Poco después de zarpar, como ya era de suponer, se desató un fuerte temporal que hizo zozobrar el buque. Agarrado al mástil, me mantuve a la deriva durante siete días y siete noches hasta llegar a Simplonia, de donde ahora se que nunca podré regresar. Lo primero que me llamó la atención en Simplonia fue su religión. Su principal precepto es la obligación de erigir unos extraños tótems metálicos amarillos de considerable altura. Hay gran numero de ellos, mirando en cualquier dirección es posible ver uno o mas. Los Simplones les llaman "grúas". Desde lo alto de una loma, hasta donde me alcanzaba la vista, pude contar mas de mil grúas en Simplonia. Se encargan de erigir los tótems grúa unos joviales sacerdotes, que alternan esta tarea con alegres desayunos y meriendas en los bares anexos. Aparentemente, tienen libre acceso al trato sexual con las mujeres, y es por ello que gritan procacidades desde lo alto de las grúas. Una vez erigido el tótem grúa, se utiliza ( blasfemia ? ) p...