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Mostrando entradas de marzo, 2019

De nuevo, las lagartijas

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Después de tanto tiempo me fui otra vez a fotografiar lagartijas, como si nada hubiera pasado. Fotografiar lagartijas es algo muy serio. Entre otras cosas, es un ejercicio extraordinario para el cuerpo y la mente. Hay que agacharse y levantarse mil veces, moverse con sigilo y sobretodo, entender la lógica de la lagartija. Ahora mismo estan hambrientas después del invierno y les pesa más el instinto de caza que el miedo que les damos los animales grandes. Si se hace bien, es  razonablemente fácil poner el objetivo a unos 20 o 30 cm de la lagartija y enfocar su ojo. Yo, que me pongo nervioso con el yoga, puedo pasar fácilmente dos o tres horas detrás de una mantis, de una libélula o de una lagartija. Lo de menos al final es la foto. Pero decir esto es casi como no decir nada: hay que imaginar la salida al mediodía con el bocadillo en el asiento del coche, la serpenteante carretera que me aleja de la ciudad, el sol, el viento suave de esta primavera rara que ha empezado en invie...

La expresión en los animales

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Al final nos hemos juntado con tres animales en casa: dos gatos (Bilbo y Andrómeda, negra) y un perro (Ñoki). Conviviendo con ellos, poco a poco vamos aprendiendo a entender sus expresiones faciales y sus gestos. Bilbo tuvo una infancia muy complicada hasta que terminó en casa de una amiga. Ahora ya ha olvidado esos traumas y es un gato de piso razonablemente feliz, o eso nos parece. Encontramos a Andrómeda de muy jovencita, abandonada en el monte junto con un hermano también negro al que no pudimos coger. Andrómeda no tiene un caracter fácil y creemos que secretamente añora sus andanzas salvajes. Ñoqui ha sido el último en llegar. Se lleva bien con Bilbo pero Andrómeda de vez en cuando le da un zarpazo como para recordar quien manda en casa. Antes de haber tenido perro, no hubiera entendido que un perro de caza (Beagle) como Ñoqui sea tan sumiso con Andrómeda, cuando podría partirla en dos de un mordisco. Pero así es.