos y beatos... Y al final renegó del ultimo sacramento.
Tu escrito es muy bueno, lúcido y real.
No es posible que hasta hoy la gente sufra por sufrir cuando ya no existe más cura.
Saludos.
Sill