Historia de R (pequeñas maldades para pasar grandes tardes)

(Extracto del blog de Esperanza R.)

Pequeñas maldades para pasar grandes tardes (en el supermercado).

Queridas amigas,

Como ya sabéis, desde que falleció mi esposo, la situación económica no es nada fácil para mi. Después de tanto trabajar he llegado a la vejez en la más absoluta miseria. Ya pasé por eso en mi juventud, pero no esperaba verme de nuevo así a mis 70 y tantos años.

Somos muchas las que nos vemos en estas penurias. Mi anterior entrada, Ciencia Ficción para viudas: Como llegar a fin de mes sin pasar por Cáritas, tuvo más de 20 lectoras y vuestros amables comentarios son un estímulo para que hoy, desde el ordenador de la biblioteca municipal, aborde un tema más desenfadado: como pasar una divertida tarde por tan solo un euro. Por que aunque seamos mujeres mayores y pobres, esto no significa que no podamos divertirnos.

La pequeña maldad que os propongo hoy es fácil. Os ponéis la mejor ropa que tengáis y con la permanente recién hecha, os vais al supermercado. Una vez allí, cogéis un carro y lo llenáis hasta los topes de las cosas que os gustaría comprar pero no os podeis permitir. Yo cogí una botella de Brut Nature, que tanto le gustaba a mi Difunto, una de Baileys que me gusta a mi, varios botes de especias de las buenas y azafrán natural como el que antes ponía en la paella de los jueves, vinagre de Módena, una botellita de fino, unas latitas de berberechos, trescientos gramos de jamón serrano envasado, un litro de aceite virgen, un buen trozo de queso de Parma del bueno, una lata de Friskis como el que le ponía a la pobre Bluf... En fin, lo que a cada una le guste. Pero eso si, que no sea pescado o cosas que se estropeen. Por que la pequeña maldad, que ya os debéis estar imaginando, consiste en dejar el carro en un rincón y después coger el paquetito de arroz y el aceite de girasol de cada semana, dos diez más el euro del carro que lo daremos por perdido y bien perdido.

Es cierto que algo de trabajo vais a darle a los del supermercado, pero mira, que se joroben y no lo pongan todo tan carísimo.

El otro día se me ocurrió una pequeña maldad incluso más divertida y económica. Consiste en observar a los demás compradores y, cuando se distraigan, meterles algo en el carro. Se trata de que se lo lleven y lo encuentren en casa. Ojo no seáis muy malas, meted cosas baratitas, como un paquete de caramelos. Para empezar, si veis a una señora con dos niños, seguro que no se va a dar cuenta. Cuando tengáis más experiencia y aplomo, podéis probar a meterle una caja de preservativos al Hermano Joaquín, o una Chibeca a los jamalajís.

Si os descubren, haced ver que os habéis equivocado. En realidad, así fue como yo empecé con esta segunda maldad. Por error, metí mi aceite de girasol en el carro de la señora W, la mujer del Contable E. Cuando me di cuenta, fui a sacarlo pero pensé: ¿A ver si no se va a dar cuenta? Y lo dejé. Y no, no se dio cuenta. Siguió comprando como si tal cosa.

Pero en lugar de ir a pagar, W dejó el carro en la aglomeración de los congelados y salió a toda prisa por la salida de "Sin compras". Se marchó corriendo como una loca por la calle de atrás. ¿Estará ella haciendo pequeñas maldades?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hay que reconocer que imaginacion no le falta. Menudo derroche de creatividad.

-th
frikosal ha dicho que…
La pobre R si que tiene que derrochar imaginacion para llegar a fin de mes con la pension...
Le Mosquito ha dicho que…
Ja, ja, ja...

¡Ah! de propina, una pequeña bondad, que podría ser maldad si no es bien mirada:

y azafrán natural que como el que ponía en la paella de los jueves
frikosal ha dicho que…
Mosquito,
Arreglado, gracias :)
Anónimo ha dicho que…
estás peor que nomesploraria
nomesploraria ha dicho que…
bonissim, bonissim, bonissim, bonissim, bonissim, bonissim, bonissim

bon cap de setmana a tothom
Anónimo ha dicho que…
Tu relato me recuerda una famosa técnica de robo de agrigos de piel:
entra una señora emperifollada en una tienda con un carrito de bebé y, mientras se prueba el abrigo, exclama no se que sobre un coche mal aparcado al que le van a poner una multa y sale corriendo, pidiendo a un dependiente que le vigile el bebé. Total, que se lleva el abrigo y se deja el carrito con el bebé, que por cierto, es de juguete. La maldad le cuesta más de un euro, pero es que un sueldo normal no da para abrigos de piel.
Carmen ha dicho que…
Me has recordado a una de las amigas más extrañas que tuve cuando era una adolescente. Compartíamos clase y tardes divertidas, sobre todo cuando nos acompañaba su madre. Las dos eran guapas, morenas, muy delgadas y vestidas con ropa siempre cara y variada. Vivían juntas y solas, con pocos ingresos, algo que nadie diría viendo sus camisas, sus faldas, sus abrigos o sus bolsos. Nadie lo diría a no ser que se supiese que todo era robado en los grandes almacenes. Todo. Entraban en los probadores y directamente quitaban las etiquetas de seguridad, aunque eso suponía romper la prenda. Elegían cuidadosamente la prenda que tenía la etiqueta colocada en el mejor lugar posible, en el que mejor se pudiese luego disimular un buen remiendo. Selecionada, en los probadores las recortaban y salían cargadas. Bueno, en realida la que llevaba todo era la madre, para asumir la responsabilidad si pasaba algo. El tiempo que yo estuve con ellas (no llego a un curso escolar porque se mudaron) jamás las cogieron. Y la madre era una artista, además, de la aguja, porque nunca se veían esos agujeros cuando se ponían la ropa. Recuerdos desde aquí para las supervivientes que sólo robaban en grandísimos almacenes cargados de beneficios.
igniszz ha dicho que…
Jiuston Jiuston, mi número de identificación es 1.7. A partir de ahora transmitimos desde la imaginación para evitar la suplantación. Gracias por el Frikonsejo.
Gladys Pinilla ha dicho que…
mejor que no se robo nada del comercio pobrecita
frikosal ha dicho que…
No se preocupen que la amiga R hace tan solo pequeñas maldades, nada de robos (que son una vulgaridad).
Recaredo Veredas ha dicho que…
Excelente relato, Frikosal. En tono, en ritmo, en historia, en construcción del personaje.

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