Natrix maura, click para ampliar. Aquí empieza esta historia. El otro día, dejamos a la serpiente resignada , abandonada a su suerte (o eso creía yo, Macroinstantes explicó que su abandono es una táctica para no ser devorada). En cualquier caso, ese era mi plan: aprovechar la situación para fotografiarla. Tumbado en el suelo, cerca de ella, hice fotos, medité sobre encuadres, sensibilidad, profundidad de campo y tiempo de exposición. Pero, según pasaban los segundos, la serpiente observó con sorpresa que no le ocurría ninguna calamidad. Un soplo de esperanza recorrió su sistema nervioso. Sacó la lengua para olerme, y con asco observó que yo seguía allí. Pero miró al río, vio que no estaba lejos y entonces se desenroscó, recuperó su porte viperino y huyó serpenteando. Después de haberla tenido en la mano y haber notado su tacto de cera, que delicia poder verla desplazándose de nuevo con seguridad. El ojo naranja, recorte de la foto anterior. Cuando llegó al río, pensé que yo ya hab...