De nuevo, las lagartijas
Después de tanto tiempo me fui otra vez a fotografiar lagartijas, como si nada hubiera pasado. Fotografiar lagartijas es algo muy serio. Entre otras cosas, es un ejercicio extraordinario para el cuerpo y la mente. Hay que agacharse y levantarse mil veces, moverse con sigilo y sobretodo, entender la lógica de la lagartija. Ahora mismo estan hambrientas después del invierno y les pesa más el instinto de caza que el miedo que les damos los animales grandes. Si se hace bien, es razonablemente fácil poner el objetivo a unos 20 o 30 cm de la lagartija y enfocar su ojo. Yo, que me pongo nervioso con el yoga, puedo pasar fácilmente dos o tres horas detrás de una mantis, de una libélula o de una lagartija. Lo de menos al final es la foto. Pero decir esto es casi como no decir nada: hay que imaginar la salida al mediodía con el bocadillo en el asiento del coche, la serpenteante carretera que me aleja de la ciudad, el sol, el viento suave de esta primavera rara que ha empezado en invie...